La Fiscalía pide 37 años de cárcel en dos juicios separados por abusos a sus hijas de 6 y 13 años, mientras una sombra de delitos pasados planea sobre el acusado
Un hombre de Gijón se sentó ayer en el banquillo de la sección octava de la Audiencia Provincial, acusado de violar a su hija menor, de tan solo seis años, en un caso que ha conmocionado a la sociedad asturiana. Este juicio, que ya ha quedado visto para sentencia, es solo la primera parte de una historia de horror que involucra a dos hermanas de madres diferentes y que podría llevar al procesado a pasar hasta 37 años tras las rejas. Mientras tanto, una segunda vista oral, prevista para el 19 de mayo, pondrá el foco en los abusos denunciados por su hija mayor, de 13 años, quien asegura haber sufrido relaciones sexuales completas a manos de su propio padre. Pero la trama no termina ahí: las investigaciones han destapado indicios de posibles agresiones a su propia hermana en el pasado, un delito que, de confirmarse, podría estar ya prescrito.
Una defensa silenciosa y una acusación implacable
En el juicio celebrado ayer, el acusado, asistido por la abogada gijonesa Ana Gloria Rodríguez, se acogió a su derecho a responder únicamente a las preguntas de su defensa, negando rotundamente los cargos que se le imputan. Frente a él, la Fiscalía y la acusación particular mantuvieron firme su petición inicial: 25 años de prisión por los abusos continuados a la menor de seis años. Este castigo se desglosa en 10 años por un delito de agresión sexual continuado y 15 años más por agresión sexual a una menor de 16 años. La pequeña, según las pruebas presentadas, no pudo precisar cuántas veces fue sometida a los abusos, pero sí relató un episodio concreto que ha marcado la investigación.
El tribunal escuchó ayer a los agentes de la Policía Nacional que elaboraron el atestado, así como a los forenses y psiquiatras que evaluaron tanto a la víctima como al padre. Además, se proyectó la declaración preconstituida de la niña, un mecanismo legal diseñado para evitar que los menores revivan el trauma en el estrado. Con todas las pruebas sobre la mesa, el caso espera ahora la sentencia, mientras el gijonés aguarda su destino en un proceso que ha puesto en jaque su credibilidad.
El segundo acto: Una hermana mayor rompe el silencio
El caso dio un giro aún más sombrío cuando, tras destaparse los abusos a la menor, su hermana mayor, de 13 años, confesó haber sido también víctima de su padre entre los 8 y los 13 años. Según su testimonio, los abusos incluyeron relaciones sexuales completas, lo que ha llevado a la Fiscalía a solicitar 12 años adicionales de cárcel por otro delito de agresión sexual. Este segundo juicio, fijado para el 19 de mayo, promete ser igual de desgarrador y podría consolidar una condena total de 37 años, una de las más altas pedidas en casos recientes en Asturias.
La génesis de esta pesadilla se remonta a 2015, cuando los abusos a la menor de seis años salieron a la luz. Fue entonces cuando la mayor, al conocer la denuncia, decidió romper su silencio, desvelando un patrón de violencia sexual que habría marcado su infancia. Las dos hermanas, nacidas de madres distintas, comparten el dolor de un supuesto agresor común: su propio padre.
Un pasado turbio que podría quedar impune
La investigación policial ha arrojado una sorpresa inquietante: el hombre podría haber agredido sexualmente a su propia hermana décadas atrás. Sin embargo, este posible delito, que añadiría una dimensión aún más perturbadora al caso, enfrenta un obstáculo legal. En España, los crímenes sexuales tienen plazos de prescripción que varían según la gravedad y la edad de la víctima en el momento de los hechos. Dado el tiempo transcurrido, los expertos creen que, aunque se demostrara, este abuso podría no ser juzgable, dejando una sombra de impunidad sobre el historial del acusado.
Un caso que interpela a la sociedad
Este proceso judicial no solo pone a prueba el sistema legal, sino que interpela a la sociedad sobre cómo proteger a los más vulnerables dentro del seno familiar, donde el miedo y la manipulación a menudo silencian a las víctimas. La valentía de las dos hermanas al denunciar, junto con el uso de herramientas como las declaraciones preconstituidas, refleja un esfuerzo por equilibrar la justicia con la protección de los menores. Sin embargo, el silencio del acusado y las altas penas solicitadas subrayan la gravedad de unas acusaciones que, de confirmarse, pintarían el retrato de un depredador dentro de su propia casa.
¿Qué sigue?
Con el primer juicio concluido y el segundo en el horizonte, Gijón contiene la respiración. La sentencia por los abusos a la menor de seis años será el próximo capítulo, mientras el 19 de mayo marcará el turno de la mayor. Entre tanto, la mención de un posible abuso a la hermana del acusado añade un eco perturbador a esta tragedia familiar. Sea cual sea el fallo, este caso ya ha dejado una huella imborrable en la comunidad, recordándonos la urgencia de escuchar y proteger a quienes, demasiado a menudo, sufren en silencio.