Por Luis José de Ávila.-España ha empatado con Italia y el partido de Rafa Nadal en París está interrumpido por la lluvia. Vaya racha que llevo, otra triste noticia me llega, el fallecimiento del laboralista José Luis García Bigoles esta mañana en Oviedo a causa de un infarto. Tenía 71 años y me entero que hace unos días regresando de un viaje desde Sevilla a Asturias en tren sufrió un ataque al corazón con la suerte de que también viajaba un médico que lo estabilizó y el tren paró en una localidad con hospital cercano donde quedó ingresado hasta recibir el alta unos días después. Por lo que se ve lamentablemente no pudo superar la dolencia de su corazón.
No miento si digo que hacía más de 40 años que conozco a Bigoles, como los amigos siempre le llamábamos. Recuerdo cuando yo era un plumilla que iniciaba mi andadura periodístico en Región y él entraba como funcionario en el sindicato vertical en Mieres. Pronto le tiró lo laboral y el entonces director de la Escuela de Graduados Sociales Carlos Schuman le animó a cursar los estudios de esta carrera que por aquel entonces ni tenía rango universitario pero sí mucho futuro, como así fue años después, para los que la estudiaban. Trabajador infatigable y con un excelente sentido para las relaciones laborales y la amistad pronto José Luis García Bigoles destacó como defensor de trabajadores en juicios contra empresas y contra la Seguridad Social. Durante años tuvo un destacado despacho laboralista con el que fue durante mucho tiempo su socio, Indalecio Talavera Salomón, traspasando su fama como laboralista las fronteras asturianas. Posteriormente se independizó dando el testigo a su hijo el abogado José María y precisamente al regreso del citado viaje a Sevilla tenía pensado dejar prácticamente su trabajo como experto en derecho laboral para dedicarse a descansar en su finca de Lena. Impulsó numerosas iniciativas de estudio jurídico y también creó la asociación Laboral 2000, uno de cuyos premios anuales me concedió en el año 2001.
No hace muchos días aún había estado hablando con él en la calle de Palacio Valdés, agradeciéndole el envió de su último trabajo sobre la reforma laboral recientemente aprobada por el gobierno de Mariano Rajoy. Siempre cambiamos opiniones, la mayoría de las veces coincidentes, sobre la situación de Asturias y sus graves problemas para los que, de verdad, Bigoles tenía en mi opinión una gran capacidad analítica sobre la causa de los mismos. Me honraba también tenerle en la peña “El Urogallo”, reuniéndonos una vez al mes con otros cuarenta amigos, reuniones a las que solía no faltar. Era admirado no solo por colegas y magistrados, con una modestia quizás impropia para sus conocimientos pero también con una importante perseverancia en la gestión y en la elaboración de dictámenes. Le vamos a echar de menos. Estoy viéndole en este momento, siempre con su inseparable maletín, recorriendo las calles de Oviedo y parándose cada dos por tres a saludar un amigo o incluso a responder a una improvisada consulta de algún cliente o conocido. Hago llegar a su viuda Lucía, a su hijo José María y al resto de la familia, mi más sentido pésame. Mañana, lunes, a las seis de la tarde, en la iglesia de San Francisco de Oviedo se celebrará el funeral por su eterno descanso. Que así sea y con la paz que se merece.