La escena parecía sacada de una pesadilla: un baño público, una mochila aparentemente inofensiva y un secreto oscuro en su interior. La Policía Nacional ha detenido en Gijón a un hombre de 42 años que llevaba meses espiando a mujeres en aseos públicos con un método tan sencillo como siniestro: una cámara oculta dentro de su propia mochila.
El hallazgo que destapó el escándalo ocurrió en noviembre de 2024, cuando una ciudadana encontró un teléfono móvil abandonado en un aseo y lo entregó a la Policía Local. Lo que contenía el dispositivo heló la sangre de los agentes: 30 vídeos de mujeres desprevenidas usando distintos baños públicos de la ciudad. Un depredador tecnológico había estado acechando desde las sombras.
Un método calculado y escalofriante
El modus operandi del detenido era tan eficaz como perturbador. Entraba en los aseos femeninos, colocaba su mochila en un punto estratégico y, sin levantar sospechas, dejaba que la cámara hiciera su trabajo. Grabaciones clandestinas, rostros que jamás imaginaron ser observados y una red de violaciones a la intimidad que podría ser aún más extensa de lo que se cree.
Cuando la Policía Judicial tomó el caso, el rastro del teléfono llevó directamente hasta el sospechoso. Las pruebas eran demoledoras y no tardaron en caer sobre él con todo el peso de la ley.
Caza al depredador
El 24 de febrero, tras semanas de seguimiento, la Policía Nacional arrestó al individuo en Gijón. Confrontado con las evidencias, el hombre no tuvo escapatoria y fue puesto a disposición judicial. Afortunadamente, los investigadores confirmaron que las imágenes no habían sido difundidas, pero la pregunta que flota en el aire es inquietante: ¿cuántas mujeres más han sido víctimas sin saberlo?
Las autoridades han abierto una investigación para localizar a todas las afectadas y esclarecer si este depredador digital operaba en más lugares o tenía cómplices.
Un crimen con antecedentes inquietantes
El caso de Gijón se suma a una escalofriante lista de delitos similares en España: desde la jugadora de hockey en Girona que grababa a sus compañeras en los vestuarios, hasta el casero de Santander que escondía cámaras en los dormitorios de sus inquilinas. La invasión de la intimidad a través de la tecnología es una amenaza creciente.
Las fuerzas de seguridad hacen una llamada urgente a la población: si ves algo sospechoso en un aseo público, no dudes en denunciarlo. La privacidad no es un lujo, es un derecho. Y en este caso, ha sido violado de la forma más despiadada.