Por Pere Estupinyà/SINC.-¿Es mejor regalar redes antimosquitos en poblaciones afectadas de malaria o es preferible venderlas a un precio mínimo? El riesgo de la gratuidad es que no se valoren y se infrautilicen. Para averiguar cuál es la mejor estrategia, lo más directo es recurrir a teorías, precedentes, suposiciones y opiniones de expertos. ¿Podría la ciencia investigar qué medida es más eficiente? Esta es la misión del Poverty Action Lab del MIT.
Bajo el lema “translating research into action”, en el Poverty Action Lab (J-Pal) del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) son pioneros en aplicar los métodos de la epidemiología a la lucha contra la pobreza. Se pueden separar personas con presión alta en varios grupos y a uno darle fármacos, a otro acupuntura, a otro encargarle una rutina deportiva y a otro dejarlo como control. De la misma manera, para averiguar cómo mejorar el rendimiento escolar en Kenia se pueden dar libros de texto a una escuela, en otra desparasitar a los niños, en una tercera otra ofrecerles desayuno, y en otra duplicar el número de profesores.
Claro que también se podrían tomar todas las medidas a la vez, pero con recursos limitados toca concentrar esfuerzos en una única estrategia. ¿Cuál? Cada experto formulará su hipótesis subjetiva en función de sus experiencias previas. Sin embargo, un estudio aleatorizado permite evaluar de manera objetiva la efectividad de las diferentes opciones.
Así se puede concluir, por ejemplo, que para promover la participación escolar y acabar con el absentismo, en India es mejor invertir en suplementos de hierro y desparasitación que contratar más profesores o incorporar herramientas digitales al currículo escolar.
En Madagascar, informar a los padres de los beneficios económicos futuros de la educación ha supuesto una mejora abismal. En Kenia se percibió un cambio positivo al dar uniformes a los niños, pero la desparasitación volvió a ser la opción más efectiva, y los libros que una ONG estaba donando con toda la buena voluntad del mundo tenían un impacto mínimo.
Redes contra la malaria
En un trabajo publicado en enero de 2012, investigadores del J-Pal afrontaron un dilema sobre la subvención de medicamentos para la malaria en Kenia. Los fármacos que la OMS recomienda contra la malaria para el mundo en desarrollo son las terapias combinadas de artemisinin (ACTs).
Se distribuyen gratuitamente en muchos centros públicos de núcleos urbanos, pero los cortes en el suministro y la distancia que deben desplazarse dificulta el acceso a muchas familias que, cuando sospechan casos de malaria en sus hijos, compran los medicamentos en farmacias locales a un precio entre 6 y 8 dólares la dosis. Muchos no pueden permitírselo. Una manera de apoyar a estar familias es subvencionar el coste del fármaco.¿Con qué cantidad? La investigadora Pascaline Dupas del J-Pal explica a SINC: “Por experiencias previas sabemos que en estos casos, darlo prácticamente gratis hace que se utilice indiscriminadamente cuando no se necesita”.
El equipo dirigido por Jessica Cohen y Pascaline Dupas diseñó un experimento. En las farmacias de algunos poblados no redujeron el precio del ACT, en otras lo dejaron a 1,25 dólares (un 80% de subvención), a 0,75 dólares (88%) y a 0,5 dólares (92%). Además, en ciertas boticas ofrecían un test de diagnóstico rápido. Durante cuatro meses siguieron la evolución de ventas y datos sobre el uso del fármaco.
En todos los casos, el abaratamiento era positivo en cuanto que aumentaba drásticamente el acceso a fármacos entre la población. Pero en el grupo de precio más reducido solo el 25% de los adultos que compraron el fármaco sufrían realmente malaria. A niveles más bajos de subsidio, el acceso al ACT se redujo entre población adulta, se mantuvo intacto en niños enfermos y se consiguió reducir considerablemente el uso por pacientes que no tenían malaria. Además, cuando el test de diagnóstico rápido estaba disponible, fue utilizado masivamente y el 50% de personas a las que salió negativo desistieron de adquirir el fármaco.
Explicado así puede parecer lógico, pero Pascaline Dupas me explica que “la lógica occidental no siempre se cumple en el mundo en desarrollo. Cuando estás haciendo trabajo de campo te das cuenta que son realidades muy diferentes, y por eso estos estudios aleatorizados en ocasiones nos dan sorpresas”. Pascaline insiste: “De todas maneras el trabajo no se detiene en el paper académico, lo importante pero duro es convencer después a gobernantes e instituciones internacionales de que tengan esta información en cuenta a la hora de tomar decisiones”.
La gratuidad sigue valorada
El J-Pal no es ni el primer ni el único organismo que está haciendo evaluaciones de impacto. Sí son los pioneros en aplicar como metodología estos estudios controlados, análogos a la epidemiología en medicina. Ya han realizado más de 300 evaluaciones en 51 países diferentes.
Han concluido que si a las madres de Rajasthani les dan un kilo de lentejas cada vez que llevan a sus hijos a vacunar, y un juego de platos al terminar el tratamiento, los índices de inmunización suben del 5% al 38%. En las zonas más pobres de Bangladesh, informar a la población rural de que en ciudades cercanas hay trabajo y mejores condiciones de vida aumenta las migraciones en un 3%, mientras que pagarles el billete en un 26%. Y han observado que cuando pasas de desparasitar gratis a los niños en Kenia a cobrar 30 céntimos, los índices de desparacitación se reducen drásticamente del 75% al 19%. Lo gratuito continúa siendo lo más efectivo.
“Pero no todo el mundo pensaba así”, replica la economista de Stanford Pascaline Dupas, citando el ejemplo de las redes contra la malaria. “Yo hace años estuve trabajando mucho tiempo con una ONG en África que repartía redes gratis. Todo el mundo me decía que era mejor cobrar un mínimo para que la gente le diera valor y las utilizaran correctamente. Yo pensaba que podían tener razón, pero años más tarde en el J-PAL hicimos un estudio randomizado y demostramos que claramente lo mejor es dar redes gratis”.
El estudio del J-Pal observó que cuando se daban gratis muchas más personas las adquirían, sí las utilizaban de manera correcta, e incluso al ver lo bien que funcionaban estaban dispuestas a comprar nuevas redes cuando se rompían. “Éste es uno de los casos más paradigmáticos que nos fuerza a modificar nuestras suposiciones influenciadas por nuestra lógica occidental”.
El ejemplo de las redes contra la malaria es un clásico para contrastar visiones sobre los estímulos económicos en la lucha contra la pobreza. Tras mucha discusión, uno de los mensajes más relevantes de los estudios del J-Pal es que hacer pagar sumas insignificantes por productos básicos reduce drásticamente su acceso entre los más necesitados.
FOTO: Entrega de una red de protección contra mosquitos para evitar el contagio de malaria en África. Imagen: JAPL