Felipe de Arriba Ramos, que mató a Fran Tobajas en septiembre de 2023 por venganza tras un préstamo de hace dos décadas, es condenado por asesinato. El crimen, que conmocionó a la ciudad, se cierra ahora con una sentencia firme y ejemplar.
La justicia ha tardado, pero ha llegado. Año y medio después del asesinato que estremeció a Gijón, Felipe de Arriba Ramos ha sido condenado a 17 años de prisión, más cinco años de libertad vigilada, por matar a sangre fría a Francisco Javier Rodríguez Tobajas, conocido empresario inmobiliario de la ciudad. Además, deberá abonar 253.750 euros en indemnizaciones a la familia de la víctima, en uno de los juicios más seguidos y emotivos de los últimos años en la Audiencia Provincial de Asturias.
El veredicto del jurado popular fue unánime. No hubo lugar a dudas. Tampoco a discusiones jurídicas sobre la autoría. De Arriba no solo confesó el crimen desde el primer momento, sino que lo hizo con una frialdad que sacudió incluso a los magistrados. En el juicio, celebrado a comienzos de abril, respondió con un escueto “sí” cuando la fiscal le preguntó si había matado a Fran Tobajas.
Un crimen con raíces antiguas
Para entender esta historia de venganza hay que remontarse al año 2005, cuando la entonces esposa de De Arriba solicitó un préstamo de 12.900 euros, aunque solo recibió 3.500, con intereses supuestamente abusivos y firmando letras de cambio en blanco. Uno de los prestamistas fue Fran Tobajas. Aquel préstamo, según el asesino, fue “la primera ficha del dominó” que derrumbó su vida.
Durante años, Felipe de Arriba se obsesionó con Tobajas. En 2010 se divorció, perdió la vivienda familiar en Montevil, acabó viviendo en un trastero, luego en una habitación compartida, y comenzó a beber. Según relató en el juicio, no pasó un solo día sin pensar en su víctima, a quien culpaba no solo de su ruina financiera, sino también emocional. Dos días antes del asesinato ya había merodeado por los alrededores de la inmobiliaria Golden Star, pero no encontró a Tobajas.
El crimen: dos puñaladas y una confesión con las manos ensangrentadas
El 20 de septiembre de 2023, con un cuchillo que había robado el día anterior en la carnicería donde trabajaba, De Arriba volvió a la calle Campo Sagrado. Allí esperó a que Tobajas saliera de su oficina. Lo mató delante de una de sus hijas, asestándole dos puñaladas certeras.
Inmediatamente después, se entregó a la Policía Local. Confesó el crimen con las manos todavía manchadas de sangre. Tiró el cuchillo por encima del muro de la residencia del Carmen porque, según dijo, “le parecía raro ir por la calle con él”.
Un juicio con pocas dudas y un castigo firme
Durante el juicio, su defensa intentó sin éxito que el jurado tuviera en cuenta tres atenuantes: confesión, reparación del daño (aportó 250 euros, únicos fondos disponibles desde su ingreso en prisión) y obcecación. Solo la confesión, en su forma analógica, fue tenida en cuenta.
La Fiscalía pedía 18 años de prisión, y la acusación particular —ejercida por el letrado Eloy Fernández Schmitz— solicitaba 20. Finalmente, la Sección Octava de la Audiencia Provincial de Asturias impuso 17 años de cárcel y una indemnización total de 253.750 euros, repartida así:
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93.750 euros para una de las hijas de Fran Tobajas
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30.000 euros para la otra hija
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60.000 euros para el padre del fallecido (la madre ya ha fallecido)
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10.000 euros para la pareja del empresario
Una ciudad conmocionada
El crimen de Fran Tobajas —conocido, querido y vinculado durante años al tejido comercial y vecinal de Gijón— dejó una profunda huella. No solo por su brutalidad, sino por la forma en que reveló una historia de rencor, ruina y deterioro mental sin atender. El juicio ha devuelto algo de paz a su entorno, aunque el dolor permanece.
“No guardéis rencor”, dijo De Arriba en su última intervención, dirigiéndose a las hijas de la víctima. Pero sus palabras no bastan para reparar la pérdida.
Hoy, el mensaje que queda es otro: la justicia puede ser lenta, pero al final llega. Y cuando lo hace, lo hace con toda la fuerza del Estado de derecho.