La OMS, junto a expertos internacionales, impulsa el etiquetado de las bebidas alcohólicas como productos cancerígenos. Estudios recientes demuestran que incluso una copa al día incrementa el riesgo de cáncer, especialmente de mama, y que ningún tipo de alcohol —ni siquiera el vino— es inocuo para la salud.
El vino ya no es excusa. La creencia popular de que una copa al día puede ser buena para la salud se derrumba bajo el peso de la evidencia científica más reciente. Lejos de proteger, el alcohol en cualquier dosis incrementa el riesgo de cáncer. Así lo advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ha solicitado oficialmente a los países miembros de Europa que etiqueten las bebidas alcohólicas con una advertencia clara sobre su carácter cancerígeno.
El alcohol, en la misma categoría que el tabaco o el amianto
Desde 1988, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) —organismo dependiente de la OMS— incluye al etanol (el alcohol de todas las bebidas) en el Grupo 1 de sustancias cancerígenas para humanos, junto al tabaco, el amianto y la radiación ultravioleta.
Su consumo está relacionado con al menos siete tipos de cáncer:
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Cavidad oral
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Faringe
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Laringe
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Esófago
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Hígado
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Colon y recto
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Mama
En los últimos años, investigaciones adicionales han añadido también el cáncer de próstata a esta lista.
El alcohol causa el 4% de todos los cánceres en el mundo, lo que representa 740.000 casos y más de 400.000 muertes al año, según cifras de la IARC.
Europa lidera el consumo… y los riesgos
Europa es el continente donde más se bebe alcohol, con una media de 8,8 litros de alcohol puro por persona adulta al año. En este contexto, el vino y la cerveza son las bebidas más consumidas, y su consumo diario está altamente normalizado.
En el caso de España, aunque el país se sitúa en la mitad del ranking europeo en volumen total, es preocupante que sea el quinto donde más ha crecido el consumo desde 2010 y el segundo de la UE con mayor proporción de bebedores diarios (13%), solo por detrás de Portugal.
El falso mito del “consumo moderado”
Durante décadas, algunos estudios sugirieron que beber con moderación podría ser incluso beneficioso, particularmente para la salud cardiovascular. Esta idea se popularizó con la famosa “curva en J”, que planteaba que los abstemios tenían más riesgo de mortalidad que los bebedores moderados.
Pero revisiones metodológicas recientes han desmontado esa teoría:
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Muchos abstemios incluidos en los estudios eran exbebedores con problemas de salud previos, sesgando los resultados.
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Estudios actuales, como los liderados por Tim Stockwell (Universidad de Victoria), han demostrado que al eliminar estos sesgos, la curva se aplana: no hay beneficios del consumo moderado.
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“El alcohol aumenta el riesgo de cáncer incluso en pequeñas cantidades”, afirma Stockwell.
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En palabras de Rachel Visontay, de la Universidad de Sídney: “No importa si es vino, cerveza o licor: el riesgo es el mismo”.
Incluso los beneficios atribuidos al resveratrol del vino tinto —un antioxidante presente en la uva— son, en el mejor de los casos, marginales, y pueden obtenerse de otros alimentos sin alcohol.
Las mujeres, más vulnerables
Uno de los riesgos más claros y específicos del alcohol es el cáncer de mama, especialmente si el consumo comienza a una edad temprana. Así lo ha demostrado la epidemióloga Marina Pollán, directora del Instituto de Salud Carlos III, quien ha alertado sobre el efecto del alcohol durante la adolescencia, cuando las células mamarias están en pleno desarrollo.
“Incluso quienes solo consumen vino o cerveza muestran un incremento del riesgo de cáncer de mama”, explica Pollán.
Etiquetado obligatorio: ¿la próxima batalla?
En Irlanda, ya se ha aprobado una ley pionera que exigirá, a partir de 2026, etiquetar el alcohol con advertencias sobre el cáncer. Será el segundo país del mundo en hacerlo, tras Corea del Sur.
La OMS, junto al Cirujano General de EE UU, impulsa esta medida a nivel internacional, aunque se enfrenta a la resistencia de la industria del alcohol, que ha presionado históricamente para suavizar el mensaje y financiar estudios favorables al consumo.
“La industria del alcohol antepone sus beneficios a la salud pública, y por eso se ha frenado el etiquetado”, denuncia Frank Murray, expresidente del Royal College of Surgeons de Irlanda.
Conclusión: cada trago cuenta
La conclusión de la comunidad científica es clara y contundente:
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No existe un nivel seguro de consumo de alcohol.
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Cualquier cantidad aumenta el riesgo de cáncer y otras enfermedades crónicas.
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Y los supuestos beneficios del “consumo moderado” no resisten el escrutinio científico actual.
La advertencia está sobre la mesa. Ahora, queda por ver si los gobiernos europeos estarán dispuestos a poner etiquetas al mito.