JPA/DICYT Está claro que el Instituto de Biología Funcional y Genómica (IBFG) entra en una nueva etapa. En primer lugar, porque ha cambiado de nombre después de varias décadas como Instituto de Microbiología Bioquímica (IMB). En segundo lugar y mucho más importante, porque estrena por primera vez un edificio propio que le dotará de unas instalaciones modernas y le permitirá crecer. Hasta ahora, el centenar de investigadores y técnicos que forma parte del centro ha convivido en el Edificio Departamental del Campus Miguel de Unamuno de Salamanca, pero el traslado es inminente.
Este instituto mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Salamanca se puso en marcha en la década de 1970. En la actualidad, tres líneas de investigación en torno a los microorganismos, sus incógnitas y sus aplicaciones aglutinan la actividad científica del IBFG.
La primera se enmarca en la unidad de Morfogénesis de Microorganismos Eucariotas. “Usando microorganismos como modelo, estudiamos los mecanismos moleculares por los cuales una célula sabe que tiene que llegar a una determinada longitud o por qué su núcleo tiene que estar en el medio", explica Ángel Durán, director del centro. Se trata de cuestiones que "parecen obvias pero para las que no hay respuesta". Todo ello está relacionado con las células de organismos superiores. En el caso de hongos y levaduras, la pared celular es el elemento más interesante, puesto que hace de soporte y contenedor y puede ser una diana para agentes antifúngicos.
La segunda unidad es la de Dinámica y Regulación del Genoma, que estudia “los tres elementos fundamentales para cualquier célula: la replicación del material genético, la traslación de esa información a las proteínas y la estabilidad del material genético”. Este último punto, sobre inestabilidad genómica, es especialmente interesante porque está en la base de problemas como el cáncer.
La tercera línea es la de Biología Molecular y Biotecnología de Microorganismos, que abarca diversos aspectos, como la regulación de la expresión de los genes y, en otro nivel, la manipulación de esta expresión, que permite entrar en el terreno de la Biotecnología. Mejorar las levaduras para hacer el pan es una de las aplicaciones de este campo. Otro grupo trabaja con la bacteria Streptomyces, que produce antibióticos, otro usa hongos filamentosos para conseguir una superproducción de vitaminas, mientras que otros se dedican a la patogénesis de las células fúngicas.
Hasta ahora el centro contaba con 18 grupos de investigación, pero los nuevos espacios han hecho posible el regreso del equipo de Sergio Moreno (que se había integrado en el Centro de Investigación del Cáncer) y la incorporación de José Pérez, hasta ahora en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB) de Madrid y de Rodrigo Bermejo, contratado del programa Ramón y Cajal que trabajaba en un laboratorio de Milán. Además, Ángel Durán no descarta sumar “dos o tres grupos de investigación más”.