Túnez, Rabat, Madrid, Roma...Crece la intolerancia religiosa contra la sociedad civil

Túnez, Rabat, Madrid, Roma...Crece la intolerancia religiosa contra la sociedad civil

AsturiasMundial.-La presente, y con visos de duradera, crisis económica mundial puede concluir en dos escenarios de muy distinto signo y efectos para la humanidad. Uno de ellos el aquél en el que la sociedad reequilibra su conducta y esfuerzo productivo, rebajando la compulsión consumista que la lleva actualmente a 'devorar' prácticamente el planeta y convertirlo en inhabitable --para la especie humana, claro, no para otras formas de vida-- y aumentando proporcionalmente la pulsión cultural y societaria en el respeto a la mutua libertad y el disfrute compartido y solidario del ocio y los bienes esenciales para una calidad de vida permanente y sostenible.

 

El otro escenario es una nueva Edad Oscura, con la tecnología en manos de unos pocos técnicos al servicio de los poderosos, muchedumbres humanas sojuzgadas y obligadas a vivir en la miseria física e intelectual, despojada de los derechos apenas consolidados actualmente tras siglos de constante avance y retroceso, y el agua y la energía racionadas como arma de premio/castigo a las masas por parte de la clase dominante. Ese no es sólo un escenario posible, sino que diversos indicadores apuntan a que determinadas élites trabajan ya en esa dirección.

 

Es evidente que el primer resultado de una crisis financiera provocada a todas luces con pleno conocimiento por sus actores está consiguiendo en menos de una década --no hay más que ver el caso de España-- hacer desaparecer las clases medias, verdadera salvaguardia de las libertades por la natural oposición de individuos bien informados y alimentados a que se ejerza sobre ellos cualquier tipo de dictadura, por el expedito sistema de empobrecerlas. Las clases medias en Europa, a su vez bastión de libertades en un mundo confuso la mitad del cual, la islámica, aún vive en el año 1.300, están siendo eliminadas por el exeditivo método de obligarlas a comerse sus ahorros y su patrimonio hasta desaparecer como tales.

 

Paulatinamente, la destecnologización y aculturación de esas mismas clases medias, altas o bajas, se acentúa, ya que el siguiente paso en marcha es reorientar la educación hacia los oficios manuales o sin transferencia de conocimiento, redimensionando el empleo en bajísimos niveles salariales que apenas permitan la supervivencia. Y eso se está planteando cada vez con más fuerza en la misma sociedad española, con el señuelo de que así se creará empleo, pero sin advertir a una población confusa, incluso aterrorizada por la ausencia de futuro, de que el modelo puede instalarse con vocación de permanencia. A fin de cuentas, para las élites del poder es mucho más cómodo dar órdenes que negociar, proponer y transar.

 

Y en este panorama, aparece otra luz de alarma, destellando con fuerza en los informativos de cada día. El recrudecimiento de la violencia religiosa contra la sociedad cil . Vemos hoy mismo en AsturiasMundial cómo en Túnez, un país puesto como ejemplo de una cierta modernidad garante de unas mínimas libertades civiles, dos jóvenes blogueros han sido condenados a SIETE años de cárcel por publicar una caricatura del profeta. El grave problema es que el Tribunal, ordinario, se comporta ya como un tribunal religioso, tras el triunfo de los islamistas en las pasadas elecciones. En Marruecos, el incómodo vecino del sur, el nuevo gobierno islamista ha obligado ayer a la radio y la televisión pública a emitir los llamamientos a la oración durante todo el día, lo que ya indica cuáles serán los siguientes pasos en la involución en un país que apenas si atisbaba algunos visos de ella.

 

Hablamos del Islam, pero ¿qué pensar del catolicismo? Su jerarquía parece cada vez más distanciada del sentir de la sociedad, y hoy mismo las mujeres se levantan con la noticia de que el Papa refrenda de nuevo, ésta vez con tono de amenaza a los sacerdotes disidentes, la inferioridad de la mujer respecto del hombre por lo que nunca podrá acceder a sus mismas potestades. Ya no puede decirlo ni más alto ni más claro. Eso, desde Roma. Pero tenemos ejemplos más cercanos de retroceso de la sociedad civil respecto a la imposición religiosa, al igual que en Túnez, con el auxilio del propio Estado. Ahí está la prohibición, por segunda vez, de una manifestación laica, por parte de la Delegada del Gobierno en Madrid, a una asociación de vecinos de Lavapiés, a los que prohibe, con dudosa, por no decir ninguna, constitucionalidad, manifestarse en SU PROPIO BARRIO, alegando que pueden molestar a los católicos españoles que sí tienen derechos fundamentales a manifestarse, alega la Delegada. ¿Es grave esta actitud? Es sintomática. Abre un camino en el que el Estado se impregna de nuevo del prohibicionismo limitante religioso (proscripción de los preservativos, supresión del DIU por "abortivo", establecimiento de penas de cárcel por practicar abortos y criminalización de la mujer que precise abortar, ya sea por violación, malformación, peligro de su vida, miseria vital, etc; incremento de los recursos para la enseñanza en centros privados religiosos rebajando la calidad y universalidad de la enseñanza pública y un largo etcétera cuya inmediata aplicación se defiende machaconamente desde los medios afines al sector más conservador de la sociedad con la justificación de que todo ello es inmoral y ofende a los católicos.).

 

La sociedad no puede, no debe por su propia seguridad, mirar hacia otro lado cuando cualquiera de las alertas de que se camina hacia una nueva Edad Oscura se enciende como un faro destellante. Y ya son muchas las que brillan. La económica, el integrismo religioso y la tecnológica. De ésta última nos da ejemplo el señor Cámeron, que decide autorizar el escrutinio y almacenaje de nuestra mensajería y hábitos en internet y en las redes sociales.

 

La sociedad, aún informada y con cierta voz para expresarse, debe de estar alerta, analizar, valorar y denunciar aquellas conductas que afectan decisivamente a su futuro y el de la Humanidad, sin duda actualmente en una preocupante encrucijada. La libertad y la dignidad que confiere a la persona, se aprecian más cuando se pierden, pero entonces ya es tarde.

 

FOTO: El mundo, según la novela 1984, de Georges Orwell

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