Una investigación realizada por Javier Ascaso, profesor de Oftalmología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza, tira por tierra el mito de que el escritor irlandés James Joyce, uno de los más destacados novelistas del siglo XX, padeciera miopía. Los resultados de su investigación, publicados por la revista científica, British Medical Journal, revelan que en realidad sufrió hipermetropía, tal como se desprende del análisis de las gafas del escritor en más de un centenar de fotografías, así como del hallazgo de una prescripción de lentes emitida en 1932 por el profesor suizo Alfredt Vogt, uno de los más célebres oftalmólogos de la época.
Mientras que la miopía es un defecto que origina que la visión lejana sea borrosa, la hipermetropía se caracteriza por reducir la visión próxima. El autor de “Ulises”, su principal novela, usaba lupas para magnificar las palabras que, en ocasiones apuntaba en trozos de papel durante sus paseos y que después incorporaba a sus obras, un hecho que podría estar ligado a los neologismos, errores orográficos, y ausencia de signos de puntuación que caracterizan el difícil y criticado lenguaje, especialmente en sus últimas obras.
A partir de una errónea interpretación de su primer biógrafo, números críticos literarios y todos sus posteriores biógrafos (Lyons, Davies o Gorman) perpetuaron el supuesto error refractivo miópico del escritor, e incluso, originó que se hablara metafóricamente de una cierta “miopía social” en la obra del novelista.
El oftalmólogo aragonés Javier Ascaso comenzó a profundizar sobre la supuesta miopía de Joyce, después de publicar en el 2010 otro artículo científico en el Journal of Medical Biography sobre la influencia que el glaucoma inflamatorio tuvo en la obra tardía de James Joyce. Y es que Joyce escribió sus últimas y controvertidas novelas (Ulises - obra cumbre de la literatura en lengua inglesa- y Finnegans Wake) prácticamente ciego.
Precisamente, otro investigador, el doctor van Velze, del Departamento de Estudios Literarios de la Universidad de Utrech (Holanda), que estaba elaborando su tesis doctoral sobre ese mismo tema, aunque desde un punto de vista lingüístico, leyó su artículo y le pidió asesoramiento sobre algunos aspectos oftalmológicos para los que no encontraba respuesta. A partir de entonces se estableció una fructífera colaboración entre ambos investigadores que les llevó a investigar entre otras cosas esa falsa miopía atribuida a Joyce.
Tras analizar casi un centenar de fotografías del escritor, Ascaso seleccionó aquellas en las que era más evidente que las gafas que usaba Joyce albergaban voluminosos cristales positivos empleados para la corrección de la hipermetropía. A diferencia de los cristales correctores de la miopía, las lentes que corrigen la hipermetropía son convexas, más gruesas en el centro que en los márgenes, y agrandan el aspecto de los ojos.
Por otro lado, si se mira lateralmente a una persona que lleva gafas de hipermetropía, a través del borde del cristal se observa que el lateral de la cara aparece desplazado hacia dentro.
Además de las evidencias fotográficas, los investigadores Ascaso y van Velze obtuvieron un documento definitivo que probaba la certeza de su hipóteis. Se trataba de una receta de gafas que el profesor suizo Alfredt Vogt, uno de los más célebres oftalmólogos de la época, prescribió a James Joyce en 1932. En dicha receta, escrita en alemán, consta una corrección óptica de más de 17 dioptrías. En realidad, la hipermetropía de Joyce no habría superado las 6 ó 7 dioptrías. El resto fue prescrito para compensar la extracción del cristalino cataratoso que se le practicó en una época en la que todavía no existían las lentes intraoculares.
La publicación en la revista científica de este trabajo rompe por tanto con el mito de de la supuesta miopía del escritor. Para el investigador aragonés, es sorprendente que nadie antes hubiera detectado en las numerosas fotografías sobre Joyce, que usaba gafas con lentes biconvexas típicas de un defecto hipermetrópico.
Trece intervenciones quirúrgicas
Los ojos de Joyce fueron sometidos a trece intervenciones quirúrgicas, incluida la extracción de sangre de los mismos mediante sanguijuelas, técnica muy de moda en aquella época. De acuerdo con los informes del Prof. Vogt, la agudeza visual del escritor en 1930 se reducía a 1/30 en su ojo derecho y tan sólo 1/800 en su ojo izquierdo.
El escritor irlandés padeció un síndrome de Reiter secundario a una infección venérea que contrajo en su juventud. Este cuadro se caracteriza por la triada clásica de uretritis, artritis y uveítis. De hecho estos brotes inflamatorios oculares que padeció el escritor a lo largo de su vida llamaron la atención del investigador aragonés, que buceó en algunas de sus biografías, en especial la publicada en 1959 (y revisada en 1982) por su biógrafo “oficial” Richard Ellmann.
Ascaso, que en la última década ha investigado sobre los conocimientos oftalmológicos en las primeras civilizaciones (Antiguo Egipto y Mesopotamia), así como sobre la evolución histórica de la cirugía de la catarata, considera que Joyce fue tratado de acuerdo con los conocimientos y medios disponibles en la época. Así, recibió tratamientos con dionina, colirios mióticos, cocaína, arsénico e inyecciones de fósforo. No obstante, según el profesor de Oftalmología de la Universidad de Zaragoza, la ausencia de antibióticos para tratar su infección inicial (la que desencadenó todo el cuadro posterior), de corticoides para controlar los brotes inflamatorios que le provocaron glaucoma, as&iacu! te; como de los microscopios operatorios y las técnicas quirúrgicas que disponemos en la actualidad fueron trascendentales en la dramática evolución de los problemas visuales que padeció Joyce a lo largo de su vida.
FOTO: James Joyce fotografiado por Alex Ehrenzweig en 1915. Imagen: Wikipedia