El debate ha llegado ahora a Europa, donde países como Polonia y Reino Unido pretenden extraer masivamente mediante fracking el gas contenido en su subsuelo. En contraposición están países como Francia o Bulgaria, que han prohibido este método por sus nefastas consecuencias sanitarias y ambientales (contaminación química de aguas subterráneas y superficiales, emisiones de metano a la atmósfera, ocupación del territorio...).
El Gobierno de España se encuentra actualmente en la tesitura de aprobar decenas de proyectos de exploración, sobre todo en la cornisa cantábrica. Su intención es poder cuantificar las reservas de gas y evaluar, dicen sus promotores, si se producirán daños ambientales significativos en el proceso. Aunque esto no sería necesario si se tuvieran en cuenta las graves afecciones que el fracking ha producido ya en Estados norteamericanos como Pennsylvania y Texas en la última década.
Pero el lobby a favor del fracking no está dispuesto a detenerse por nada. Esta semana, a través del eurodiputado polaco, Boguslaw Sonik, se ha discutido en la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad un informe que promueve la expansión del gas de fracking en Europa. La intención ahora es presentarlo al Parlamento Europeo para que se asuma una postura favorable al respecto. Es evidente que este documento minimiza los impactos negativos de la técnica y da carta verde a los intereses de la industria.
Para trasladar la opinión de la sociedad civil, una coalición de 36 ONG ambientales y de salud de Europa, EE. UU., Australia y Sudáfrica hemos publicado esta semana un manifiesto contra el fracking [2]. Es evidente que detrás de la promoción del fracking hay especulación económica [3] a la que poco interesa el medio ambiente o la salud. Afortunadamente, todavía hay esperanzas de frenar este método de extracción de gas y apostar verdaderamente por un modelo sostenible basado en el ahorro, eficiencia, inteligencia y las energía renovables.