BUNYAKIRI, República Democrática del Congo, (ACNUR) – Claudine* y su marido Pierre* huyeron de su aldea en el este de Congo a principios de enero y encontraron cobijo junto a otras miles de personas en la comuna de Bunyakiri. Pero ahora esta pareja, al igual que otros desplazados internos (IDPs por sus siglas en inglés) de la zona de Kalehe, provincia de Kivu Sur, se enfrentan a un nuevo reto: la lucha por sobrevivir.
Los combates de los últimos cuatro meses entre los rebeldes de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR) y las milicias Maï Maï, han obligado a más de 100.000 personas a abandonar la zona de Shabunda y buscar refugio en Kalehe y otros territorios vecinos. La mayoría son agricultores que dependen de las tierras para sobrevivir.
Pero en las principales zonas de recepción de desplazados en Bunyakiri, la tierra escasea y muchos de los recién llegados no pueden permitirse comprar un terreno para cultivar los productos que les aseguren la subsistencia. Pierre gana 800 francos congoleños (unos 90 céntimos de dólar al día), demasiado poco para mantener a su mujer y sus seis hijos.
La comunidad de acogida, ya de por sí pobre, ha recibido a los recién llegados ofreciéndoles cobijo y compartiendo con ellos sus escasos recursos. “Aquí no hay conflicto”, dijo Charles, un representante del pueblo de Bunyakiri, al equipo de ACNUR. “Los desplazados viven en armonía con la población local”.
Muchos de los habitantes locales, entre ellos Charles, empatizan con los desplazados por que ellos mismos tuvieron que huir de sus hogares en el pasado. Tres de los hijos de Pierre y Claudine van a la escuela en Bunyakiri, donde los profesores son también desplazados internos.
Sin embargo, la creciente población de desplazados genera también problemas que necesitan una atención inmediata. “Muchos de los desplazados tuvieron que escapar tan deprisa que no pudieron llevar nada consigo, ni siquiera sus carnés de identidad” explicaba Charles. “Se necesitan alimentos, medicinas y material no alimentario. La gente no tiene utensilios para cocinar, ni lonas de plástico con las que cobijarse”.
Charles ha pedido a las autoridades y las ONG que ayuden urgentemente y lleven más asistencia humanitaria, también para las familias de acogida.,“Tras ser alertados de estas dificultades, ACNUR pudo movilizar a algunos actores humanitarios para que ayudaran a atender las enormes necesidades de los desplazados; pero aún así se necesita más ayuda”, dijo Alexandra Krause, oficial de protección en Bukavu.
Este ultimo desplazamiento forzoso se ha desencadenado a raíz de los combates en la zona este de la vasta República Democrática del Congo (RDC) entre las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda, predominantemente de etnia hutu, y la milicia Raïa Mutombok Maï Maï.
La aldea de Claudine está en una zona de Shabunda que lleva bajo control de la FDLR desde 1996 y la vida nunca ha sido fácil para los civiles en esta zona tan inestable. Este grupo rebelde está compuesto principalmente por hutus ruandeses que llegaron a RDC tras el genocidio de 1994 en Ruanda.
“El FDLR impuso su ley, todo les pertenecía. Impusieron el trabajo forzoso a la gente, saquearon nuestras casas y campos, golpearon o mataron a los que se resistieron y violaron a las mujeres” dijo Claudine a ACNUR.
Pero las cosas empeoraron para los aldeanos cuando los Maï Maï atacaron al FDLR el pasado noviembre. Los rebeldes de Ruanda acusan a los aldeanos de apoyar a la milicia Maï Maï. “Abrieron fuego contra las casas donde nos escondíamos y quemaron algunas con gente todavía dentro” dijo Claudine.
La única opción era escapar. Llevando consigo escasas pertenencias, Claudine y Pierre caminaron durante tres días por los bosques con sus hijos, incluido uno de apenas un mes de edad. Hoy su aldea está desierta pero ellos esperan poder regresar algún día. “Volveremos cuando la guerra termine y el FDLR se haya ido” afirmó Claudine.
* Nombres cambiados por motivos de protección.
Por Fabrice Eliacin en Bunyakiri, República Democrática del Congo
FOTO: © ACNUR/ F.Eliacin