Aunque el mundo ha experimentado grandes cambios desde el nacimiento de la organización en 1971, las razones que llevaron a crearla siguen vigentes: millones de personas en todo el mundo son hoy víctimas de crisis que amenazan su vida y su salud, sin que la comunidad internacional sea capaz de prestarles la asistencia que necesitan.
El 21 de diciembre de 1971, un grupo de médicos y periodistas sellaron el nacimiento de Médicos Sin Fronteras (MSF). La asamblea constituyente de la organización se celebró en la redacción parisina del diario médico Tonus, que anunció en titulares el nacimiento de “una movilización de voluntades determinadas a derribar las fronteras que se alzan entre quienes tienen la vocación de salvar, de atender, y las víctimas de la barbarie humana y los desarreglos de la naturaleza”.
En plena Guerra Fría, la nueva organización defendía una acción médica independiente de intereses geopolíticos, que acudiera allí donde las poblaciones víctimas de situaciones de emergencia lo requirieran, para prestar asistencia médica urgente y testimonio. En esta labor, hoy como en 1971, el trabajo de MSF es ajeno a cualquier interés político, económico o religioso, y se basa únicamente en las necesidades de las personas más vulnerables en situaciones de crisis.
Las primeras intervenciones de MSF fueron también muescas en la historia moderna de la brutalidad ejercida contra las poblaciones civiles, como los campos de refugiados camboyanos en Tailandia a mediados de la década de los setenta o la guerra civil en Líbano. Les siguieron otras grandes crisis, algunas de ellas también inscritas en la memoria colectiva y otras ahora olvidadas: Afganistán, Somalia, Ruanda, Zaire/República Democrática del Congo, Angola, Sierra Leona, Liberia, Sri Lanka, Colombia, Chechenia, Bosnia, Kosovo, Darfur, Chad o República Centroafricana.
Por una acción humanitaria independiente
Hoy, MSF es una de las principales organizaciones humanitarias independientes del mundo, pero lamentablemente tiene poco que celebrar, ya que las crisis a las que responde en la actualidad recuerdan mucho a las primeras emergencias en las que la organización intervino hace 40 años.
El objetivo ha sido siempre el mismo: preservar la vida, aliviar el sufrimiento y restablecer la dignidad de las personas en periodos en los que su supervivencia está amenazada, trabajando desde principios como la independencia, la neutralidad, la no discriminación, y convicciones como el profesionalismo, la innovación y la transparencia.
Médicos Sin Fronteras, Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1991 y Premio Nobel de la Paz en 1999, cuenta actualmente con más de 27.650 trabajadores en cerca de 430 proyectos en 60 países de los cinco continentes. Su labor es posible gracias al apoyo de más de 5 millones de socios y colaboradores en todo el mundo, más de 565.000 de ellos en España, cuyas aportaciones garantizan que el 90% de los fondos de la organización sean de origen privado y su independencia de acción.
MSF aporta su asistencia a poblaciones en situación precaria y víctimas de conflictos armados, desplazamientos forzados, enfermedades endémicas y epidémicas, catástrofes naturales, violencia social y exclusión de la atención sanitaria, en África, Asia, Latinoamérica y Europa. Más de la mitad de sus proyectos se desarrollan en contextos de conflicto armado, posconflicto o alta inestabilidad interna.
Coincidiendo con su 40 aniversario, MSF celebró el pasado fin de semana su primera Asamblea General Internacional, culminando un proceso de revisión de la estructura de gobierno de la organización. Trabajadores procedentes de los proyectos y oficinas de MSF en todo el mundo se reunieron en París para debatir sobre cues