Por Amaia Portugal/SINC.-Billy Wilder falleció el 27 de marzo de 2002, dejando un gran legado de películas memorables. Pero antes de ser un famoso guionista y cineasta en Hollywood, ejerció como periodista en su Austria natal y en Alemania. Simón Peña, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la UPV/EHU, ha investigado conjuntamente su trayectoria profesional y la imagen que dio de este oficio en su filmografía, prestando especial atención a los 240 periodistas que desfilaron por las 26 obras en las que fue guionista y director, y sobre todo a El gran carnaval y Primera plana, inspiradas en el gremio.
Precisamente, la expresión Caballeros de la prensa se menciona en estas dos películas. Peña la ha elegido para la cabecera de su trabajo porque es un fiel reflejo de la perspectiva que ofrece Wilder sobre el periodismo: “Uno de los personajes siempre la pronuncia, para dirigirse de forma despectiva, irónica y sarcástica a los periodistas.
En teoría caballero es una palabra que apela al honor, como si hablaran con respeto y admiración por su trabajo, pero siempre la utilizan de la forma más negativa”. Además, al decir caballero, queda claro que el cineasta está representando un mundo de hombres, y con prensa, está diciendo que se trata de medios escritos. “La expresión sintetiza la ironía y el sarcasmo que Billy Wilder tiene respecto a la profesión, a lo que hay que añadir el hecho de que sean hombres y trabajen en prensa”, dice el autor de este trabajo.
De todas maneras, y a pesar del sarcasmo, la opinión que el cineasta tiene sobre su antigua profesión no es tan mala como parece, según se concluye de este trabajo de investigación: “Por encima de todo mensaje irónico, implacable e hiriente, la imagen que queda del periodismo es que tiene una función importante en la sociedad, y que es imprescindible”.
Parte de su experiencia
Wilder ejerció de periodista en los años 20, y principalmente en los diarios sensacionalistas de Viena y Berlín, hasta que, por ser judío, huyó cuando el nazismo empezaba a florecer. En cuanto a las fuentes de información de la época, Peña ha estudiado las investigaciones llevadas a cabo por el periodista vienés Andreas Hutter, además de leer dos antologías publicadas con los textos periodísticos de Wilder.
Se deduce que, en gran medida, los periodistas de sus películas fueron creados en base a su experiencia laboral: “Tenía una idea muy nítida sobre el periodismo que se hacía en los años 20: se aprendía en la calle y no en la universidad, no había presencia de mujeres, requería devoción y no se trataba de un mero modo de vida… No es autobiográfico, pero seguro que no le era, para nada, ajeno, y que puso a disposición de la caracterización de sus personajes muchos rasgos que le eran familiares”.
Como muestra de ello, representó el oficio con el romanticismo propio de la época en la que él ejerció, a pesar de que las películas se filmaron bastante más tarde. Además, siempre reflejó el periodismo de tipo sensacionalista, porque es el que él vivió, así como los oscuros vínculos entre la prensa y la política, de los que fue testigo. Y por si fuera poco, muchos de los que colaboraron en sus películas eran experiodistas. De hecho, al igual que Wilder, los guionistas Walter Newman, Lesser Samuels (El gran carnaval) e I.A.L. Diamond (Primera plana) conocieron el oficio de primera mano.
Justificable
Así pues, las películas de Wilder no son pura ficción periodística; lo que ahí se ve reflejado no son mentiras, sino su experiencia laboral. Lo que ocurre es que lleva al extremo los estereotipos negativos del oficio. Según el análisis de Peña, en estas películas, el 90 % de los periodistas son hombres, su trabajo es absorbente (54,2 %), traicionan a sus colegas (37,5 %), son cínicos (% 54,1), son manipuladores (37,5 %), su comportamiento no es nada ético (% 73,1)… Pero esta imagen distorsionada del periodismo ha sido creada aposta por Wilder, porque pone el foco sobre el periodismo sensacionalista; eso es lo que quiere retratar.
De esta manera, y a pesar de todos los estereotipos negativos, los periodistas no son tan malos desde el visor de Wilder. “El retrato puede ser muy cruel e implacable, pero al fin y al cabo, sus películas justifican la necesidad del periodismo. Destapar la corrupción del poder político, defender a los inocentes, denunciar la situación de los más desfavorecidos…
De alguna manera, esa misión suprema justifica todos los defectos, vicios y errores que los periodistas pueden tener”, explica Peña. Y precisamente, cuando habla de denunciar la corrupción política, se deduce que ese es el gremio que, realmente, tiene entre ceja y ceja: “No es una coincidencia que, de toda su filmografía, sea en las películas sobre periodistas donde vierte las críticas más ácidas sobre la clase política. La salvación de los periodistas viene de su contraste con los políticos. Viene a decir que los periodistas pueden cometer muchos errores, pero que siempre serán menos que los del poder político”.
FOTO: Simón Peña Fernández, profesor de la UPV/EHU. Iamgen: Luis Jauregialtzo / Argazki Press.