A falta de 14 segundos el empate a 2 tantos reinaba en el marcador
El Areces cayó derrotado en su feudo por el líder, el Lloret (2-3), en un partido donde se pitaron 3 penaltis en los últimos minutos.
La primera mitad tuvo dos fases diferenciadas. Empezó mandando el cuadro catalán, que demostró una calidad en el toque de la bola que les diferencia del resto de equipos de la categoría y les hace merecedores de la posición de privilegio que ocupan en la tabla. El Areces, entonces, lo intentaba a la contra. Pero, conscientes de que de seguir así, el partido se les iría irremisiblemente, el club anfitrión cambió sus actitudes y, coincidiendo con la entrada de Samuel Vallina en el partido, fueron los cafeteros quienes se hicieron con la manija del encuentro. Pero, de cara al marcador, la cosa no tuvo mayor trascendencia antes del intermedio.
Hubo de esperarse a la continuación para ver lo que iba a ofrecer el partido. Los de Lloret volvían a mandar, Borja Bernardo, gracias a un penalti, empataba en el minuto 32.
Sólo cuatro más tarde, el propio Borja hacía el 2 a 1, que hizo temblar a los líderes. Tuvieron que esperar al minuto 44 para empatar, por mediación de Xavier González, en un tiro envenenado que Ian Morrison no acertó a atajar, a pesar de que la bola impactaba contra su peto.
Y, así las cosas, faltaba la traca final. Restaba un minuto cuando se pitaba un penalti favorable al Areces, que José Abella lanzó alto. Nada más sacar, otro penalti más, esta vez favorable a los de Manel Barceló, muy discutido por la grada, que supuso la ventaja para los visitantes, ya que Enric Torner la puso dentro.
Parecía que todo el pescado estaba ya vendido pero, otra pena máxima para el Areces, cuando el luminoso decía que faltaban únicamente 4 segundos de partido. Esta vez tomó la responsabilidad Borja Bernardo, a cuyo disparo respondió bien un excepcional Ferrán Serra.
El Areces pudo haber marcado algún tanto más si no llega a ser por su prodigioso saber estar en la defensa del marco propio de gol. Terminó el encuentro con pitos con una decepción incontenible de haber perdido un punto que sabía a gloria.