El reto es conseguir una mejor adherencia de distintos materiales utilizados en tratamientos dentales en los diferentes sustratos, como explica Alberto Albaladejo, especialista de la Clínica Odontológica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca, que coordina la línea de investigación. Los sustratos pueden ser biológicos, como el esmalte, que es la parte más superficial del diente, o la dentina, que es el tejido que está por debajo del esmalte.
Además, "también nos ocupamos de la adhesión sobre sustratos no biológicos, principalmente la cerámica, ya que es el material que se suele utilizar para hacer una restauración como las fundas de porcelana", explica Albaladejo a DiCYT. En este último apartado también estaría el zirconio, cada vez más utilizado por ser más estético.
Generalmente, estas investigaciones se realizan in vitro, aunque también hay algún estudio específico in vivo. "El objetivo es reproducir lo más fielmente en el laboratorio la posible la situación clínica que se va a dar en la boca. Intentamos pegar sobre estos sustratos biológicos y no biológicos materiales habituales en la clínica, como las resinas de los empastes", agrega. Para ello trabajan con nuevos materiales adhesivos, probando su eficacia.
Como pegar un jarrón con pegamento
Cada uno de los sustratos (esmalte, dentina y cerámicas) presenta problemas diferentes. "Lo más fácil es el esmalte, porque es casi totalmente inorgánico y la adhesión resulta sencilla", indica el experto. Sin embargo, "la dentina es más difícil, ya que tiene un alto componente orgánico, pero tenemos que buscar la mejor manera de hacerlo". El tipo de adhesión puede ser química, pero este equipo de investigación trabaja sobre todo en la adhesión micromecánica, realizando pruebas en el laboratorio para comprobar si es eficaz o no.
"Es como tener un jarrón roto en dos partes y unido con pegamento", pone como ejemplo. "Hay dos maneras de ver si la adhesión de las dos partes es buena: separándolas y viendo cuánto tarda en despegarse o presionando el pegamento para ver cuánta presión soporta antes de que se rompa", comenta. Una máquina de gran precisión ayuda a hacer la simulación y a medir los resultados.
En el caso de los brackets, que son los cuadraditos metálicos que se pegan al diente en ortodoncia para alinear los dientes, el objetivo es unir la superficie del diente y el bracket con un adhesivo en medio y, en este caso, medir qué fuerza hace falta para separarlos. En definitiva, la simulación para comprobar si es útil un determinado adhesivo consiste en presionar esta unión o intentar separarla y, cuanto más fuerza sea necesaria para romper la unión, más eficaz será el material empleado.
Estos ensayos se suele complementar con análisis a través de microscopía electrónica de barrido, es decir, "tras comprobar qué fuerza es necesaria para romperlo, voy a ver dónde se ha roto, si el problema ha estado en el sustrato, en el adhesivo o en el bracket", señala Alberto Albadalejo.
Pruebas con láser
En cualquier caso, la clave de todo está hallar la forma de mejorar los procesos de adhesión, que se componen por tres pasos: acondicionar el sustrato, aplicar un imprimador de base y, finalmente, el adhesivo en sí. "Intentamos acortar los pasos para que clínicamente se tarde menos en colocar brackets o poner un empaste", apunta. Para ello, los científicos evalúan nuevos sistemas adhesivos, incorporan nuevos materiales y prueban nuevos sistemas, como el láser.
Una de las opciones es aplicar los elementos que se utilizan en la odontología conservadora en el caso de los brackets, ya que las condiciones y las composiciones no varían mucho y los materiales son más baratos, pero hay que adecuar la adhesión y comprobar si pueden ser igual de eficaces.
Emplear la tecnología láser puede ser otra salida que los investigadores de la Clínica Odontológica están explorando con la colaboración del Centro de Láseres Ultracortos Ultraintensos (CLPU) de la Universidad de Salamanca. Los acondicionadores que se emplean en las técnicas habituales (generalmente, ácido ortofosfórico y otros más agresivos) crean agujeros sobre los sustratos que sirven de enganche para el adhesivo, pero "para el sustrato biológico es agresivo y para el no biológico es débil". Por eso, "intentamos usar el láser, pero también estamos viendo la posibilidad de combinar las dos opciones".
En el campo de la odontología restauradora, el equipo de Alberto Albadalejo está probando el óxido de aluminio aplicado en capas muy finas que se miden en micras y, precisamente "la duda es qué espesor utilizar sobre zirconio, que es el material más utilizado en la actualidad, de manera que estamos comparando diferentes grosores de óxido de aluminio para ver cuál es la medida óptima", añade.