El Grupo de Ciencia y Tecnología del Medio Ambiente (CITEMA) de la Universidad de Burgos investiga las posibilidades que ofrecen las aguas subterráneas, un recurso apenas utilizado en España, a diferencia de otros países, y que podría ser clave en un futuro próximo ante las alteraciones en el clima que los científicos prevén como consecuencia del cambio climático. Los acuíferos podrían explotarse, pero también podrían emplearse para almacenar agua cuando sobrase en la superficie. Cualquier posibilidad requiere investigaciones previas.
Por eso, el equipo que coordina Luis Antonio Marcos Naveira estima que en una región con los recursos y la población actual de Castilla y León las aguas subterráneas podrían llegar a sustituir por completo a las ríos como fuente de suministro si fuera necesario, incluso de forma continuada si se dieran las condiciones adecuadas de explotación, aunque "lo ideal sería un uso conjunto de las aguas superficiales y de las que hay en el subsuelo", afirma en declaraciones a DiCYT.
El investigador recuerda que las previsiones señalan una reducción de las precipitaciones de entre un 15 y un 20 por ciento para finales del siglo XXI. No se trata de un déficit grave, pero el problema fundamental será su regularidad, porque habrá un mayor número de episodios extremos, con periodos de sequía y con inundaciones. Por lo tanto, "parece razonable", apunta el experto, usar los acuíferos como reserva que regule el consumo para depender menos de los vaivenes meteorológicos.
"Si hay un exceso de agua en invierno, no la podemos almacenar, pero sí podemos usarla para recargar los acuíferos", apunta Luis Marcos. Es decir, que los acuíferos pueden actuar como "embalses subterráneos", pero con una importante ventaja sobre las presas de los ríos: el agua bajo tierra no se evapora.
Por eso, una de las líneas de investigación que está impulsando el grupo CITEMA en colaboración con la empresa pública Tragsa tiene como objetivo estudiar el impacto que tendría en el medio geológico el almacenamiento de agua procedente del exterior. La pregunta es si podría afectar a la calidad o a la composición de las aguas.
Desde el punto de vista de la tecnología, el almacenamiento sería factible, ya que se podrían canalizar las aguas a través de redes de tuberías, usando una tecnología barata y de poco impacto ambiental comparada con los embalses de los ríos.
En cualquier caso, estimar el impacto que tendría esta iniciativa a gran escala es uno de los objetivo del proyecto de la Universidad de Burgos. Entre las labores del grupo de investigación burgalés está la de medir los niveles de los acuíferos y tomar muestras de agua para controlar la calidad y, a partir de ahí, realizar modelos.
Sostenible
Pensando en el futuro, explotar los acuíferos, al margen de que se les suministre agua del exterior o no, sería sostenible "siempre que saquemos menos o igual cantidad de la que entra". En el ciclo del agua, parte acaba en los acuíferos, por eso los científicos piensan que al menos en Castilla y León no habría problemas en cuanto a la cantidad de agua que se podría obtener, pero sí en relación a la calidad, ya que la contaminación por arsénico y la que producen pesticidas o fertilizantes procedentes de la agricultura, así como la contaminación industrial hacen que muchas aguas no sean aptas para el consumo.
Sin embargo, se podrían aprovechar para regadíos y para mantener ecosistemas. De hecho, el CITEMA está identificando humedales desecados o destruidos que se podrían recuperar. Asimismo, los acuíferos tendrían un uso urbano, por ejemplo, en la limpieza de las calles, puesto que algunas ciudades, entre ellas Burgos, se asientan sobre grandes cantidades de aguas subterráneas.
“Cada agua tiene su DNI”
Analizando su composición, los científicos saben que "cada agua tiene su DNI" por múltiples factores químicos, geológicos y biológicos. Además, las condiciones geoquímicas de las tierras que las rodean dan lugar a una biodiversidad diferente, tanto desde el punto de vista vegetal como animal. Por ejemplo, el complejo kárstico de Ojo Guareña "alberga especies de invertebrados que sólo existen allí", comenta el investigador.
Ese documento de identidad de cada muestra también incluye la edad de las aguas, es decir, el tiempo que ha permanecido el líquido en el acuífero. “Cuando se infiltra cambia su naturaleza química”, señala el experto. Los análisis muestran la relación del agua con los minerales que las han rodeado, de manera que esta información puede servir incluso para la localización de yacimientos mineros.
En definitiva, los acuíferos se pueden estudiar desde muchas perspectivas y la información que ofrecen es útil desde varios puntos de vista. Por eso, los científicos de Burgos la recopilan usando técnicas de información geográfica (SIG) y herramientas geoestadísticas.
Sondeo en Villalonquéjar (Burgos). Foto: CITEMA.