Shell pisotea los derechos de la población para continuar con las perforaciones peligrosas.
"En el día de ayer, en un juzgado de Alaska, volvieron a encontrarse David y Goliath. El pequeño equipo de abogados defensores de Greenpeace Estados Unidos se enfrentó cara a cara con los representantes de Shell, la petrolera multinacional que presentó una de las más fuertes demandas de su historia contra un pacífico grupo de defensores ambientales.
La decisión del tribunal resonará mucho más allá del pequeño pueblo de Anchorage y ayudará a determinar el futuro del activismo en este país. Pero hagamos un repaso de lo sucedido hasta ahora. En un intento desesperado por proteger sus reservas, Shell está apostando a la realización de nuevas perforaciones en el Ártico.
Sus ejecutivos echaron a correr dulces afirmaciones sobre la “independencia energética”, como si un nuevo golpe maestro de la industria del oro negro fuera suficiente para bajar los precios del gas, solucionar el problema financiero y llevarnos nuevamente a los dorados noventas.
En vez de ver la fusión de hielo y mar como lo que realmente es -una alarmante señal que afectaría al clima de todo el continente- esta empresa, cada vez más desesperada, pretende efectuar nuevas perforaciones en busca de combustible fósil. Olviden la lejanía, las tormentas, las especies, inclusive el pequeño grupo de barcos que tratarán de resolver el problema en caso de un derrame.
En lugar de eso, cierren los ojos, respiren profundo, y piensen lo que significa que una empresa del siglo XXI elija poner sus mejores ingenieros a trabajar en un proyecto diseñado para dañar el clima. Mientras las tormentas castigan nuestras costas y las plagas azotan a nuestros granjeros, Shell insiste en su posición e ignora la energía limpia como si fuera una moda pasajera.
Como habrán adivinado, Greenpeace está totalmente en contra de este circo. Nuestros seguidores alrededor del mundo han enviado cerca de 250 mil e-mails a los ejecutivos de Shell señalando la terrible ironía de su postura. La actriz Lucy Lawless apoyó a Greenpeace Nueva Zelanda en su acción para evitar que buques perforadores zarparan del puerto para emprender el largo viaje a Alaska. Y allí fue cuando Shell decidió tomar las armas.
Nuestras oficinas en Alaska, San Francisco, y Washington D.C., recibieron copias de la demanda simultáneamente. Luego de revisarlas, nuestros abogados no podían creer el alcance de esos documentos: Shell basaba su demanda contra Greenpeace Estados Unidos en una acción que había tenido lugar a casi 10 mil kilómetros de ese país y que había sido conducida por Greenpeace Nueva Zelanda.
La empresa pretendía una orden de restricción a cualquier acción de Greenpeace que “agraviara o interfiriera con cualquier propiedad de Shell”, en cualquier lugar de los Estados Unidos a pesar de que existan miles de leyes contra la interferencia, la violación u otros tipos de molestias.
Lo que Shell quería era una extraordinaria arma legal que pudiera ser usada contra cualquiera de los 500 mil suscriptores vía e-mail que prefirieran actuar un poco más categóricamente de lo que la compañía hubiera deseado. Los jueces rechazaron casi todos los puntos de esta demanda y, en su lugar, ordenaron una orden de restricción temporaria que abarca únicamente a las plataformas de perforación y a los buques de soporte.
Pero hoy en día la empresa vuelve a la corte, reclamando una orden judicial que la proteja tanto de una abuela octogenaria de Idaho como de estudiantes que luchen por su futuro junto a Greenpeace. Una señal del enorme poder que estas empresas tienen en este mundo moderno es que la palabra “protesta” sea vista como una mala palabra. Hoy, cualquier desafío al modelo económico imperante es inmediatamente condenado como antipatriótico. Sólo para recordar: una economía ineficiente liderada por la industria petrolera no es parte de la Constitución, ni está en el Himno Nacional.
Una minoría usó su poder para crear la ilusión de que hay sólo una manera de engrandecer a los Estados Unidos y devolver al país a su lugar en el mundo. De alguna manera, los combustibles fósiles se convirtieron en un pilar de la democracia en lugar de lo que realmente son: enemigos del estado. Pero algo está cambiando. Cuando las compañías como Shell apelan a caros y frívolos procesos para silenciar a los opositores a sus planes, la gente se entera.
Ellos pueden tener todo el dinero del mundo pero existen ahora cientos de personas que ven como una locura todo lo que hace esta empresa condenada al fracaso.
La perforación del Ártico es uno de los grandes errores de nuestra era y ya no debe permitirse. Sea lo que sea que pase en la corte, Greenpeace continuará oponiéndose pacífica y categóricamente a los planes de Shell porque nosotros, las personas, tenemos a la verdad de nuestro lado. Y eso es algo que ni siquiera una empresa petrolera billonaria no puede comprar".
Philip Radford es el Director Ejecutivo de Greenpeace USA