Nadie lo ha visto, nadie lo señala, y quien lo conoce... calla. La Bonoloto deja 1,7 millones de euros en Gijón y despierta un misterio digno de novela negra.
En La Camocha, un barrio con alma minera y café de tertulia larga, se ha desatado una caza del tesoro silenciosa. El pasado sábado, la Bonoloto dejó un premio de 1.721.822 euros en el corazón del barrio. Desde entonces, hay una pregunta que sobrevuela cada conversación, aunque pocos se atreven a decirla en voz alta:
¿Quién es el nuevo millonario de La Camocha?
Un boleto... y un muro de silencio
El premio fue sellado en la administración situada en la Carretera Lavandera número 707. El número ganador —26, 8, 31, 41, 9 y 46— transformó a alguien en millonario de la noche a la mañana, pero a diferencia de otras veces, no hay fotos, ni brindis, ni declaraciones a cámara. Ni siquiera una filtración entre cañas.
Lo más desconcertante no es que nadie sepa quién es, sino que quienes dicen saberlo, no sueltan prenda. En La Camocha, el silencio ha sido absoluto. Ni una palabra más alta que otra. Ni un gesto. Ni una pista.
“Aquí todos nos conocemos, pero de eso no se habla”, dice un cliente habitual del bar cercano a la administración. “Y si alguien lo sabe, hace muy bien en callar”, remata entre risas el camarero. El ambiente recuerda a una vieja ley no escrita: en este barrio, lo que se respeta no se delata.
¿Por qué tanto misterio?
Hay quien dice que el agraciado es una persona discreta. Otros creen que, simplemente, prefiere guardar el anonimato para evitar la presión social, los “amigos de repente” y los fantasmas de Hacienda.
Algunas fuentes apuntan a que podría tratarse de alguien del entorno más cercano de la mina, tal vez jubilado o trabajador en activo. Pero nada se confirma. Ni siquiera la administración de lotería ha podido —o querido— dar pistas. “Aquí no decimos nada. Si el ganador quiere contarlo, que lo cuente él”, repiten con cortesía.
La Camocha: barrio de trabajo, y ahora, de misterio
En un lugar forjado con esfuerzo bajo tierra, no sorprende que el dinero no lo cambie todo de golpe. Aquí la discreción es una virtud, y la desconfianza al exhibicionismo viene de serie. El anonimato del nuevo millonario no solo intriga, también protege.
Mientras tanto, en cada banco del parque, en cada pasillo del supermercado, en cada cola del ambulatorio, las miradas se cruzan con cierta complicidad:
—¿Será ese?
—No, muy tranquilo lo veo...
—¡O precisamente por eso!
Un millón y medio que pesa más por lo que no se dice
Con el cheque aún sin nombre y un barrio convertido en escenario de novela, el misterio crece. ¿Aparecerá el ganador? ¿Confirmará su identidad? ¿O pasará a formar parte de las leyendas del vecindario?
Por ahora, La Camocha calla. Y el millonario... también.