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Jeddo –abuelo, en árabe- sabía que su verdadero nombre, Ali Mahmud Othman, figuraba entre los más buscados de Homs. Sucedía desde que, al principio de la revolución, se implicase en la organización de las manifestaciones, pero su condición de buscado se agravó desde que destinase el dinero del que disponía en comprarse una cámara de vídeo para filmar la represión armada de las protestas pacíficas en lugar de comprarse un fusil de asalto, como relataría una de las noches de cerco militar a Periodismo Humano durante la estancia de esta reportera en Homs. “En la revolución de Hama, en 1982, no había periodistas y la gente no tenía acceso a cámaras ni a Internet. Nadie supo de lo ocurrido hasta varios meses después. Por eso pensamos que las imágenes son el arma más poderosa contra Bashar Assad”.Ali Othman se consagró como el responsable del centro de prensa de Baba Amr, el más activo de toda Siria, y se dedicó a registrar con su cámara la ofensiva militar y a promover sus propias grabaciones y las de sus colegas para que el mundo supiese lo que está ocurriendo en Homs. Y como tal fue detenido el pasado miércoles 28 en la ciudad de Aleppo, a donde se había trasladado huyendo de la capital de la revuelta siria: según sus colegas, “está siendo sometido a las peores formas de tortura desde su arresto”. “Nosotros, los integrantes del centro de prensa, llamamos a todas las ONG del mundo, así como a la Federación de Periodistas Arabes y a Naciones Unidas a actuar inmediatamente para salvar la vida del periodista y activista Ali Othman. Responsabilizaremos completamente al régimen sirio de Assad de cualquier daño que se le cause”, se afirma en un comunicado emitido por el centro de información de Baba Amr.
Ali, identificado como Eyyed en el artículo Los ojos de la revolución para proteger su verdadera identidad –como el resto de los activistas sirios, prefería entonces no dar su nombre por temor a una detención- sabía muy bien que podía seguir ese destino. Este vendedor de verduras de 34 años, natural de Baba Amr, casado y con cinco hijos de corta edad, decidió permanecer en el barrio mártir de Homs incluso cuando las tropas de la IV División del Ejército Sirio reconquistaron el barrio el pasado febrero, tras casi un mes de bombardeos. Rechazó las vías de escape que emplearon sus compañeros junto a buena parte de la población civil y los combatientes del Ejército Libre de Siria por convicciones. “Si hay gente que no puede escapar del barrio, ¿cómo me voy a ir? Si ellos se quedan, yo me quedo. Alguien tiene que ser testigo de lo que está ocurriendo”, argumentó en la última conversación que mantuvimos, vía Skype, horas antes de la caída del barrio.
En las semanas siguientes, su cuenta quedó desactivada. Eso no preocupaba a sus colegas. “Jeddo conoce hasta el último palmo de Baba Amr. Sabe cómo esconderse”, explicaba Abu Ala, uno de los integrantes del centro de prensa. Hace 10 días, volvía a aparecer conectado. En una corta conversación, Ali dijo “estar a salvo, en Aleppo”. Parecía de buen ánimo: su única preocupación en nuestra charla era conocer la suerte de los periodistas extranjeros a los que ayudó a evacuar de Baba Amr horas antes de la caída del barrio.
La periodista Mónica G. Prieto, corresponsal de Periodismo Humano, y Jeddo esquivan los disparos del ejército de Assad al intentar cruzar una calle de Homs batida por fuego de francotiradores y soldados contra cualquier persona a la vista.
Ali Othman era clave para la difusión de información de lo que acontecía en el barrio, y no sólo para las redes sociales. Jeddo dirigía al equipo de cámaras ciudadanos –el lo fundó junto a otros cuatro vecinos- y también ayudaba a los periodistas extranjero: facilitando la entrada y la salida clandestina al barrio, proporcionando refugio, conexión a Internet vía satélite y su propio material de trabajo si era necesario, y acompañando personalmente a los informadores allá donde éstos quisieran acudir para guiarles de forma segura por el barrio asediado.
Se implicaba personalmente en cada visita, y sufría con cada muerte a la que asistía, en especial con las de los miembros de su equipo. Su camioneta, en la que solía acarrear cajas con frutas y verduras antes de la revolución, se convirtió en su medio para rescatar heridos y cadáveres: la parte trasera solía estar teñida de sangre. Se llegó a enfrentar, en momentos de grave tensión bélica, con los desertores del Ejército Libre de Siria, que le acusaban de arriesgar su estrategia militar cuando grababa los combates. “No tenemos nada que esconder, estamos luchando por la libertad”, argumentaba.
Jeddo se había hecho a sí mismo. De origen humilde, nunca había tenido acceso a una cámara fotográfica o de vídeo hasta el inicio del levantamiento, ni tampoco tenía ordenador en casa. “Lo más parecido que había hecho es grabar los cumpleaños de mis hijos con mi teléfono móvil”, explicaba entre risas el pasado diciembre. Cuando decidió significarse, con el apoyo de su familia, en la difusión de los acontecimientos de Homs se convirtió en un autodidacta de la imagen. Se hizo con su inseparable cámara y con un portátil y aprendió a navegar en la red con notable destreza. “Aprendo viendo vídeos y leyendo en Internet, y cada vez que viene un periodista me fijo en cómo graba, en qué tipo de planos toma, en cómo se sitúa para filmar. Vosotros sois mi escuela”, decía en diciembre. El, a su vez, se convertiría en el maestro de su equipo de informadores ciudadanos.
Jeddo elegía siempre las grabaciones más arriesgadas. No era el único: ningún cámara ciudadano del centro de prensa de Baba Amr rechazaba las misiones que Ali distribuía a medida que los ataques se cebaban contra el barrio. Durante meses, había mantenido su rostro fuera de las cámaras para mantener a salvo su identidad, pero a medida que arreciaba la ofensiva militar decidió salir del anonimato dando la cara en sus grabaciones para explicar, en árabe, los ataques del Ejército de Assad. Así se significó más si cabe en la denuncia de los crímenes de la dictadura siria, en una postura que sus compañeros temían y, al mismo tiempo, admiraban.
Pero ni su nombre ni su caso se habrían conocido públicamente de no haber sido una persona clave en la salida de los periodistas occidentales tras el ataque contra el centro de prensa del pasado 22 de febrero. Se encontraba en el apartamento en el momento del ataque, como una decena de cámaras sirios, y fue el primero en filmar los cadáveres de Marie Colvin y Remi Ochlik en la entrada del edificio. Utilizó su desvencijada furgoneta para evacuar a los heridos al hospital de campaña, y lideró junto a Abu Hanin, otro de los más destacados fundadores del centro de prensa, la huída de los periodistas de Homs cuando la entrada del Ejército por tierra era cuestión de horas. Uno de ellos era el cámara británico Paul Conroy, quien valora que el único delito que Damasco puede atribuir a Othman es “haber usado una cámara”.
Su actuación en la evacuación de Conroy ha llevado al Foreing Office británico a emitir un comunicado sobre Othman. “Estamos muy preocupados por las informaciones que indican que Ali Mahmud Othman, responsable del centro de prensa de Homs donde Marie Colvin, Paul Conroy y otros periodistas estaban basados, ha sido capturado por el régimen sirio. Hay también informaciones de que otros colegas de Othman han sido también detenidos, y también de que está siendo torturado y maltratado. Pedimos a las autoridades sirias la inmediata liberación de Othman y de otros presos políticos inmediatamente”.
El equipo de periodistas ciudadanos de Baba Amr, hoy disperso dentro y fuera de las fronteras sirias tras la toma por tierra del barrio de Homs, se encuentra desolado. “Está siendo torturado, le obligaron a telefonear a uno de nosotros para pedirle que fuera a verle a Damasco”, donde fue trasladado dos días después de su detención, explica Omar Shakir en conversación telefónica. Ignoraban que ya se conocía la noticia de su detención y que sus compañeros estaban prevenidos del riesgo. Abu Ala, otro de los activistas, afirma que “están sacándole información sobre sus contactos y poniendo los nombres en una lista negra, y ya los están arrestando. No tenemos información exacta pero sabemos de al menos otras cinco detenciones. El problema es que no podemos hablar con todos los chicos y chicas que permanecen en el interior de Siria”.
Algunos activistas consideran que la detención de Othman es el intento del régimen de aplastar la oficina de información de Baba Amr, la más activa de la revolución siria, para asustar así a otros periodistas ciudadanos del resto del país. Son innumerables los informadores aficionados que han sido asesinados por francotiradores o que han fallecido en bombardeos desde el inicio del levantamiento, y sólo desde el pasado noviembre ocho reporteros han muerto en Siria, lo que según el Comité de Protección de los Periodistas convierte al país árabe en el más peligroso del mundo para la prensa.
La detención de Jeddo arriesga directamente a la quincena de jóvenes que optaron por convertirse en los ojos de la revolución ante las dificultades impuestas por el régimen para que los periodistas accediesen a Baba Amr, e indirectamente a decenas de activistas de Homs con quienes mantenía contacto. Para Abu Ala, sin embargo, eso no es lo más grave que les puede pasar a los miembros de la oficina de prensa. “Lo peor es que acaben con él una vez que le hayan sacado todo”.
FOTO: Ali Othman, Jeddo, en el barrio de Baba Amr, Homs. (Baba Amro News)