Tensión máxima en La Camocha: atrincherado tras apuñalar a un taxista, detenido en un espectacular despliegue de la Guardia Civil

Tensión máxima en La Camocha: atrincherado tras apuñalar a un taxista, detenido en un espectacular despliegue de la Guardia Civil

El agresor, con antecedentes, se ocultó en una casa tras el viejo cine y mantuvo en vilo a todo el barrio durante horas

Gijón 

 

Era una tarde tranquila en La Camocha hasta que, de repente, todo cambió. Un grito desgarrador, el sonido de una puerta abriéndose de golpe y un taxista corriendo con el cuello ensangrentado, pidiendo ayuda. La calma del barrio minero se rompió en mil pedazos cuando un hombre armado con una navaja intentó atracar a su conductor y acabó hiriéndolo en el cuello y en la mano. Pero lo que parecía un asalto fugaz desencadenó una persecución de infarto que mantuvo en vilo a los vecinos durante horas.

El ataque: de Jove a la pesadilla en La Camocha

Todo comenzó alrededor de las cinco y media de la tarde, cuando el agresor, un hombre de aspecto sospechoso, subió a un taxi en Jove, rumbo a La Camocha. Desde el primer momento, el taxista intuía que algo no iba bien. Cuando el pasajero cambió de destino y pidió que lo llevaran a Lugo de Llanera, el conductor se negó sin recibir el pago por adelantado. Fue entonces cuando el hombre volvió a insistir en ir a La Camocha.

Las calles del poblado minero fueron el escenario donde la situación escaló a un nivel aterrador. En un momento de tensión extrema, el pasajero sacó una navaja fina de diez centímetros y la colocó en el cuello del taxista.

—¡Dame la cartera! —exigió el agresor, mientras el filo de la hoja se hundía en la piel del conductor.

El taxista reaccionó con reflejos de acero: agarró la navaja con una mano, sufrió un corte profundo, pero logró abrir la puerta y huir a la carrera. A su espalda, el atacante también salió corriendo, desatando el caos en las calles de La Camocha.

El despliegue de la Guardia Civil: barrio tomado, tensión en el aire

Minutos después, el barrio estaba plagado de patrullas. Más de una docena de agentes de la Guardia Civil se desplegaron por las calles, bloqueando los accesos y peinando la zona con linternas y armas en ristre. El agresor había desaparecido. Los vecinos, testigos del horror, miraban entre persianas entrecerradas mientras la tensión crecía en el aire.

Las pistas llevaron a los agentes hasta una vivienda detrás del antiguo cine, una casa desvencijada en la que, según testigos, se escondía el fugitivo. La Guardia Civil no dejó margen a la improvisación: sellaron todas las salidas y esperaron el momento exacto para actuar.

Las horas pasaban y el nerviosismo aumentaba. En las tabernas cercanas, algunos clientes salían con sus pinchos para ver de cerca la escena, mientras en los callejones se cruzaban miradas de advertencia entre los vecinos y los allegados del atrincherado.

El asalto final y una detención bajo máxima seguridad

Cuando el reloj marcaba las nueve de la noche, el golpe de efecto llegó. Los agentes irrumpieron en la vivienda con una precisión quirúrgica. Se oyeron órdenes firmes, pasos rápidos y el sonido de esposas cerrándose con fuerza.

El hombre fue sacado por la parte trasera del cine y metido en un todoterreno blindado, evitando cualquier enfrentamiento con la multitud. Aun así, la tensión explotó en la calle: vecinos furiosos intentaron acercarse a los allegados del detenido, intercambiando insultos y recriminaciones. La Guardia Civil tuvo que intervenir de nuevo para evitar que la situación estallara en una reyerta.

El taxista, aún con la adrenalina a flor de piel, fue atendido en la calle J Vagonero por los servicios sanitarios. "El susto fue tremendo", declaró, con la voz aún temblorosa pero agradecido de haber salido con vida.

Un barrio que no olvida

La detención cerró la noche, pero en La Camocha nadie ha pegado ojo. Los bares, que antes servían chatos y tapas, ahora son testigos de un debate que arde: ¿hasta cuándo este tipo de sucesos? ¿Cuántos delincuentes caminan entre ellos?

La Camocha vivió una noche de infarto, y aunque el agresor ya está entre rejas, el eco de los acontecimientos aún resuena en las calles.

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