Lobos gigantes y ciencia de laboratorio: el sueño de la desextinción, ¿avance o error del futuro?

Lobos gigantes y ciencia de laboratorio: el sueño de la desextinción, ¿avance o error del futuro

La empresa Colossal Biosciences asegura haber "resucitado" al lobo terrible, especie extinta hace 10.000 años. Pero lo que tenemos no es un regreso real del pasado, sino una versión "tuneada" de laboratorio. ¿Estamos jugando a ser dioses... sin saber las reglas del juego?

 

Pocas ideas han capturado tanto la imaginación colectiva como la posibilidad de traer de vuelta a la vida especies extintas. De la literatura a las películas, el sueño de contemplar a un mamut o un tigre dientes de sable caminando por nuestros paisajes modernos ha sido alimentado durante décadas. Pero, con la tecnología CRISPR en la mano y los laboratorios biotecnológicos pisando fuerte, la pregunta ya no es solo si podemos hacerlo, sino si realmente debemos hacerlo.

Uno de los casos más recientes y mediáticos es el de Colossal Biosciences, que ha presentado a Rómulo y Remo, dos cachorros de una supuesta nueva generación del lobo terrible (Aenocyon dirus), inspiración del icónico huargo de Juego de Tronos. La realidad, sin embargo, es bastante distinta: estos lobos no han salido de una resurrección genética directa, sino de la edición genética del ADN de un lobo gris moderno (Canis lupus).

El Frankenstein genético: lobos grises con genes editados

Usando la técnica CRISPR-Cas9 —una especie de tijera molecular que permite cortar y reemplazar partes del ADN como si se tratara de un documento Word—, los científicos de Colossal han modificado rasgos físicos del lobo gris: tamaño, forma del cráneo, pelaje, dentadura…

Pero lo que ha nacido no es un Aenocyon dirus, sino un nuevo animal híbrido, una especie de versión “inspirada en” que solo se parece al extinto lobo gigante en apariencia. Como señala la profesora A. Victoria de Andrés Fernández, autora del análisis original en The Conversation, "el nuevo animal no es ni el extinto ni el vivo, sino otro nuevo". Y ahí empiezan los problemas.

La trampa de revivir a una especie sin su mundo

Porque incluso si algún día logramos resucitar genéticamente a un mamut o un dodo, ¿qué hacemos con ellos? ¿Dónde los metemos? ¿Quién les asegura un hábitat compatible con su existencia? Las condiciones ecológicas que provocaron su extinción siguen ahí, o han cambiado tanto que su regreso sería una condena.

Peor aún: si el nicho ecológico que ocupaban ya está ocupado por otra especie, su reintroducción podría provocar un choque biológico de consecuencias imprevisibles. Se corre el riesgo de desestabilizar ecosistemas actuales, extinguir nuevas especies o, en el peor de los casos, crear reservorios para nuevos virus que nuestra especie no sabría cómo manejar.

Un dilema ético más que científico

A nivel técnico, la desextinción ya no es un concepto de ciencia ficción. Pero el debate real está en otro plano: el ético. ¿Es correcto invertir millones en revivir el pasado mientras el presente se desmorona?

“Mucho más interesante que crear Parques Jurásicos sería aplicar todo este conocimiento a evitar la extinción de especies que, estando vivas, requieren de una rápida intervención si las queremos mantener en el planeta”, sostiene la profesora De Andrés.

El conocimiento genético y biotecnológico debería tener como prioridad la conservación de la biodiversidad real, no alimentar caprichos empresariales, turísticos o mediáticos. Porque traer de vuelta a un lobo terrible puede parecer espectacular... hasta que entendamos que, tal vez, lo realmente terrible es haber abandonado a los que aún pueden ser salvados.

Una cuestión que mezcla ciencia, conciencia y el vértigo de mirar al pasado con manos del futuro.

¿Podemos traer de vuelta al lobo gigante? Tal vez.
¿Podemos devolverle su mundo? Difícilmente.
¿Podemos salvar el nuestro si no dejamos de mirar hacia atrás? Esa es la gran pregunta.

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