El Gran Premio contra los Derechos Humanos de Bahréin

El Gran Premio contra los Derechos Humanos de Bahréin

Las ONG locales piden a pilotos y escuderías que boicoteen el campeonato de Fórmula Uno previsto para finales de abril

 

Al menos tres pilotos de carreras han sido encarcelados por "asamblea ilegal", el más conocido de ellos apenas unos días después de que se concedieran a Manama las fechas de la competición

 

Por Mónica G. Prieto · (Beirut.-A sus 40 años, Mohamed al Kuneizi estaba posiblemente en su mejor momento profesional. Piloto profesional de carreras desde 1998 y fundador del equipo de Bahréin Kunaizi Racing Club, el corredor era conocido en el diminuto archipiélago del Golfo por sus victorias en torneos locales, regionales e incluso alguna competición internacional. En el Campeonato Internacional de Qátar de 2010 consiguió un segundo y un tercer puesto. Además era uno de los fundadores del Club Automovilístico de Bahréin y gestionaba un garaje especializado en el mantenimiento coches de carreras.

Hace cuatro meses, sus inquietudes quedaron enterradas por la realidad del país donde nació. El pasado 16 de septiembre, Kunaizi participaba en el funeral de una de las víctimas de la represión de la dictadura de los Al Khalifa contra los manifestantes que exigen libertades y justicia social cuando las fuerzas del reino arremetieron contra los asistentes. Lanzaron botes de humo. Como tantos otros, fue detenido y golpeado. El 13 de diciembre, un tribunal criminal le condenaba a dos años de prisión por “asamblea ilegal y por incitar el odio contra el régimen”.

 

Es irónico que la sentencia se produjese apenas unos días después de que al Circuito Internacional de Bahréin le asignasen fechas para albergar el Gran Premio de la Fórmula Uno, entre el 20 y el 22 de abril. El reino del Golfo que ha logrado silenciar su revolución –los intereses internacionales en Bahréin, que alberga la V Flota norteamericana y sigue recibiendo ayudas en forma de armas, explican que ningún gobierno considere un problema las violaciones de los Derechos Humanos- se esfuerza por volver al campeonato para relanzar su poderosa economía, desvincularse de las protestas sociales que empañan su imagen exterior –aunque la reinvindicación de igualdad social y de reformas se remonta a décadas atrás- y recuperar así su posición internacional previa, rebajada por las revoluciones árabes a la categoría de una dictadura más.

Bahréin ha logrado que Fórmula Uno asigne fechas a su Circuito Internacional, pero las ONG no están dispuestas a ponerlo fácil. Desde el Centro de Bahréin para los Derechos Humanos, su director Nabil Rajab ha pedido que las escuderías y pilotos lancen un boicot similar al que, el pasado otoño, logró que el Gran Premio de Bahréin fuera cancelado por Bernie Ecclestone. “Sería muy decepcionante para los muertos y heridos en una revolución que exigía democracia y Derechos Humanos. Por eso pido a los equipos, los pilotos, los mécanicos y todos aquellos que trabajan para la Fórmula Uno que lo boicoteen”.

 

La edición 2011 de la revolución social en Bahréin comenzó el  14 de febrero. La fecha no era fortuita: se quería recordar la consulta popular aprobada en 2001, por la cual el régimen se comprometía a avanzar hacia la democracia, y que nunca se tradujo en resultados. En lugar de ello, el rey aprobó unilateralmente una Constitución que no satisfacía las expectativas sociales y que dejaba ambas cámaras consultivas a merced de la familia gobernante. Desde entonces las protestas en las calles nunca cesaron, pero no tuvieron tanta intensidad como la pasada primavera, cuando los precedentes de Túnez y Egipto hicieron a los bahreiníes confiar en que su lucha contra la dictadura tenía futuro. No tardaron en comprender que la comunidad internacional miraría a otro lado.

El régimen de Manama lo comprendió rápidamente. La dinastía no es un paria internacional, como lo fue Gaddafi, sino un socio militar y comercial vital en el Golfo Pérsico para Occidente y también para Arabia Saudí, una potencia regional con su propia minoría chií -la secta seguida por el 70% de la sociedad bahreiní, y la más discriminada por los gobernantes suníes- a la que no le interesa tener una revuelta exitosa en sus fronteras que dé ideas a su propia sociedad, sometida por los clérigos más extremistas.

Las autoridades de Bahréin se juegan importantes beneficios económicos con la celebración del campeonato en el Circuito Internacional, de ahí que estén tomando medidas destinadas a apaciguar a la opinión pública internacional. En 2010, el régimen de Manama se gastó 39.3 millones de dólares e ingresó 295 millones. El próximo abril espera repetir la ecuación, donde se podrían recibir hasta 100.000 espectadores, lo que ha llevado a la dictadura de los Khalifa incluso a readmitir en sus puestos de trabajo a los 29 empleados del Circuito Internacional despedidos, como otros 1600 empleados del sector público o privado bahreiní, porque participaron o simpatizaron con las protestas sociales de la pasada primavera

“La readmisión de nuestros colegas del Circuito Internacional es una parte importante de las iniciativas encaminadas a la reconciliación nacional y a la unidad del reino”, afirmó mediante un comunicado el responsable del circuito, Sheikh Salman bin Issa al Khalifa, miembro de la dinastía suní que reina desde hace 200 años en el archipiélago de vasta mayoría chií. “Doy la bienvenida de nuevo a nuestros colegas a la familia del Circuito Internacional ahora que nos concentramos en el futuro y en el importante trabajo que tenemos entre manos”.

 

 

Sin duda se precipitó en darles la bienvenida. Los despedidos, algunos de los cuales fueron detenidos e incluso se denunció que habían sido sometidos a torturas, una práctica habitual en Bahráin, no parecen haber aceptado su reincorporación. Según ha podido saber la BBC, sólo tres de los 29 regresaron tras la generosa medida a sus puestos de trabajo. Al menos 12 de ellos rechazan volver alegando que los términos del nuevo contrato no son justos. Además exigen que los cargos contra ellos -como es habitual, asamblea ilegal e intento de desestabilización del país- sean levantados. El resto, simplemente, no ha vuelto por las oficinas del Circuito Internacional de Bahréin.

 

 

La realidad constata el fracaso de la medida de los Al Khalifa para ganarse las simpatías de los involucrados en la Formula Uno. También a ello parecía destinado el apaciguador discurso del rey, Hamad bin Issa al Khalifa, de hace pocos días en el que prometía reformas parciales que reforzarían los poderes del Parlamento –a merced de la voluntad del monarca- y cubrirían relativamente algunas de las recomendaciones realizadas por el comité independiente que concluyó, en noviembre, que el régimen había incurrido en un uso excesivo de la fuerza para disolver las protestas sociales. Un comportamiento, por cierto, que no ha abandonado, a juzgar por las imágenes que llegan cada día desde Bahréin y que muestran jóvenes heridos por botes de humo y así como otros abusos policiales. Al tiempo que promete reformas, el régimen prosigue su represión -hace unos días un joven murió en custodia policial- y también aleja a posibles testigos incómodos que puedan dar fe de los acontecimientos: en las últimas semanas, ha prohibido la entrada en el país a Brian Dooley, de Human Rights FirstRichard Sollom, miembro de Physicians for Human Rights (PHR), y tres delegados de Freedom House con sus visados en regla.

 

Otras muchas ONG habían tenido problemas a la hora de entrar en Bahréin desde el inicio de las protestas de 2011, evidenciando el miedo de las autoridades que ahora pretenden fingir normalidad. A los participantes y espectadores del Gran Premio de la Fórmula Uno les interesará conocer las detenciones de deportistas, como de intelectuales, políticos, periodistas, activistas y cualquier otro profesional que ose participar en las protestas que exigen el final del régimen y la instauración de una democracia. Al caso de Al Kunaizi se suma el del piloto de carreras Yousef Abdullah, que tras mes y medio de detención aún espera ser investigado y juzgado, o el del corredor Sayed Hadi Nasser Alawi, condenado por una corte marcial a cadena perpetua por asamblea ilegal y asesinato. El jugador de baloncesto Saleh Mahdi ha sido condenado a dos años por “asamblea ilegal”, lo mismo que Mohamed Hassan Dirazi, jugador de la selección nacional de baloncesto, que cumplirá un año de prisión. El culturista Tariq al Fursani y el portero de la selección nacional de futbol, Ali Said, también pasarán 365 días en la cárcel tras la sentencia recibida el 4 de diciembre.

 

 

Para las ONG más comprometidas con en el dossier de Bahréin, activas denunciante de las violaciones de los Derechos Humanos que allí se cometen, la celebración del campeonato en el reino de los Al Khalifa no es precisamente una gran idea. La red de activismo online Avaaz ha lanzado una campaña para recabar firmas en contra de la celebración de la cita, repitiendo así la gesta realizada la pasada primavera para impedir la celebración del premio en Bahréin, como estaba previsto.

Hace unos meses, los responsables de las escuderías también expresaban dudas sobre la conveniencia de mantener la cita en el calendario. Una activa campaña de ONG internacionales logró que el pasado año se cancelara la cita. En esta ocasión, el responsable de la Fórmula Uno, Bernie Ecclestone, ha declarado que “espero ir a Bahréin y espero que no haya problemas, que la carrera tenga lugar, que el público sea feliz y que no haya dramas”.

“Es un mensaje equivocado el que envía a mi Gobierno. Mi Gobierno ha cometido crímenes contra la Humanidad”, denunciaba el activista Nabil Rajab. “Venir a Bahréin en este momento cuando hay centenares de presos políticos, gente que ha sido torturada y casas que han sido asaltadas o mezquitas destruidas y al mismo tiempo traer la Fórmula Uno, eso es un mensaje equivocado. Los bahreiníes se enfadarán mucho por ello. Espero que los equipos lo boicoteen”.// http://periodismohumano.com

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