El Gobierno Vasco deplora que la primera intervención pública del reelegido presidente del PNV haya sido para cuestionar la pluralidad constitutiva de la sociedad vasca. Es lo que implica su afirmación de que Euskadi necesita “un Gobierno vasco de verdad. Un Gobierno del PNV”. Con ella no sólo trata de denigrar la representatividad y plena legitimidad del actual. Al hacerlo le traiciona su subconsciente y sale a la superficie el resorte excluyente del que el PNV todavía no ha logrado desprenderse.
Porque esa manifestación significa que, para el nacionalismo, sólo es concebible y aceptable un “Gobierno vasco de verdad” si ese Ejecutivo está bajo el control del PNV. Y, lo que es más preocupante: sigue considerando, pese a encontrarnos en el siglo XXI, que vascos “de verdad” son única y exclusivamente los vascos nacionalistas.
Hay que agradecer, sin embargo, la claridad y sinceridad del PNV cuando afirma sin disimulos que su meta es la consecución de la independencia para una Euskadi cuyo territorio sitúa entre “el Ebro y el Adour”; es decir, que incorpora a Navarra y el País Vasco francés sin haber preguntado la opinión de sus ciudadanos. La invocación a la “Lege Zaharra” y la autodeterminación, siguiendo la pauta del ibarretxismo, termina de completar un viejo ideario político que contradice frontalmente la propuesta del PNV de ocupar la centralidad de la sociedad vasca.
Es preocupante, por otro lado, que el PNV parezca desconocer que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no desempeñan en Euskadi sólo tareas antiterroristas, sino unas funciones expresamente establecidas en la Constitución y en el Estatuto de Gernika. O que pretenda ignorar que la Audiencia Nacional no se ocupa únicamente de enjuiciar a los miembros de ETA, sino también los de otros tipos de terrorismo, los del crimen organizado y los cometidos fuera de España. Su requisitoria contra unos jueces y unas fuerzas policiales que han contribuido al final del terrorismo, además de infundada e injusta, demuestra el nerviosismo del PNV ante la competencia del nacionalismo radical