Santa María del Chicu abre en Arriondas con una propuesta que mezcla la tradición asturiana y el recetario monástico
En Arriondas se ha abierto un restaurante con una historia que pocos podrían haber imaginado: el Santa María del Chicu, gestionado por las exmonjas clarisas de Belorado, ya está en funcionamiento y recibiendo a sus primeros comensales. Lo que comenzó como una apuesta arriesgada se ha convertido en un fenómeno gastronómico que mezcla el sabor de la cocina conventual con el encanto de un enclave asturiano.
Los primeros clientes que han cruzado sus puertas han salido con la misma sensación: una mezcla de sorpresa, nostalgia y emoción. No es solo lo que se come, sino cómo se come. Desde que se accede al local, ubicado en el antiguo hotel Ribera del Chicu, se respira un ambiente de recogimiento y calma. No hay música de fondo, no hay prisas, no hay alboroto. Solo una sala acogedora, con mesas vestidas de blanco y un servicio discreto que, según algunos visitantes, recuerda a la solemnidad de un refectorio monacal.
Un menú con alma: tradición y sencillez bien ejecutadas
Pero lo realmente importante está en la mesa. Los platos que aquí se sirven son un homenaje a la cocina casera de toda la vida, esa que pocas veces se encuentra en los restaurantes modernos. La fabada asturiana ha sido la estrella del primer servicio, con su compango bien curado y su punto de cocción exacto, capaz de satisfacer hasta al asturiano más exigente.
El menú también ha incluido paella valenciana, un guiño a la diversidad gastronómica que las exmonjas han querido incorporar. De segundo, se ha ofrecido una selección de carnes bien guisadas, con una preparación sencilla pero impecable. Y para terminar, la gran sorpresa: los postres, herederos de la repostería de convento, han sido los más aclamados. Magdalenas esponjosas, chocolates de textura perfecta y dulces que evocan tiempos pasados han conquistado a los comensales, muchos de los cuales han preguntado si se venden para llevar.
El toque de misterio que envuelve el restaurante
Pero si hay algo que ha dejado una huella especial en los primeros clientes es la presencia discreta, casi etérea, de las exmonjas. Ellas cocinan, pero no atienden en sala. No se dejan ver demasiado, aunque su esencia impregna cada rincón del restaurante. Algunos clientes han comentado en voz baja que esto le da al lugar un aire de misterio, una sensación de estar participando en algo único y diferente.
El boca a boca ha empezado a hacer su trabajo. Las reservas han comenzado a multiplicarse, y ya hay clientes que planean repetir la experiencia. No solo por la comida, sino por la sensación de haber estado en un sitio especial, un refugio gastronómico que no se parece a nada que se haya visto antes en Asturias.
Con este arranque prometedor, el Santa María del Chicu parece estar destinado a convertirse en mucho más que un restaurante: un punto de encuentro entre la tradición y el presente, entre la cocina de antaño y la curiosidad de quienes buscan experiencias diferentes.
Y si algo ha quedado claro en estos primeros días es que, más allá de la polémica que rodeó la salida de las exmonjas de Belorado, han sabido encontrar su sitio en Asturias. Y lo han hecho de la mejor manera posible: dando de comer como se ha hecho siempre, con honestidad, mimo y una pizca de misterio.