El químico Antonio Casares Rodríguez será el protagonista este año del Día do Científico Galego. La Real Academia Galega de Ciencias (RAGC) aprobó por unanimidad la elección de Casares por su labor pionera en múltiples aspectos de la vida académica e investigadora no solo de Galicia sino de toda España. Aunque el acto conmemorativo se celebrará el 24 de abril, gracias a la colaboración de la Fundación Barrié las actividades de difusión se extenderán a lo largo de todo el año, con especial atención a la comunidad escolar.
Conocido como el padre de la Química gallega, fue uno de los creadores del análisis químico en España; elaboró los primeros anestésicos utilizados en operaciones quirúrgicas en Galicia; fue pionero en la aplicación de la investigación a la industria y a la agricultura; caracterizó por primera vez las aguas medicinales gallegas; fue la primera persona en obtener luz eléctrica mediante arco voltaico en España; descubrió nuevos minerales; e introdujo las prácticas como parte fundamental en el aprendizaje de sus alumnos universitarios.
La RAGC organiza este año la quinta edición del Día do Científico Galego, con el que la comunidad científica gallega quiere homenajear las figuras más destacadas de su Historia, difundiendo su contribución para que la opinión pública pueda percibir, a través de los ejemplos más destacados del pasado, el prestigio actual de la investigación en Galicia y la necesidad de invertir recursos en ella para que su potencial sea cada vez mayor hacia el futuro.
Después de recordar en ediciones anteriores las figuras del matemático Enrique Vidal Abascal, del geógrafo Isidro Parga Pondal, del ingeniero agrónomo Cruz Gallástegui y del astrónomo Ramón María Aller Ulloa, el homenajeado el 24 de abril será Antonio Casares, en el mismo mes en el que se cumplen 200 años de su nacimiento. Además de organizar actividades específicamente diseñadas para acercar la figura de Casares a la comunidad escolar, la Fundación Barrié presentará próximamente una unidad didáctica dedicada a él y a sus hallazgos, que será distribuida en todos los centros de enseñanza gallegos. Esta colaboración se enmarca en educaBarrié, la iniciativa de la Fundación Barrié para acercarse a la comunidad educativa, y que está ya activa en centros escolares de las cuatro provincias (www.educabarrie.org).
Una figura de difícil parangón
El enorme valor del legado de Antonio Casares es unánimemente reconocido por la comunidad científica gallega y española, tanto por la multidisciplinaridad de sus hallazgos en su faceta investigadora como por su concepción práctica e innovadora de las tareas docentes.
Antonio Jacobo Casares Rodríguez nació en Monforte de Lemos (Lugo) el 28 de abril de 1812. Se licenció en Filosofía (disciplina en la que también se doctoró) y Farmacia en los primeros años de su carrera y, ya más tarde, en Medicina. Con solo 24 años ganó por oposición la primera Cátedra de Química aplicada a las Artes de la Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago, que posteriormente abandonaría para convertirse en el primero catedrático de Química de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), cargo que ocupó desde 1845 hasta su fallecimiento.
Entre 1840 y 1843, comenzó a dar clases de Historia Natural e instaló su farmacia en Santiago, aun hoy en funcionamiento. Su primer cargo administrativo en la USC llegó en 1846, cuando fue nombrado decano de la Facultad de Filosofía (que por entonces abarcaba las disciplinas de Letras y Ciencias), en la que posteriormente también obtendría una cátedra. En 1857 asume el decanato de la recién creada Facultad de Farmacia y dos años después se convirtió en el primer decano de la Facultad de Química.En el mismo año que terminó la carrera de Medicina, en 1872, fue nombrado rector de la USC, cargo que ejerció hasta su muerte y que actualmente ostenta su tataranieto, Juan Casares Long.
Falleció en Santiago de Compostela el 28 de abril de 1888.
Pionero en múltiples disciplinas
La extraordinaria cultura y capacidad de trabajo de Casares le permitieron dejar una importante huella en diferentes ámbitos de conocimiento. En primer lugar, fue uno de los creadores del análisis químico y uno de los iniciadores de la técnica conocida como espectroscopía en España.
A él se deben los primeros estudios en profundidad sobre las fuentes de aguas medicinales y los vinos gallegos. En el primer caso, sus trabajos de análisis de metales en aguas lo llevaron a realizar sus primeras investigaciones en Caldas de Reis y Cuntis, a las que luego siguieron otras en Arteixo, Carballo, Mondariz, A Toxa, Sousas, etc. Su prestigio en esta área era tan grande que sus servicios fueron requeridos por toda España, desde Gran Canaria hasta Zamora. Su trabajo sobre el descubrimiento de los metales Rubidio y Cesio en aguas minerales fue un hito importante en la ciencia española.
En el año 1847, tan sólo unas semanas después de las primeras experiencias mundiales en Massachussets (EE.UU.) y Edimburgo (Reino Unido), sintetizó el cloroformo y el éter con los que se realizaron las primeras intervenciones quirúrgicas con anestesia en España.
Su carácter emprendedor lo llevó unos años después, en 1851, a encender en el claustro de la Facultad de Historia de Santiago la primera luz eléctrica con arco voltaico que funcionó en España.
Al margen de sus disciplinas principales, también cursó estudios de Mineralogía en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid y también en esta materia realizó investigaciones, hasta el punto de que en el curso de sus trabajos de campo en Cabo Ortegal (A Coruña) logró descubrir dos nuevos minerales: la morenosita y la zaratita (aunque esta última no se admite en la actualidad como especie mineral propiamente dicha).
Además, fue uno de los tres especialistas que, la petición del cardenal Miguel Payá Rico, dictaminaron sobre si los restos descubiertos en la Catedral de Santiago en 1879 correspondían al Apóstol y a dos de sus discípulos.
En el campo docente destacó por su metodología práctica, que incluía sistemáticamente observaciones, experimentos y salidas al campo. Su preocupación por que sus alumnos dispusieran de manuales lo llevó a traducir textos extranjeros, aunque luego se animó a escribir sus propios libros. El primero fue el 'Tratado de Química' en 1848, que fue utilizado de manera oficial en las universidades de España durante casi cuarenta años y que ponía especial énfasis en la aplicación práctica de las ideas tanto en la industria como en la agricultura, un aspecto novedoso en su tiempo