Madrid, 12 de enero de 2012. - “A pesar del éxito espectacular de la medicina científica, numerosos problemas con los que se enfrenta el médico no tienen soluciones científicas; son cuestiones legales, éticas o morales que exigen más que un conocimiento formal, otro filosófico; una experiencia tradicionalmente relacionada con la literatura”, expuso hoy el médico y miembro de la Real Academia Española Pedro R. García Barreno en la Delegación de la Xunta de Galicia en Madrid/Casa de Galicia, donde ofreció la conferencia “Medicina y Humanismo: un médico en la Real Academia Española”.
García Barreno estuvo acompañado por el delegado de la Xunta de Galicia en Madrid, José Ramón Ónega, y por el profesor jefe de Medicina Nuclear del Hospital Xeral Universitario Gregorio Marañón, José Manuel Pérez Vázquez, que dirige y coordina el Ciclo Medicina y Salud, en el que se enmarcó la conferencia. En su presentación, Ónega resaltó que García Barreno es el único médico miembro de la Real Academia Española, donde ocupa el sillón “a”, y Pérez Vázquez se refirió a él como “uno de los grandes en medicina, investigación y humanismo y todo ello sin perder nunca la cercanía”, además de recordar, entre otras cosas, que fue director médico y subdirector de Investigación del Hospital Gregorio Marañón, es catedrático de Fisiopatología y Propedéutica Quirúrgicas en la Universidad Complutense de Madrid y académico de, entre otras, la Real Academia Gallega de Medicina y Cirugía.
Según el académico, “con demasiada frecuencia el profesional bien entrenado no está bien educado. Esta alienación es el precio que pagan los médicos por su ilustración científica y su capacitación tecnológica” y “la literatura puede ser una ayuda eficaz a la hora de buscar soluciones que afectan directamente a nuestra condición humana y el espacio para imaginar cómo encontrarlas”.
Literatura y medicina
“La literatura está en condiciones óptimas para mostrar la realidad humana de la medicina. Lejos de la artificialidad, la conjunción de literatura y medicina es natural e incluso esencial. Un documento literario no tendrá nunca el valor de exactitud de un códice científico, pero, por estar inspirado en la directa observación de la realidad, proporciona el subsuelo histórico sobre el que, en cada época, arraigó la medicina científica. Nunca será posible llegar al total conocimiento de la medicina en un periodo determinado, si se prescinde de los documentos literarios”, explicó, señalando que “existe a partir de la década de los ochenta, un interés creciente por las artes y la literatura en medicina”.
Así, indicó que en un par de docenas de facultades de medicina del ámbito anglosajón, los cursos de literatura persiguen varios objetivos: enseñar empatía con el enfermo, escudriñar las peculiaridades de la vida médica y del papel del médico en la sociedad y en la cultura, desentrañar los dilemas de la ética médica y mejorar el uso de las formas narrativas en la realización del historial clínico.
“Tales usos médicos de la literatura ayudan a atemperar el avasallamiento tecnológico al que los médicos científicamente entrenados parecen ser especialmente susceptibles. La inclusión de las humanidades presupone un concepto particular de educación que tiene mucho que ver con la clase de médico que la sociedad requiere. El enfermo quiere un médico educado; alguien que no solo tenga habilidades clínicas, conocimiento y experiencia, sino también que aprecie a cada paciente como un ser humano que piensa y siente, y que ayude a explicar y a comprender la enfermedad y el sufrimiento”.
“Cuando nuestros estudiantes, y nosotros primero, hayan aprendido a aproximarse a las historias clínicas que escriben y leen desde una perspectiva literaria responsable, su conocimiento de los pacientes y de sus enfermedades habrá crecido en paralelo, en detalle y en profundidad. En cuanto que un valor añadido para los médicos, que es también una plusvalía para el paciente, esa formación humanística les incrementará su autoestima. Al ser mejores lectores, serán mejores médicos. La educación es más que entrenamiento”, valoró.
Lenguaje médico
Además, García Barreno hizo un recorrido histórico por el uso del lenguaje médico y valoró que hay que hacer frente “a la inundación de voces extranjeras que suministra el universal empuje creador de la ciencia en todo el mundo y que nos llega con su terminología nueva, groseramente barnizada, por lo común, al adaptarse al castellano”, así como que el idioma español tiene que considerar la preocupación lingüística como parte esencial de su progreso.
“Como una variedad del lenguaje científico, el lenguaje médico, que ha desarrollado todo un léxico que casi supera el número de palabras del léxico común, debe definir con mucha precisión los signos y palabras que utiliza; debe tener carácter «denotativo» o rigor para conseguir una comunicación universal. Debe evitar los barbarismos, que atentan contra la fisiología del lenguaje. Están bien algunas prótesis –neologismos–, pero no está bien alterar su metabolismo, generalmente por traducciones viciosas. Además, el lenguaje médico debe tener ritmo, pero no excesivo colorido. También conviene evitar el exceso de retórica, el abuso de siglas, los cambios de género, los pleonasmos, las elipsis y los gerundios”, defendió, considerando que con frecuencia se utiliza el inglés porque se ignora el término técnico hispánico.
No obstante, apreció también que la realidad no siempre se ajusta a unos parámetros teóricos predeterminados y que el léxico no es una excepción. En este sentido señaló que cuando un término se sale de su recinto de lenguaje especial e irrumpe en la lengua común el único dueño de su destino es el hablante común y que el léxico científico y técnico evoluciona con enorme rapidez, lo que junto a la consolidación del inglés como lengua aglutinante favorecen la proliferación de neologismos procedentes en su mayoría de la cultura anglosajona