"Cuando había un trocín de Cabrales en casa, sabías que ibas a cenar calentín. Y si lo juntabas con güevos de casa, eso era gloria bendita."
Ingredientes (pa dos, o pa uno con fame de picu):
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4 güevos de los güenos, que veas que la yema ye naranja como el solín d’abril
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100 g de quesu Cabrales, auténtico, del fuerte
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Un chorretón de nata líquida o leche entera (opcional, pero da suavón)
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Una cucharadina de mantequilla
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Un pocu d’aceite de oliva virxen extra
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Sal y pimienta negra al gustu
Pasu a pasu, como yo lo faía en la cocina con delantal de floretes:
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Desmenuza el Cabrales con un tenedor, que quede en cachinos pero sin machacarlo del todo. Que se vea que ye queso con carácter.
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En un cuenco, bate bien los güevos con una pizquina de sal (no mucha, que el Cabrales ya manda). Si quieres, añade un chorrín de nata pa que quede más cremosa.
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Calienta una sartén con una nuez de mantequilla y un poco d’aceite, que no se queme. Cuando esté fundida, echa’l Cabrales y revuélvelo un poco pa que empiece a fundir, como se ve en la foto que me pasaste.
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Añade los güevos batidos por encima, baja el fuego y deja que se cuaje poco a poco. La tortilla de Cabrales tien que quedar jugosina, no seca. No la vuelques, déjala a fuego muy bajín y con tapa un par de minutos. El centro tien que quedar fundente, como una crema d’oru.
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Sírvela en caliente, con pan casero y un culín de sidra, y ya verás cómo la casa huele a gloria.
Conseyu de la güela Balbina:
"Si te gusta más suave, mézclala con un poquitín de nata, pero si eres de los de siempre, déjala fuerte, que eso ye lo que da gustirrinín."
Que la disfrutes tanto si tas en Xixón como si tas en México DF
Si la faes, mándame una foto, que dicen por el barrio que ya me saludan por la calle por culpa d’estas recetas. Y yo, encantada.
¡Hasta mañana, mi cielu!
Abuela Balbina
