El catedrático de la Universidad Pontificia de Comillas Juan María Laboa Gallego, ha lamentado que actualmente la Iglesia haya “reducido” el interés por los asuntos sociales que, sin embargo, sí tenía en los años 60 y lo ha considerado una “lástima” porque, a su juicio, el problema de los grupos “excluidos” no debería ser una preocupación “marginal” para la institución, sino “una de sus prioridades”.
Laboa hizo estas declaraciones en la conferencia inaugural del seminario ‘La labor social en Canarias (siglos XVIII-XX)’ organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) junto al Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias (ISTIC), que dirige esta semana el profesor de Historia de la Iglesia del ISTIC Miguel Ángel Navarro Mederos.
En su ponencia, titulada ‘La labor social de la Iglesia en la Historia Moderna y Contemporánea’, el catedrático de la Universidad Pontificia de Comillas invitó a los interesados en la labor social de la institución eclesiástica a escribir sobre “la historia de la asistencia social, el amor y la caridad” de la Iglesia, aspectos que, añadió, son fundamentales a la hora de “afrontar la injusticia social, la exclusión y la marginación”.
“En el ámbito de la caridad, la iglesia ha dado grandes respuestas”, señaló el autor de ‘Por sus frutos los conoceréis’, quien matizó que “en justicia social y en la nueva cultura, en el nuevo mundo” surgido tras las revoluciones Francesa e Industrial, “hay un retraso grande por parte en dar una respuesta al tema de la justicia social”.
Precisamente, para Laboa estos son los dos grandes retos a los que se enfrentó la iglesia católica a partir de la Revolución Francesa: la cuestión social, producto de las nuevas relaciones sociales creadas tras la abolición de los señoríos y las relaciones feudales entre señores y siervos, con la consiguiente democratización, y los “decenios de injusticia manifiesta” generados por las profundas transformaciones aparejadas a la Revolución Industrial, ya que, sentenció, la economía industrial “era incompatible con el cristianismo”.
En este sentido, el catedrático hizo hincapié en que la labor caritativa y social de la Iglesia fue “inmensa” en el siglo XIX, pero faltó darse cuenta de que “caridad sin justicia no es tolerable”. Así, durante el siglo XIX la institución experimentó una “explosión de órdenes religiosas” dedicadas a atender a niños, mujeres jóvenes, ancianos, prostitutas, enfermos, y personas excluidas y abandonadas, así como a la promoción de la educación y la enseñanza. Sin embargo, “una actividad asistencial sin conciencia social queda coja”, subrayó Laboa, especialmente para los cristianos, ya que “Jesús tiene en cuenta al ser humano en su totalidad”.