Por Estíbaliz Sánchez Sacristán/Econonuestra.-La situación del desempleo en España ha traspasado la categoría de preocupante. No solo por los números que alcanza, que no son tales, sino personas con vidas que han visto cómo se truncaban sus aspiraciones y sueños, sino porque las medidas que se están tomando para luchar contra él, están gravando aún más, si cabe, la incierta y débil situación que ocupan los trabajadores en la cadena de valor de nuestra economía.
¿Donde ha quedado aquello de que los Recursos Humanos, su formación y su implicación deben ser una de las piedras de toque para que el “sistema” funcione? Aunque dicho sea de paso, el hecho de que al trabajador se le asimile a un recurso, en una suerte de concepto que ya apunta a la preponderancia del capital en el lenguaje, y teniendo en cuenta que el lenguaje condiciona la manera de pensar y por tanto en última instancia, de actuar, ya podemos intuir de dónde partíamos y desgraciadamente, vemos dónde hemos llegado, aunque en el camino hayamos pensado que algunas batallas se habían ganado….
En este escenario, en el que la desregulación y la pérdida de capacidad de actuación de las instituciones del mercado laboral que velaban por el mantenimiento de los derechos de los trabajadores (con sus luces y sus sombras), se han convertido en la base de la nueva reforma, es más que conveniente preguntarse cuál es el papel que razonablemente se puede atribuir a las instituciones del mercado laboral como causantes de desequilibrios económicos como el desempleo y con ello encontrarle la lógica a la tan buscada flexibilidad, como la panacea para solucionar los problemas que aquejan a nuestra economía.
Para encontrar algunas respuestas, acudimos a uno de los principales Economistas del Trabajo en América del Norte, uno de científicos sociales más prolíficos de la posguerra, que ha publicado más de 300 artículos sobre una amplia gama de temas incluyendo las normas laborales globales, la evolución y crecimiento de los sindicatos o cómo Internet está transformando los movimientos de mano de obra. Hablamos de Richard B. Freeman (nacido en 1943) profesor de Economía en la Universidad de Harvard y Co-Director del Programa de Trabajo y Vida Laboral de la Escuela de Leyes de Harvard e investigador del mercado de trabajo en el Centro para el Desempeño Económico, que forma parte de la London School of Economics.
En su artículo del año 2008 “Labor Market Institutions around the World” para el Center for Economic Performance (CEP) [1], Freeman analiza el papel de las instituciones en el mercado de trabajo, dándonos una visión bastante diferente a la que actualmente nos cuentan tanto dentro como fuera de España.
De hecho, la responsabilidad que se ha asignado a las instituciones del mercado laboral como causantes de desajustes económicos como el desempleo, ha cambiado en el tiempo. Así, desde la década de 1970 y hasta mitad de los ochenta, era la centralización en la negociación y fijación de salarios el sistema que se consideraba superior, dados los mejores resultados económicos que ofrecía, frente a los sistemas en los que el mercado y la negociación colectiva descentralizada eran las fuerzas preponderantes.
Sin embargo, desde finales de los ochenta hasta mediados del 2000, se cambian los papeles, apoyados tanto en los estudios y recomendaciones provenientes de la OCDE[2] y del Banco Mundial[3], como en los mejores resultados en términos de empleo y productividad en Estados Unidos (máximo exponente del mercado como prioridad) frente a Europa, con Escandinavia a la cabeza como ejemplo de país conducido por las instituciones y con un elevado desempleo “como consecuencia”.
En el siglo XXI, las cuestiones relativas a las instituciones del mercado de trabajo como sustitutas de la política macroeconómica, siguen en el centro del debate político. Sin embargo, continúa imponiéndose la creencia de que las instituciones reducen la flexibilidad de los salarios y del empleo, razón por la que se las atribuyen las altas cifras de desempleo en los países de la Unión Europea y por lo que siguen tomándose medidas tendentes a desregular el mercado de trabajo, para aumentar su flexibilidad, hacer que los salarios y los costes laborales sean más sensibles a las presiones del mercado, debilitar las disposiciones de seguridad en el empleo y los sistemas de prestaciones por desempleo, e introducir políticas activas en el mercado de trabajo (como programas de capacitación o subsidios a los empleadores por contratar a los desempleados de larga duración).
Pero, ¿qué hay en la práctica que nos lleve a pensar que las prácticas en el mercado de trabajo tienen efectos importantes en los agregados económicos?
Freeman defiende que la teoría económica no proporciona una orientación clara en este sentido, puesto que pueden encontrarse argumentos en base a los cuales las instituciones reducen la eficiencia, pero también otros según los cuales no afectan a los resultados sino a la distribución, otros que defienden que no afectan en absoluto o los que por el contrario muestran que aumentan la eficiencia.
En los análisis comparativos estáticos basados en la optimización del comportamiento de los mercados competitivos, se predice que las instituciones afectan a los resultados, por lo general, reduciendo la eficiencia económica en comparación con lo que haría un mercado perfecto. En este sentido la negociación colectiva, que lucha por la subida de salarios, enfrenta a las empresas a mayores costes y reduce el empleo ofrecido por estas, recolocándose los trabajadores en actividades menos productivas en sectores sin sindicatos. En la misma línea, los seguros de desempleo generan menor búsqueda de empleo, aumentando el desempleo. En suma, a través de la influencia en la oferta y en la demanda, las instituciones pueden afectar a los agregados económicos, por lo que este tipo de intervenciones en el mercado laboral no deben realizarse ya que, de acuerdo a estas tesis, el resultado es menos eficiente.
Sin embargo, los análisis que plantean una negociación eficaz entre los responsables económicos, predicen que las instituciones pueden afectar a la distribución, pero no a la eficiencia. Así por ejemplo, la legislación que protege a los trabajadores, a la que muchos acusan de ser la causa del desempleo en Europa, de hecho, no afecta al desempleo, sino a la distribución del beneficio entre trabajador y empresario. Si no existiese esta legislación la empresa conseguiría todo el beneficio.
Por otro lado, cuando la competencia hace que empresas tengan poca capacidad para fijar los precios o las cantidades, y deben decidir entre maximizar el beneficio o salir del mercado, las instituciones tienen pocas posibilidades de afectar a la asignación o a la distribución.
Por el contrario, los análisis que subrayan el papel de la información, la comunicación y la confianza en el comportamiento económico, sugieren que las instituciones pueden mejorar la eficiencia, ya que los sindicatos o los comités de empresa pueden convertirse en los canales a través de los cuales empresa y trabajador comparten información, permitiendo por ejemplo que los trabajadores realicen concesiones en términos de salarios cuando la empresa se encuentra en un verdadera situación de crisis, al tiempo que evita que la empresa siga obteniendo beneficios a costa de las condiciones de sus trabajadores.
Además, la enorme dispersión en los salarios puede indicar un fallo del mercado al establecer el precio del trabajo. La existencia de instituciones puede ayudar a reducir esta dispersión acercando al mercado al ideal que se fijaría en competencia perfecta. De hecho, si miramos los cambios en los salarios, los países con negociación colectiva se han acercado más a las predicciones de los modelos que países como Estados Unidos, dirigido eminentemente por el mercado.
Es difícil extraer conclusiones sobre los efectos de las instituciones en el mercado laboral a través de la comparación de datos entre países, puesto que los países pueden diferenciarse en otras muchas dimensiones. Quizá lo que subyace en la obtención de diferentes resultados sea la política impositiva o las regulaciones en el mercado de productos. Por ello, antes de que se pueda aventurar una generalización de cómo las instituciones influyen en los resultados entre los distintos países, argumento usado históricamente para defender unas u otras posturas, es necesario que las conclusiones pasen por varios filtros, desde análisis por países y durante períodos de tiempo diferentes, hasta análisis cruzados, y se enriquezcan de otras áreas, que le den mayor consistencia y base a la extrapolación de los hallazgos.
A pesar de todas la dificultades para determinar el impacto de las instituciones en los agregados económicos, SI hay una conclusión firme a la que se ha llegado y es que las instituciones afectan a la distribución de los beneficios entre trabajador y empresario: los países con salarios determinados por el mercado, presentan mayor inequidad que los países en los que los salarios se determinan por las instituciones presentes en el mercado de trabajo.
Por el contrario y a pesar de los esfuerzos, los investigadores no han conseguido precisar, si es que hay alguno, cual son los efectos de las instituciones sobre agregados económicos como el desempleo, aunque esta afirmación pueda resultar sorprendente a la luz de las numerosas declaraciones políticas que avalaban que determinados cambios pro- mercado aumentarían el empleo.
Como final, Freeman pone de manifiesto que no existen evidencias claras que determinen si las instituciones laborales, además de reducir la desigualdad, afectan de algún otro modo a los resultados económicos, ya sea mejorándolos o empeorándolos. Por ello, Freeman abre el espectro apostando por usar herramientas que hasta el momento han jugado un papel muy pequeño en esta investigación. Así, menciona áreas como la economía experimental o la teoría de juegos, tal que solo ampliando y combinando los puntos de vista y las observaciones desde diferentes perspectivas, podremos capturar la realidad institucional y llegar a conclusiones robustas que ayuden verdaderamente en la toma de decisiones.
En resumen, de este artículo pueden extraerse las siguientes conclusiones:
Primera, la falta de consenso en torno a la definición de institución en el mercado de trabajo.
Segunda, la gran variedad de arreglos institucionales en el mercado de trabajo entre los diferentes países tanto dentro de la OCDE como entre los Tigres Asiáticos: legislación de igualdad en el empleo, comités de empresa, normas de seguridad y salud, planes de pensiones, programas de aprendizaje, laboral, …
Tercera, el desempeño económico varía mucho tanto entre países desarrollados, incluso dentro de la OCDE, como en desarrollo.
Cuarta, Freeman defiende que la teoría económica no proporciona una orientación clara en cuanto a los efectos de las instituciones en el mercado de trabajo.
Quinta, hay variables, distintas de las instituciones del mercado laboral, que pueden influir a la hora de explicar los distintos resultados económicos.
Sexta, no existen evidencias claras de que las instituciones del mercado de trabajo afecten a agregados económicos como el desempleo, sí las hay por el contrario de que a lo que afectan es a la distribución del beneficio entre trabajadores y empresarios.
Lo único que cabe entonces preguntarse ahora es, ¿en base a qué argumentos se están tomando las actuales medidas para luchar contra el desempleo, véase la Reforma Laboral de nuestro gobierno? ¿Hacen economía o simplemente política disfrazada?
[1] Freeman Richard B. (January 2008) Discussion Paper No 844: Labor Market Institutions around the World. Center for Economic Performance (CEP).
[2] Jobs Study 1994
[3] World Bank 1990