¿Volver a cazar lobos en Asturias? Esa es la pregunta que recorre hoy el medio rural, los tribunales, los foros conservacionistas y las cocinas de los ganaderos. Pero ¿de qué estamos hablando exactamente cuando decimos que se puede "cazar el lobo" en Asturias?
No se trata de una carta blanca. No es una barra libre. Tampoco un retroceso a los tiempos en que el lobo era perseguido con trampas y venenos. Lo que está en juego es mucho más complejo: un nuevo equilibrio entre conservación y ganadería, en un contexto en el que los lobos no solo han vuelto, sino que han conquistado el 83% del territorio asturiano.
¿Qué ha cambiado?
El pasado 20 de marzo de 2025, el Congreso de los Diputados aprobó una proposición para sacar al lobo del Listado de Especies en Régimen de Protección Especial (Lespre), una decisión largamente esperada por el sector ganadero y respaldada por comunidades como Asturias, Galicia, Cantabria y Castilla y León, todas ellas afectadas por una convivencia cada vez más tensa con la especie.
Hasta ahora, desde 2021, cualquier intento de control poblacional del lobo estaba vetado. Ninguna administración podía autorizar su caza, ni siquiera en casos justificados de ataques repetidos al ganado. El animal gozaba de protección total.
Pero con la aprobación de esta nueva normativa, se abre la puerta a retomar los programas de control selectivo, siempre bajo criterios técnicos y legales.
¿Cuál es la situación del lobo en Asturias?
Hoy, según los últimos datos oficiales:
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Hay 45 manadas censadas, de las cuales al menos 39 son reproductoras.
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La población estimada supera ya los 400 ejemplares.
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Se ha extendido por 8.300 km², el 83% de la superficie de Asturias.
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En 2023, se registraron más de 3.200 ataques a animales domésticos, con indemnizaciones superiores a 1,1 millones de euros por parte del Principado.
Los datos, que han sido compartidos por la Consejería de Medio Rural, dibujan un escenario muy diferente al de hace una década. Entonces, el lobo estaba circunscrito a zonas concretas de montaña. Hoy, su rastro llega hasta la costa y zonas bajas, siguiendo la ganadería extensiva y las presas silvestres.
¿Qué pasará ahora?
Una vez que la exclusión del lobo del Lespre se publique en el BOE, Asturias podrá recuperar su programa de control de población, cuya última versión data de 2022. Ese plan no llegó a aplicarse precisamente porque la orden de protección entró en vigor antes de que se ejecutara.
El próximo 10 de abril, el Gobierno asturiano prevé presentar un nuevo plan actualizado ante el Consejo Consultivo. En él están representadas organizaciones agrarias, ayuntamientos, cazadores, grupos ecologistas y la propia administración.
Ese plan marcará cuántos lobos se podrán abatir, dónde y cómo. Las cifras no serán arbitrarias. Se basarán en:
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El número de manadas reproductoras.
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La densidad de población por zona.
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El número y gravedad de ataques al ganado.
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El objetivo de garantizar siempre una población viable y sostenible del lobo, como exige la normativa europea.
Entre 2003 y 2021, Asturias abatió 355 lobos, lo que representó una media del 8,9% de la población estimada por año. Las cifras se basaban en modelos técnicos aceptados por la Comisión Europea. El Principado ha defendido que su gestión era legal, sostenible y eficaz… hasta que el veto del Gobierno central la frenó en seco.
El choque inevitable: tribunales, ecologistas y ganaderos
El regreso del control del lobo no será pacífico. Grupos conservacionistas ya han anunciado que recurrirán cualquier autorización de caza. La tensión con el sector ganadero —que lleva años exigiendo soluciones— está servida.
Pero en el fondo del debate hay una pregunta más incómoda: ¿Queremos un medio rural sin ganaderos? ¿O estamos dispuestos a controlar al lobo para proteger la actividad humana?
Marcelino Marcos, consejero de Medio Rural del Principado, lo resume así:
“No se trata de exterminar. Se trata de convivir. Pero convivir no significa resignarse a que te coman las vacas, los caballos o las ovejas. Necesitamos equilibrio, y eso implica actuar”.
Entonces… ¿de qué estamos hablando?
Cuando decimos que “se puede cazar el lobo en Asturias”, hablamos de reabrir un modelo de gestión que permite controlar la especie sin ponerla en peligro, para garantizar la supervivencia de las ganaderías extensivas, esenciales para el medio rural.
No es una decisión ideológica. Es un dilema ecológico, económico y social. Una pieza más del complejo puzle del territorio asturiano.