El cuerpo sin vida de Guillermo Abio, un joven ilicitano de 28 años, fue hallado la mañana del miércoles 16 de abril en las inmediaciones del refugio de El Meicín, en pleno corazón del macizo de Las Ubiñas, en Lena. Lo encontraron tras una noche entera de búsqueda. Solo, bajo un temporal feroz. Todo apunta a que falleció como consecuencia de una caída fortuita que le provocó un fuerte golpe en la cabeza.
Pero esta no es solo la historia de un accidente. Es la historia de un joven brillante, comprometido, y con un profundo amor por la montaña.
Un perfil prometedor: de Elche al análisis internacional
Guillermo había estudiado Relaciones Internacionales y actualmente trabajaba como analista en el Centro de Seguridad Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria, en Madrid. Su especialización: la geopolítica energética y el área mediterránea.
En poco tiempo se había consolidado como una voz emergente en estos temas. Inteligente, metódico, curioso, y sobre todo, apasionado por el mundo. Esa misma pasión por comprender el entorno era la que le llevaba a buscar también otras cimas: las físicas, las que se suben a pie y con mochila.
En Elche, donde vivió su infancia y adolescencia, estudió en el colegio El Palmeral y en el IES La Asunción. Allí aún lo recuerdan como un estudiante brillante, amable y reflexivo. Sus padres, ambos docentes de instituto, son muy conocidos y apreciados en la comunidad educativa ilicitana. La noticia ha sacudido a toda la ciudad.
La montaña y la soledad: cómo sucedió el accidente
Guillermo se había desplazado a Asturias para pasar unos días haciendo senderismo. Había planeado una travesía exigente pero bien conocida por los montañeros experimentados: la subida desde Lindes (Quirós) hasta el refugio de El Meicín, uno de los accesos más emblemáticos al Parque Natural de Las Ubiñas-La Mesa.
Las previsiones meteorológicas no eran buenas, pero el joven iba bien equipado. Saco técnico, ropa adecuada, experiencia previa. Sin embargo, un giro del tiempo convirtió la ruta en una trampa: niebla intensa, temperaturas bajo cero, fuerte viento.
A unos 300 metros por encima del refugio, al parecer, decidió no continuar. Buscó refugio entre las rocas y se dispuso a pasar la noche a la intemperie. Amarró su mochila al saco de dormir y trató de esperar a que pasara el temporal.
Horas después, algo le obligó a salir del saco: probablemente una necesidad fisiológica. En ese momento, resbaló en un terreno helado y con pendiente. La caída fue corta, pero fatal: impactó la cabeza y perdió la vida en el acto o en cuestión de segundos, según estiman los equipos de rescate.
La búsqueda: una llamada de una madre y el inicio de un operativo contrarreloj
Todo empezó con una llamada. La madre de Guillermo, preocupada por no haber tenido noticias suyas, telefoneó al refugio de El Meicín. Él había previsto dormir allí la noche del lunes, pero no llegó. La respuesta negativa la derrumbó. Fue entonces cuando se activó el protocolo de búsqueda a través del 112 Asturias.
Durante toda la noche del martes, el SEPA, la Unidad Canina, el GREIM de la Guardia Civil y drones de rastreo comenzaron a peinar la zona. El helicóptero de rescate no pudo completar su intervención por el mal tiempo. A primera hora del miércoles localizaron el saco y la mochila. Poco después, encontraron el cuerpo de Guillermo, a tan solo 200 metros del refugio.
Una despedida que duele
Su fallecimiento no ha pasado desapercibido. No solo por la dureza del suceso, sino por el perfil humano y profesional de Guillermo. Un joven al que le gustaba perderse en los caminos, pero siempre para encontrarse a sí mismo.
A pesar de la tragedia, no hay rastro de imprudencia: ni rutas arriesgadas ni decisiones temerarias. Sólo una montaña, un cambio de tiempo y una casualidad letal.
Guillermo ha dejado una huella en quienes lo conocieron. En sus compañeros de trabajo, en sus profesores, en su familia. Y ahora también, en una roca del macizo asturiano donde la montaña se lo llevó demasiado pronto.