SINC.-“La criminalidad en España es baja en comparación con el resto de Europa. En los últimos años los índices de delincuencia han aumentado ligeramente, mientras que la población inmigrante ha crecido a un ritmo mucho mayor. Ello apunta una correlación positiva, pero baja, entre inmigración y delincuencia”, explica a SINC César Alonso-Borrego, profesor de economía en la Universidad Carlos III de Madrid.
El investigador es coautor de un estudio, que publica la revista American Law and Economics Review, que evalúa “si dicha correlación supone la existencia de una relación causal entre inmigración y delincuencia”. La conclusión es que no.
Los investigadores construyeron un modelo empírico para medir la probabilidad de delinquir según características ambientales e individuales –como el nivel educativo–. Utilizaron datos del Ministerio del Interior sobre los delitos cometidos cada año en cada provincia española por cada 10.000 habitantes para el período 1999-2009; del Padrón y la Encuesta de Población Activa extrajeron la información sobre la población inmigrante; y tuvieron en cuenta las características ambientales mediante medidas como el PIB per cápita provincial y la tasa de desempleo provincial.
“Estudiamos el número de delitos por habitante en cada lugar y año, y, entre las variables relevantes, la proporción de inmigrantes según su origen y características (edad, sexo, educación e idioma)”, apunta el experto.
Al utilizar información agregada por provincias, existía el problema potencial de la endogeneidad, es decir, las diferencias inobservables entre provincias que afectan tanto al nivel de delincuencia –por ejemplo, el acceso a oportunidades– como a la proporción de inmigrantes.
Entre los inmigrantes de habla hispana y, en menor medida, los procedentes de la UE, hay menos problemas de delincuencia
“Tiende a haber más delitos en lugares con mayores oportunidades económicas, que es precisamente donde tiende a concentrarse un mayor número de inmigrantes. Ello daría como resultado una correlación positiva entre inmigración y delincuencia, que podría inducir a atribuir erróneamente un nexo causal entre ambos fenómenos”, recalca el investigador. Sin embargo, al disponer de datos longitudinales –valores de cada variable a lo largo de varios años–, lograron estimar de forma consistente dicho efecto causal.
Las estimaciones confirman la importancia del idioma y la educación. “En particular, entre los de habla hispana y, en menor medida, los procedentes de la Unión Europea, hay menos problemas de delincuencia. Asimismo, el nivel de educación de los inmigrantes, relativamente elevado respecto a los nativos, explica también que el efecto de la inmigración sobre la delincuencia sea moderado”, afirman.
Varones jóvenes, los que más delinquen
Por otro lado, tal y como ocurre en otros países, la proporción de varones jóvenes se asocia con una mayor tasa de delincuencia, dado que es el colectivo de la población responsable de la mayor parte de los delitos. El experto incide en que “la proporción de varones jóvenes es mayor entre la población inmigrante que entre la nativa”.
A diferencia de EE UU, el fenómeno de entrada masiva de inmigrantes es relativamente reciente en la mayoría de los países de la Unión Europea, particularmente en España, donde el peso de la población inmigrante ha aumentado desde el año 2000.
“Nuestros resultados están en línea de la conocida como ‘paradoja latina’ en EE UU, donde a la inmigración procedente de México le siguió una reducción de la delincuencia en algunas áreas dado que los inmigrantes mexicanos en EE UU eran una ‘selección virtuosa’ de individuos cuya propensión a cometer delitos era inferior a la de la población nativa. La inmigración no es un fenómeno homogéneo, se compone de colectivos muy diferentes que requieren políticas diferenciadas dependiendo de la problemática asociada a sus características”, concluyen los investigadores.