Por Amaia Portugal/SINC.- “No es el divorcio en sí lo que puede provocar problemas a los niños. Es el divorcio unido a un conflicto interparental, una falta de coparentalidad, un clima familiar inadecuado…”. Son palabras de Priscila Comino, investigadora de la Facultad de Psicología de la UPV/EHU.
Comino ha recopilado datos sobre 416 niños de entre 4 y 18 años, para estudiar y comparar la conducta de los hijos de progenitores divorciados (214) y la de los hijos de casados (202). Los resultados muestran que los problemas de un hijo de progenitores divorciados no tienen por qué ir más allá de los que pueda tener un hijo de progenitores casados, siempre y cuando los padres se hayan adaptado positivamente a su nueva situación. Es decir, más que el divorcio en sí, es el divorcio mal llevado por los progenitores lo que podría acarrear problemas de conducta añadidos al niño.
La muestra compuesta por estos 416 niños se ha recopilado con la colaboración de asociaciones e instituciones y, en el caso de la CAV, con la de los centros de educación primaria y secundaria, a los cuales se les solicitó su colaboración en 2009 (alrededor del 20 % accedió). Se trata de una serie de cuestionarios rellenados por los progenitores, con lo que se mantiene a los niños al margen. “Se les preguntaban datos de tipo sociodemográfico. Luego pasábamos a los progenitores divorciados el cuestionario de adaptación al divorcio o separación, y tanto a divorciados como a casados, la prueba que tenía que ver con los niños”, explica Comino. Esta última prueba es el CBCL (Child Behaviour Checklist): “A través de 13 ítems con 113 conductas, nos permite obtener una medida de los problemas de conducta de los hijos, utilizando al progenitor como informante”. Síndromes como la introversión, la depresión, los problemas de atención o la conducta delincuente son algunas de las varas de medir de este estudio.
Según los resultados obtenidos, sí hay diferencias en el bienestar psicológico medio de los hijos de progenitores divorciados y casados, siendo más favorable en el caso de estos últimos. Pero, a pesar de ello, los niños de progenitores divorciados muestran estar emocionalmente bien ajustados en su mayoría. Además, si se ahonda más en la casuística, el foco se desplaza: “Efectivamente, a priori, los hijos de progenitores divorciados muestran más problemas de conducta, pero cuando introducimos en esa ecuación la adaptación de los propios progenitores, cambia el panorama”.
Y es que, el divorcio solo supone un problema cuando se asocia a otros factores de riesgo, como por ejemplo: el conflicto interparental, una coparentalidad inadecuada, cambios en las rutinas diarias del niño o problemas psicológicos de los padres. “Si los progenitores se han adaptado positivamente al divorcio (entendida esta adaptación como el fomento de un contexto positivo, una relación adecuada de coparentalidad y menos problemas propios de los progenitores), los hijos ya no van a tener más problemas de conducta que los que tienen los hijos de progenitores casados. Confirmar esta relación entre la adaptación de los progenitores y el ajuste de los niños es fundamental de cara a trabajar con los progenitores y conseguir beneficios, en ellos mismos y en sus hijos”, concluye Comino.