El cuerpo fue arrastrado hasta la arena por un paseante, mientras la policía trata de esclarecer qué ocurrió en las últimas horas de su vida
La brisa salina de la mañana, el rumor monótono de las olas y la estampa apacible de la playa de San Lorenzo se rompieron de golpe con un descubrimiento aterrador. A las seis y media de la mañana, un paseante encontró el cadáver de un hombre flotando en el agua, sin señales evidentes de violencia, pero con un halo de misterio que aún envuelve su muerte.
El fallecido, identificado como Diego C. R., tenía 40 años y era un vecino conocido del barrio de La Arena, en Gijón. Su cuerpo, completamente vestido, fue sacado del mar y depositado sobre la arena mientras los testigos, entre la incredulidad y el espanto, intentaban entender qué había ocurrido.
Sin rastros de lucha, sin testigos, sin respuestas
La escena tenía algo de surrealista. El cadáver emergió del agua con la pasmosa tranquilidad de quien ha decidido entregarse al mar o ha sido arrojado a él por el destino. No había signos evidentes de agresión, ni rastros de forcejeo en la arena, ni huellas de violencia que contaran una historia clara. Solo un cuerpo frío, el rumor de las olas y la mirada incrédula de quienes contemplaban el espectáculo fúnebre que el mar había devuelto.
El barrio de La Arena, conmocionado
Lo que más ha desconcertado a los vecinos de Diego no es solo su muerte, sino la forma en que ha aparecido: flotando en la playa, como si el mar lo hubiese reclamado sin testigos y sin despedidas. Era un hombre conocido, querido en su entorno. No tenía fama de ser problemático ni de estar enredado en asuntos turbios, lo que hace que su muerte sea aún más perturbadora.
¿Un accidente, un suicidio o algo más?
La investigación policial descarta, por ahora, cualquier indicio de crimen violento, pero las preguntas se agolpan como las olas en la orilla. ¿Cómo acabó en el agua? ¿Cuánto tiempo llevaba flotando antes de ser encontrado? ¿Había alguien con él en sus últimas horas?
La autopsia será clave para determinar si se trató de un accidente, un acto voluntario o si en su muerte hubo algo más de lo que a simple vista se percibe. Mientras tanto, el barrio de La Arena sigue en shock, y la playa de San Lorenzo, testigo mudo de tantas historias, ha sumado una más a su lista de secretos oscuros.