Un pasajero fallece de un infarto durante el trayecto y obliga a parar el convoy en Valladolid durante más de tres horas. Los viajeros llegaron a Asturias de madrugada, entre la resignación, la tristeza y el cansancio.
Aquel ALVIA partió puntual. Eran las 18:50 del domingo 23 de marzo y salía desde Madrid-Chamartín rumbo a Asturias. Un viaje más, de esos que muchos repiten cada fin de semana: estudiantes, familias, trabajadores, gente que vuelve a casa. Pero esta vez, no fue un trayecto cualquiera.
A bordo viajaba un hombre solo. Nadie lo conocía, ni su nombre ni su historia. Y, sin embargo, horas después, todos sabrían de él. Porque a mitad de camino, su corazón dijo basta.
Un infarto en movimiento
El tren avanzaba con normalidad cuando, en algún punto antes de Valladolid, el pasajero sufrió un infarto fulminante. Los trabajadores del tren activaron el protocolo de emergencia. Intentaron reanimarlo. No pudieron. El convoy hizo una parada no programada en la estación de Campo Grande (Valladolid).
Allí empezó la espera. Y el silencio.
Para poder continuar el trayecto, la ley exige realizar los trámites judiciales correspondientes ante una muerte en tránsito. Hacía falta un forense. Un juez. Un levantamiento de cadáver. Y eso no ocurre rápido.
Tres horas y media de incertidumbre
Dentro del tren, el ambiente era denso. Nadie podía bajar. No hubo explicaciones claras durante un buen rato. Tampoco comida ni bebida. Solo la megafonía con disculpas y la sensación de que algo grave había ocurrido. Algunos comenzaron a escribir en redes. Otros preferían no hablar.
“Estamos reventados”, decía una pasajera cuando por fin, bien entrada la noche, el tren volvió a moverse.
El reloj marcaba las 2:30 de la madrugada cuando el ALVIA entraba por fin en la estación de Oviedo, con cuatro horas de retraso y una historia dolorosa detrás.
El viaje que nos recuerda que todo puede cambiar en un segundo
No hubo quejas airadas. Solo resignación. Nadie quería culpar a nadie. Porque lo que ocurrió puede pasarle a cualquiera. Una muerte inesperada, anónima, en medio de un vagón lleno de desconocidos que, sin saberlo, compartieron sus últimas horas con alguien que ya no volverá.
Renfe ha lamentado los hechos y confirmado que el protocolo se activó correctamente, priorizando la atención al pasajero y los requerimientos legales. No habrá compensación automática por el retraso, al tratarse de una causa excepcional.
Y el tren volvió a su rutina. Pero quienes lo vivieron, difícilmente lo olvidarán.