Caminos que despiertan el alma: las mejores rutas para perderse —y encontrarse— en Asturias esta Semana Santa

 Caminos que despiertan el alma: las mejores rutas para perderse —y encontrarse— en Asturias esta Semana Santa

No sé si fue el silencio del bosque, el bramido del mar entre las rocas o la fuerza vertical de las montañas, pero hay algo en los senderos de Asturias que te sacude por dentro. Esta Semana Santa decidí calzarme las botas, llenar la mochila de ganas y salir a caminar. Y ahora, tras varios días con barro en las botas, las mejillas encendidas por el viento y el alma serena, puedo decirlo: pocas cosas hay tan intensas como perderse en la naturaleza asturiana.

Aquí van mis rutas favoritas —hechas y sentidas— y, al final, algunas propuestas más para los que aún tengan piernas (y corazón) para seguir caminando.

Ruta del Cares: el sendero donde todo se agranda

La hice desde Poncebos, en Cabrales, temprano, cuando las primeras luces apenas tocaban las cimas de los Picos de Europa. El inicio es exigente: una subida de piedra viva que despierta los pulmones y deja claro que este no es un paseo cualquiera. Pero, tras la primera hora, se abre ante ti algo inmenso. El Cares serpentea abajo, profundo, mientras tú caminas por una senda esculpida en la roca, colgado literalmente de las paredes del desfiladero.

Durante los 12 kilómetros hasta Caín, el silencio solo lo rompe el agua del río, el eco de tus propios pasos y el zumbido del viento en los túneles. Me crucé con caminantes de toda España, algunos boquiabiertos. A cada recodo parecía que el paisaje se superaba. Es salvaje. Es sobrecogedor. Es Asturias en estado puro.

Consejo: lleva agua, buen calzado y no lo hagas si tienes vértigo. Aunque es segura, impresiona.

Senda del Oso: una caricia verde sobre raíles dormidos

La hice en bici desde Tuñón hasta Proaza, y sentí que el tiempo se detenía. Es una antigua vía ferroviaria reconvertida en ruta cicloturista que serpentea entre túneles frescos, puentes de hierro y valles esmeralda. No hay apenas desnivel, y por eso es perfecta para ir en familia.

Lo más mágico fue cruzarme con Molina, una osa parda en semilibertad que asomó entre los robles como un espíritu del bosque. Sentí una mezcla de ternura, respeto y cierta melancolía. ¿No es increíble que en Europa aún podamos ver a un oso en libertad?

Consejo: alquila bici en la zona. Muchos tramos están asfaltados y hay áreas de descanso junto al río.

Ruta de las Xanas: la joya secreta del centro de Asturias

Dicen que es el “Mini Cares”, pero no le hace justicia. Esta ruta, cerca de Villanueva, me sorprendió. Son solo 8 kilómetros (ida y vuelta), pero cada uno es una postal. Caminas por un desfiladero estrecho, con túneles naturales y paredes de roca altísimas que te hacen sentir pequeño, insignificante y, a la vez, inmensamente vivo.

El sendero está bien acondicionado, y lo hice en una mañana soleada de abril. El verde parecía más verde, y los pájaros más afinados. Bajando hacia el fondo del valle me crucé con un riachuelo cantarín, helechos gigantes, y un grupo de chavales que venían haciendo la ruta con sus abuelos. “Esto sí que es Semana Santa”, me dijo uno. Y tenía razón.

Consejo: si ha llovido, el suelo puede estar resbaladizo. Lleva bastones si no estás habituado a la montaña.

Bufones de Pría: el mar que grita desde las entrañas

Nunca olvidaré la sensación de caminar por los acantilados de Pría con el mar bramando debajo. El cielo estaba gris plomo, y el viento soplaba con furia. Entonces, un estruendo: ¡fuuuuum! Un bufón había escupido agua a varios metros de altura desde las entrañas de la tierra. Es impresionante. Brutal. Poético y salvaje.

Esta ruta costera, entre Llanes y Cuevas del Mar, combina senderismo suave con geología asombrosa. Playas escondidas, hierba mojada, olor a sal y espuma. Me senté a comer un bocata frente al Cantábrico, y tuve la sensación de estar en el borde del mundo.

Consejo: consulta las mareas antes de ir. Solo con mar agitado verás los bufones en acción.

Bosque de Muniellos: la catedral verde del occidente

Conseguir el permiso fue casi una odisea, pero mereció la pena cada clic. Muniellos es un santuario. Solo 20 personas pueden acceder al día. Allí no hay ruido, ni cobertura, ni carteles publicitarios. Solo árboles milenarios, senderos que se abren entre robles colosales y un silencio tan profundo que parece antiguo.

Caminar por allí es como entrar en otra época. Vi ciervos, escuché al urogallo —aunque no lo vi—, y me sentí como un invitado en casa ajena. Es un lugar sagrado, donde la naturaleza manda y tú solo puedes dar las gracias.

Consejo: reserva con semanas de antelación. Lleva comida, agua y prepárate para desconectar de todo.

Y si te quedas con ganas de más…

  • Ruta al Pico Pienzu desde el Mirador del Fitu: Desde el mar hasta la cumbre en menos de 2 horas. Las vistas son de otro planeta.

  • Camino Encantado de Ardisana: Ideal con niños, salpicado de figuras mitológicas y con el verde más intenso que puedas imaginar.

  • Ruta de la Cascada de Oneta: Tres cascadas escondidas en un bosque de cuento, en el occidente asturiano.

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