Es el segundo hallazgo de este tipo en apenas diez días. La soledad extrema vuelve a cobrarse otra vida en el corazón de Asturias.
La escena se repite. Y duele. Una mujer de 84 años ha sido hallada muerta en su domicilio del barrio ovetense de Teatinos, tras pasar varios días sin que nadie advirtiera su ausencia. Fue su hermano, desde Guadalajara, quien, angustiado por no tener noticias desde hacía casi una semana, dio la voz de alarma. Nadie más la echó de menos.
El operativo, coordinado por la Policía Local, los Bomberos de Oviedo y la Policía Nacional, se desplegó en el número 100 de la calle Bermúdez de Castro, muy cerca del HUCA. Tras intentar abrir la puerta sin éxito —las llaves estaban puestas por dentro—, los bomberos accedieron a la vivienda a través de una ventana. En el suelo de una habitación, yacía el cuerpo sin vida de la anciana.
Las primeras hipótesis apuntan a una muerte por causas naturales, ocurrida días atrás, pero será la investigación de la Policía Nacional la que determine los detalles. Demasiado tarde para ella.
Otro caso más. Y van demasiados.
Este trágico suceso ocurre tan solo diez días después de otro hallazgo estremecedor en La Corredoria, donde fue descubierto el cadáver momificado de Lorentina Suárez, una mujer de 78 años que llevaba años muerta en su piso sin que nadie lo supiera. En aquel caso, convivía con su hijo, diagnosticado con síndrome de Diógenes, y junto a once perros y tres gatos que vivían en condiciones lamentables.
Dos mujeres mayores. Dos cuerpos. Dos casas en silencio. Y un mismo patrón: la soledad.
Una pregunta incómoda: ¿cómo puede ocurrir esto una y otra vez?
Ni vecinas, ni portera, ni el ritmo del barrio: nadie notó su ausencia hasta que un familiar lejano, desde otra provincia, pidió ayuda. Este nuevo episodio deja al descubierto una realidad que ya no se puede esquivar: nuestros mayores están muriendo solos. Y nadie lo sabe hasta que ya es demasiado tarde.
En el caso de Teatinos, algunos vecinos confirmaron que hacía días que no la veían, pero eso no bastó para activar una alarma vecinal. No es culpa de nadie en particular, y a la vez, lo es de todos: del aislamiento, del anonimato de las ciudades, del olvido silencioso.
Un síntoma de algo mayor
Los servicios de emergencia actúan, los cuerpos policiales responden, los bomberos arriesgan su integridad para entrar por una ventana. Pero ya no se trata solo de intervenciones puntuales. Se trata de un síntoma social profundo, que apunta a una epidemia silenciosa de abandono emocional y aislamiento.
Asturias es una de las comunidades con población más envejecida de Europa. El fenómeno de los mayores viviendo solos —y muriendo solos— va camino de convertirse en rutina informativa si no se actúa con urgencia.
¿Quién está mirando por ellos?
Lo ocurrido hoy no debería ser simplemente otra noticia. Debería ser una advertencia. Las instituciones, las familias, los vecinos, la sociedad en su conjunto, deben mirar de frente esta realidad. Porque morir en soledad y permanecer días sin que nadie lo note no puede ser el final de una vida entera.
Hoy ha sido en Teatinos. Hace diez días, en La Corredoria. ¿Dónde será mañana?