PorONU). En 2030, la demanda global de alimentos habrá aumentado un 50%, la de energía un 45% y la de agua un 30%. “Las economías están frágiles, la desigualdad está creciendo y la temperatura global del planeta sigue aumentando. Necesitamos un cambio dramático”. Son datos que se extraen de un informe elaborado por el grupo de Alto Nivel sobre la Sostenibilidad Global de la ONU, publicado el pasado enero, en el que también se alerta de que la salud y la educación deben mejorar, los subsidios a los combustibles fósiles deben cesar y los gobiernos deben considerar otros indicadores de desarrollo económico, además del Producto Interior Bruto (PIB). En el citado informe se expone que la actual crisis financiera “fue causada en parte por reglas de mercado que alientan la mentalidad cortoplacista y no premian las inversiones sostenibles”.
Los actuales patrones de consumo, fundamentalmente en Occidente, no son sostenibles y es hora de cambiar la dirección de la economía, advierte la Organización de Naciones Unidas (
Pero a pesar de este futuro tan poco esperanzador, comienzan a florecer los primeros modelos alternativos que tratan de revertir el sistema económico mundial actual.
“La economía debe recuperar los valores constitucionales de las democracias occidentales”, comenta Christian Felber al público presente -unas 200 personas- en una conferencia en Madrid celebrada a principios de abril. El austríaco, especialista en economía sostenible y alternativas para los mercados financieros y percusor de la Banca Democrática en Austria, ha desarrollado un nuevo modelo internacional de economía, junto con otros 15 empresarios, denominado Economía del Bien Común (EBC). Fue el 6 de octubre de 2010, en una reunión de unas 100 personas, cuando se decidió dar el pistoletazo de salida al modelo. Desde entonces hasta la fecha, Felber ha tratado de propagarlo a todos los países que visita, y en la actualidad, 250 empresas de distintas partes del mundo y de distinta índole lo apoyan, y 70 han decidido implementarlo . En España son alrededor de 50 las empresas interesadas en él, pero “todavía no hay ninguna con el Balance del Bien Común hecho, puesto que este ha sido revisado y publicado en la versión 4.0 desde marzo de 2012, y llevamos apenas 4 meses sembrando semillas en España y Latinoamérica”, comenta Ana Moreno, la representante de la Economía del Bien Común en España y Latinoamérica.
El punto de partida en el que se sitúa este modelo es en que existe una contradicción ética en el sistema económico actual, porque las dos grandes reglas que lo rigen -el afán de lucro y la competencia- y los valores que se fomentan con ellas -el egoísmo, la avidez, la envidia, la desconsideración, la irresponsabilidad y la desconfianza-, “no es lo que permite florecer las relaciones interhumanas, y por tanto, lo que nos permite vivir felices, según indican muchos estudios psicológicos y sociológicos al respecto”, comenta Felber. El modelo de la Economía del Bien Común propone que las actuales reglas del juego –afán de lucro y competencia- se sustituyan por la búsqueda del bien común para la mayor parte de la ciudadanía y la cooperación. “Y de este modo”, sigue Felber, “potenciar los valores que hacen florecer las relaciones interhumanas tales como: la honestidad, el aprecio, la confianza, la solidaridad y la generosidad”. La EBC no propone nada nuevo, sino que los valores que se pretenden fomentar con este modelo, ya están perfectamente recogidos en los textos constitucionales de las democracias occidentales y en la propia Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sin ir más lejos, la Constitución Española dice en su preámbulo: “la nación española (…) promoverá el bien común de quienes la integran”. “De lo que se trataría es de poner en consonancia las reglas económicas que rigen el orden mundial, con el espíritu de las Constituciones que ya tenemos”, argumenta Felber.
La pareja catalana formada por Sara y Joan, que desde el año 96 se han dedicado a la rehabilitación de viviendas, “rehabilitar siempre nos pareció mejor que construir”, comenta Sara a Periodismo Humano, hace un año decidió poner en marcha una empresa de rehabilitación consciente, esto es: rehabilitar bajo la premisa de la eficiencia energética, para conseguir viviendas con un gasto energético nulo, y por tanto, un menor coste económico para las familias que las habiten y propiciando menos emisiones de CO2 a la atmósfera. “Ha habido una buena respuesta por parte de los clientes, porque cada vez son más conscientes de lo que este modelo conlleva: menos gasto en luz y gas. Ya hay una cantidad elevada de hogares en España en los que se está dando la pobreza energética, porque los precios están elevándose mucho. Con el tipo de rehabilitación que proponemos, el gasto de energía se reduce bastante, por lo que se reducen también los gastos derivados de ella, a la par que se respeta el medio ambiente”.
A Sara y Joan la crisis, como a todos los que trabajan en el sector de la construcción, les golpeó bastante. “Nos dimos cuenta que la única manera de salir adelante era a través de la cooperación con amigos y gente que nos rodeaba. Nos hemos dado la mano para colaborar entre nosotros y volver a empezar, haciendo las cosas bien desde el principio. Yo creo que la gente es buena, sólo que el miedo a perder lo que tiene, le puede llegar a hacer actuar de mala fe. Cuando estás en la picota, como ha colocado esta crisis a muchos, decides superar el miedo y seguir adelante”.
La pareja cada vez que hay un edificio para rehabilitar, subcontrata al grupo de arquitectos, constructores… y realizan la obra. Todos cobran entre un 15 y un 20% menos que los que trabajan para las grandes constructoras, pero según Sara, lo hacen de forma consciente, porque no se puede estar siempre pensando en “ganar, ganar y ganar”. “La economía tiene que ser un medio para poder vivir, pero no a través de la competencia, sino de la cooperación”. Además, rebajando costes, se vuelven más competitivos en un mercado cada vez más agresivo con las pequeñas empresas. “En Manresa, al lado del Ayuntamiento, hay unas fincas construidas cuyo precio por vivienda son unos 114.000 euros. Muy cerca nosotros hemos rehabilitado una vivienda con eficiencia energética, cuyos pisos van a salir a la venta por 90 y 80 mil euros. Tratamos de ofrecer mejor servicio, a menor precio y de momento a nosotros nos funciona. Podemos vivir de esto”.
Sara cuenta a Periodismo Humano que conoció el modelo económico propuesto por Felber por Internet, y tanto ella como su pareja, están dispuestos a someterse al balance que propone para demostrar que ellos forman parte de una de esas empresas que promueven el bien común. “Tengo dos hijos de 8 y 9 años y cuando ves el informativo con ellos siempre preguntan: ¿y por qué no se ayudan entre todos? (para poder salir de la crisis). Eso para mí es una bofetada de realidad”.
Sara considera que el modelo que propone Felber es en parte una utopía, pero en sus propias palabras: “hay utopías que pueden materializarse, sino al 100% de lo que se propone, sí al 50%. No queda otra: nos concienciamos o esto se termina”.
A unos kilómetros al sur de Sara y Joan, en el Muro de Alcoy (Alicante), Juan y Toni comparten además de amistad, una filosofía de vida basada en el compromiso del ecosistema que les rodea y la recuperación de los valores sociales y culturales de su tierra. Desde el año 2004 gestionan una pequeña empresa vitivinícola, con la intención de recuperar las tierras minifundistas del enclave montañoso de la zona norte de Alicante a la que pertenecen. “El proyecto Microviña, nace con la intención de recuperar el viñedo autóctono de la zona respetando el medioambiente. Los hijos o los nietos de los propietarios de esos minifundios, que ahora son arquitectos, profesores, amas de casa, carniceros… forman parte de este proceso, que sin ser la pretensión inicial, se ha convertido en un plan estratégico de desarrollo sostenible”. Juan nos cuenta cómo al mismo tiempo que ellos estaban poniendo en marcha este proyecto en Muro de Alcoy, se enteraron de que Christian Felber ponía en marcha en Austria el modelo de Economía del Bien Común. “Esto nos demostró que en distintas partes del mundo tenemos la necesidad de que haya un cambio, que no va a venir dado por parte de los políticos, sino que debemos ser las personas desde abajo las que lo propiciemos”.
Los 30 agricultores minifundistas que forman parte del proyecto Microviña están contribuyendo a que el deterioro del paisaje de la zona producido por el abandono de estos cultivos, debido a que los agricultores no podían vivir de ello, se frene. “Es una especie de activismo agrícola para la recuperación del entorno en el que vivimos, y por tanto, para la recuperación de una parte de la cultura a la que pertenece ese entorno”. El sello microviña que aparece en sus vinos significa que están elaborados: pagando al agricultor un precio justo por su elaboración; que el trabajo se ha hecho con viñas autóctonas y respetando el entorno medioambiental de la zona; que la responsabilidad empresarial está gestionada desde abajo y que se fomenta con ello la cultura rural del lugar.
“Es fundamental”, dice Juan, “que el sistema económico actual cambie. Hemos sucumbido ante él, por pensar que no nos quedaba otro remedio que aceptar lo que nos han impuesto. Esa actitud debe cambiar”. Para Juan es muy importante la idea de que una empresa que remunera bien a sus trabajadores o que contribuye a cuidar el medioambiente, entre otras cosas, se vea recompensada de alguna manera en el mercado. “Estamos ante una sociedad podrida y cualquier luz que trate de mejorar el sistema económico actual para conseguir el bien común, debe ser bien recibida”, concluye.
Pero, ¿cómo conseguir revertir la situación actual y que florezcan más empresas como estas?
Repensando la medición de lo que se entiende como éxito económico, tanto a nivel macro, como micro y premiando a las empresas que apuesten por un modelo más sostenible, es la respuesta de Christian Felber. “A nivel macroeconómico lo que determina el crecimiento de un país es el Producto Interior Bruto (PIB), ¿pero el PIB es capaz de decirnos si se trata de un país que está en guerra o en paz; en el que hay democracia o una dictadura; si destruimos o cuidamos los ecosistemas; si el reparto de la riqueza es justo o hay una parte excluida que pasa hambre; si en una sociedad crece la confianza o el miedo? Efectivamente parece que no, porque el PIB es un indicador monetario, y el dinero no es capaz de medir lo que realmente vale. El objetivo principal de la economía ha sido siempre satisfacer las necesidades básicas, y el dinero es un medio para poder conseguirlo, no el fin. Por tanto, no se puede medir el éxito económico de un país a través del medio, sino mediante los objetivos conseguidos por ese medio, que deben ser la satisfacción de las necesidades básicas de la mayor parte de la sociedad. Es un error metodológico fundamental que sea el PIB el indicador de los valores fundamentales de la calidad de vida de un determinado país”.
Propone Felber a través del modelo que representa, que en cada comunidad se hagan asambleas para determinar a votación popular cuáles son los valores fundamentales -entre 15 y 20- que midan su calidad de vida y que cada año sean sometidos a revisión. “De este modo sabremos de forma más exacta que con el PIB, qué tal nos va”.
A nivel micro sucedería algo parecido: el beneficio de una empresa, por ser un indicador monetario exclusivamente, no refleja “si crea o destruye empleo; si mejora las condiciones laborales de los trabajadores; si paga por igual a mujeres y a hombres; si destruye o conserva el medioambiente; o si invierte en armas o en producir comestibles regionales biológicos”. Lo que el modelo de la EBC propone a este nivel – y basándose en los 5 valores más frecuentes de las democracias occidentales actuales, según Felber, que son: dignidad humana, solidaridad, sostenibilidad con el medio ambiente, justicia social, participación democrática y transparencia- es medir el éxito de las empresas de 0 a 1000 puntos, que se obtendrán en función del respeto que demuestren hacia los valores fundamentales. “Esos puntos se harán visibles en el código de barras de cada producto, para que el consumidor que vaya a comprarlos sepa bajo qué criterios están producidos, es decir, si se ha producido respetando el medio ambiente, o sí además de respetar el medio ambiente también se ha producido pagando iguales salarios a los hombres y las mujeres que trabajan para la empresa, etc. Así, en función de los valores que se respeten en su elaboración, se obtendrán más o menos puntos”.
Cuando se le pregunta a Felber qué diferencia existe entre este tipo de modelo económico que propone y los que existen actualmente como el comercio justo, ecológico o social, contesta que la diferencia radica en el carácter holístico del mismo. “Lo que propone el modelo de la EBC es una visión global de todos ellos”.
Uno de los escollos con los que se encuentra la implementación de este modelo es que muchos de esos productos que actualmente se fabrican con mano de obra infantil esclava, destruyendo el medio ambiente o practicando la desigualdad salarial entre hombres y mujeres son más baratos en el mercado, que aquellos que respetan el medio ambiente y los derechos humanos. Por tanto, el modelo de la EBC propone que se debe ofrecer de forma legal amplios abanicos de incentivos a las empresas que lo implementen tales como: tasas de plusvalía reducidas hasta 0% para las empresas que mejor implemente el modelo, y de 100% para las que menos lo tengan en cuenta. Lo mismo sucederá con las tasas de aduanas, los intereses de los créditos que soliciten, además de ofrecerles prioridad en la compra pública y cooperación en la investigación universitaria. Otra de las propuestas del modelo de Felber es la prohibición de las inversiones financieras, tragarse unas empresas a otras -lo que se conoce con el nombre de OPA-, la distribución de los beneficios a personas que no trabajan en la empresa y las donaciones a partidos políticos.
Felber es consciente de que el cambio a un modelo económico de estas características es difícil y tiene que venir desde abajo, “consiguiendo que este tipo de propuestas salgan a la luz pública, de tal modo que entre todos se pueda llegar a un consenso sobre qué tipo de reglas se han de establecer en el sistema económico, con la intención de alcanzar el bien común”.
En la conferencia de Madrid propone un juego que consiste en preguntar a los participantes cuánto creen que debe exceder el salario máximo del mínimo en su país. Se obtendrá como resultado que el salario máximo nunca debe ser 10 veces mayor que el mínimo. “De las 600 veces que hemos hecho el juego hasta hoy en 6 países diferentes, siempre hubo resultados similares a este. Sin embargo, en Austria el salario máximo es 800 veces mayor que el mínimo, en Alemania 5000 veces más y en EEUU 65 mil veces más en la industria y 360 mil veces más en las finanzas. Esto es inconstitucional. Se debe limitar la desigualdad de renta, la propiedad privada, la herencia y democratizar las empresas de tal forma que se recupere el auténtico significado de la palabra competencia, que deriva del latín com (juntos) y petere (buscar). Buscar juntos para mí es cooperar y eso se ha de conseguir recompensando los valores que fomenten esa cooperación”.
Felber cree que la sociedad está pidiendo a gritos este cambio y lo justifica indicando que en una encuesta reciente en la que se preguntaba a la gente “¿desea conscientemente un nuevo orden económico?” en Alemania, el 88% de las personas dijeron que sí, “y en Austria, que todavía hay una mayor calidad de vida, dio el sí el 90% de los encuestados”.
“Y este modelo de la Economía del Bien Común que proponemos tan sólo es el pétalo de una flor. El 15M será otro pétalo, la banca solidaria otro… de tal modo que en el centro de la flor esté la democracia real. Porque no importa en qué estemos comprometidos, nuestro objetivo como ciudadanos debe ser conseguir un mejor sistema democrático, que el que tenemos”