El barrio de La Corredoria, en Oviedo, es escenario de un suceso tan perturbador que ha dejado helados a sus vecinos. Un hombre de unos 50 años, identificado como José, fue detenido la noche de ayer tras un macabro hallazgo en su vivienda. La Policía Nacional, tras conseguir una orden judicial, irrumpió en su hogar y descubrió los restos descompuestos de su madre, una mujer de 73 años, que llevaba desaparecida desde antes de la pandemia.
Lo que parecía un caso más de desatención a la anciana se convirtió en una pesadilla aún mayor cuando los agentes encontraron un escenario espantoso. No solo los restos de la mujer, sino también un montón de animales maltratados. En el pequeño apartamento, de apenas unos metros cuadrados, convivían 11 perros y 13 gatos, de los cuales dos ya estaban muertos. “Esto no lo crees ni en una película de terror”, comentaban los vecinos, incrédulos al ver cómo sacaban los restos en una bolsa negra y cuadrada, como si fueran parte de una escena macabra de una película de suspenso.
El mal olor que salía del domicilio había alertado a los vecinos desde hacía tiempo, pero fue solo cuando los olores se volvieron insoportables que decidieron actuar. El viernes pasado, la policía intentó entrar, pero José se negó rotundamente, alegando que solo con una orden judicial podían hacerlo. Los agentes se retiraron, pero regresaron con un permiso oficial para hacer frente a la situación.
La segunda intervención fue aún más espantosa. Al derribar la puerta, los agentes encontraron a José en estado de nerviosismo. Cuando le preguntaron por su madre, sus respuestas eran un cúmulo de contradicciones: primero dijo que ella se había marchado hace un mes a Portugal, luego cambió su versión y aseguró que estaba en el hospital. Sin embargo, la realidad era mucho más terrible. La casa estaba impregnada con el hedor de la muerte, y la mentira de José se desmoronó al instante.
Los forenses, la policía científica y el personal funerario comenzaron a retirar los restos de la mujer, mientras los animales sobrevivientes fueron trasladados al albergue. Los testigos, aterrados, comentaban que la mujer parecía estar descuartizada, y que la bolsa en la que fue retirada no era una camilla, sino una simple bolsa de gran tamaño.
José, quien siempre se mostró distante de sus vecinos, era conocido por su comportamiento extraño. Poco se le veía fuera de casa y, cuando lo hacía, prefería moverse en horas nocturnas, nunca mostrando su rostro por completo. La madre, a la que todos llamaban Tina, llevaba años sin aparecer. Los residentes del edificio aseguraban que había dejado de salir de su apartamento mucho antes de que la pandemia comenzara, pero nadie sospechó de la oscura realidad que se estaba gestando tras esas puertas cerradas.
La escena ha dejado una profunda huella en la comunidad. Los vecinos no pueden salir de su asombro. Esta historia, que parecía irreconocible en un barrio tranquilo como La Corredoria, será difícil de borrar de sus recuerdos. Ahora, las autoridades continúan con la investigación, mientras la gente se pregunta qué llevó a José a cometer un acto tan cruel.