Por Biblioasturias.- La ruta Joyce es un cuaderno de viaje, el recorrido por las ciudades que visitó Alfonso Zapico tras los pasos de James Joyce en su arduo proceso de documentación e investigación, que permitiría la realización de la novela gráfica Dublinés, así como por otras urbes que visitó el dibujante asturiano y que fueron decisivas en el proceso de creación de la obra sobre el genial escritor irlandés. Alfonso Zapico (Blimea, San Martín del Rey Aurelio, 1981) trabaja fundamentalmente para el mercado franco-belga y, entre su obra se encuentran las novelas gráficas Café Budapest y La guerra del profesor Bertenev. En La ruta Joyce, esta especie de making off de Dublinés, descubriremos pubs y librerías, extrañas anécdotas, la cara de la gente que pasea por Trieste, los pasos del escritor irlandés, las neuras que le entra a todo autor al realizar una obra y la importancia que tienen las becas de Angoulême para los dibujantes de cómics. Todo muy joyceano.
Mientras Alfonso Zapico, mochila al hombro, se documentaba para escribir Dublinés, la novela gráfica sobre la vida del escritor James Joyce, sintió que bajo las uñas otro libro estaba naciendo; uno que no trataba sobre el autor de Ulises, sino sobre el hombre que le estaba siguiendo los pasos, y que no era otro que él mismo. La ruta Joyce cuenta el proceso creativo de Dublinés, las intenciones de la historia, las dificultades, el desarrollo del libro y finalmente, su aparición editorial. Los dos libros nacieron a la vez, uno como una biografía literaria, y el otro como experimento narrativo.
Este nuevo cómic es una mezcolanza de guía de viajes, autobiografía y anecdotario. En él nos encontramos al propio Zapico recorriendo Dublín, Trieste, París y Zúrich (las cuatro ciudades más importantes en la vida de Joyce), entrando en librerías y museos, consultando mapas, comiendo con amigos, refugiándose de la lluvia, inspeccionando las esquinas por las que pasó el padre de Finnegans Wake y tratando de coser su historia.
Para Zapico convertirse en el propio personaje de su novela ha sido extraño. “Por una parte soy muy tímido en la vida real. En cambio, sobre el papel hago un ejercicio de extroversión que está muy bien, porque puedo hablar en primera persona, puede hacer partícipes a los lectores de mis impresiones, de mis dudas, de mis anhelos. El cómic es mi verdadero lenguaje”.
Para un autor de cómics no siempre es factible viajar para dibujar algo; la mayoría recurren a documentación audiovisual, ya que la cantidad de trabajo no les permite hacer demasiado turismo. Pero con este libro, Alfonso Zapico quiso experimentar, probarse a mí mismo. En esta serie de viajes hizo descubrimientos de primera mano tan rocambolescos como que en Irlanda no se leen cómics (“los irlandeses no sienten la necesidad de transmitir a través de los dibujos, viniendo como vienen de una fuerte tradición oral”) o que en Trieste el Museo Joyce se limita a una fotografía del escritor pegada con celofán a la pared, un monitor de pantalla plana y un teclado conectado a una terminal. “Aquí la verdad es que no me ha hecho falta dramatizar nada, la situación era tal cual la dibujé, e imagino que a día de hoy será mucho peor. Durante años, una clase política infame ha laminado el circuito cultural de Italia, entendiendo que suponía un gasto (cuando en realidad era una gran inversión). Pero Italia superará los tiempos difíciles, y la cultura sobrevivirá” afirma el dibujante.
La ruta Joyce presenta un tono desenfadado y fluido, salpicado con gran cantidad de anécdotas curiosas e incluso inesperadas. Además, Zapico decidió seguir los pasos de Joyce también en su mirada: fijarse en los pequeños detalles de la vida cotidiana. El dibujante nos describe desde la gente que ve cuando pasea, hasta cómo un día tuvo que ir con el abrigo abrazado para que no se le cayeran los botones descosidos. “Lo que diferencia los viajes no son los lugares, los hoteles o los monumentos, sino la forma en que los percibimos, lo que nos pasa, lo que sentimos” explica Zapico. “Y todo eso, lo más importante, está en los pequeños personajes, en los pequeños detalles”.
Al más mínimo descuido, el autor-protagonista se nos cuela en cuantos pubs y librerías encuentra en Irlanda, Francia, Italia y Suiza. Esos pequeños templos de sabiduría que, según Zapico, “son precisamente, dos de los sitios a los que cualquier persona con espíritu de búsqueda debería acudir para encontrar sentido a su propia existencia”.
Hay un alto en el camino de La ruta Joyce para contarnos la estancia del dibujante en Angoulême, ya que en agosto de 2009 Zapico recibió un nuevo impulso para la realización de Dublinés; La maison des Auters aprobó el proyecto y le concendió una ‘Residencia de Creación’ en la meca del cómic europeo. El autor afirma que este tipo de becas tienen muchísima importancia ya que “me ha permitido salir de un aislamiento geográfico y creativo y me ha ayudado a absorber un montón de influencias, ideas y métodos de trabajo. Todos los autores que han pasado por aquí se van, en mayor o menor medida, con la sensación de que ha merecido la pena su pequeño periplo en esta ciudad rodeada de viñedos y campos de girasol. Es la colectivización creativa del siglo XXI”.
En La ruta Joyce el dibujante langreano comparte las neuras y los miedos que le entran a los autores cuando están haciendo una obra, pero también ha dibujado las pequeñas sorpresas y satisfacciones que suelen acompañar a un libro. Una de sus preocupaciones era precisamente el maridaje entre la literatura y el cómic. Así lo refleja en una de las primeras viñetas del libro, en la que una imagen aparece en su cabeza: la Literatura y el Cómic caminando de la mano, mientras el Cómic le pregunta a la Literatura “¿estás contenta de que estemos juntos?” y ésta le responde “calla, que me vergüenzas”. “Esta imagen si no es del todo real, al menos sí la ven (o la veían así) una buena parte de lectores que aún no conocían la novela gráfica” explica el autor. “Pero soy optimista, y el cómic convive ya feliz con la literatura generalista, comparten espacios de venta, festivales, premios… Eso sí, es un romance que acaba de comenzar”.
Alfonso Zapico afirma que lo mejor de sus viajes fueron los pubs y las pintas de cerveza negra de Dublín, la vista del Adriático desde el espigón de Miramare en Trieste y el París de la Place des Vosges. “Zúrich es una ciudad muy bonita, pero representa un modelo económico que me produce una gran aversión”.
Tras la presentación de Dublinés en Dublín, el dibujante fue a un pintoresco pub con un irlandés muy especial, David Smith. Dibujó a David y a este pub en La ruta Joyce, y ahora David ha impreso la página del libro y la han enmarcado y colgado en el pub. “Los pequeños detalles de ida y vuelta, vividos y dibujados. ¡Más joyceano imposible!” apostilla divertido Zapico. Pero, ¿qué significa el adjetivo joyceano? El propio autor nos lo explica: “es todo aquello real, común, vulgar o escatológico a veces, y que no por ello deja de ser extraordinario y digno de protagonismo”