La pareja, sordomuda, vivió sus últimos días en el abandono y el olvido. Nadie los buscó hasta que fue demasiado tarde.
En un pequeño piso del número 41 de la Avenida de la Costa, un anciano murió en silencio, y junto a él, su esposa ciega y desvalida pasó días enteros atrapada, sin poder pedir ayuda, sin comida, sin agua, sin nadie. Una historia de desesperación, abandono y una tragedia que hiela la sangre.
Cuando los bomberos irrumpieron por la ventana del sexto piso, alertados por la falta de noticias del matrimonio, lo que encontraron fue una escena desoladora. En el interior, sobre el suelo del salón, yacía el cuerpo sin vida de José Luis C. B., de 90 años. A su lado, su esposa Delfina S., de más de 80 años, inmóvil y en estado de extrema fragilidad.
El silencio había sido su condena.
Un matrimonio invisible, olvidado por todos
José Luis y Delfina no eran una pareja cualquiera. Sordomudos desde nacimiento, vivieron toda su vida en un mundo sin sonido, comunicándose con señas y miradas. Pero con el paso de los años, la tragedia les arrebató incluso eso: Delfina perdió la vista recientemente, quedando completamente dependiente de su marido.
Él era sus ojos y su conexión con el mundo. Cuando él murió, ella quedó atrapada en la más absoluta oscuridad, sin poder gritar, sin poder pedir auxilio, sola con el cuerpo inerte de su compañero de vida.
Nadie se dio cuenta de su ausencia en los primeros días. No tenían visitas, no tenían familia cercana, no tenían vecinos que los esperaran. Los días pasaron, el tiempo se detuvo dentro de esas cuatro paredes y el silencio se hizo más profundo.
Fue la asociación de sordomudos a la que pertenecían la que, al notar su ausencia, dio la voz de alarma. Pero ya era demasiado tarde para José Luis.
Un rescate que llegó tarde
A las 07:30 de la mañana, la Policía Nacional recibió el aviso. Se enviaron efectivos junto a un sobrino del matrimonio, pero al llegar, la puerta estaba cerrada y nadie respondía. No había otra opción que forzar la entrada.
Los bomberos treparon hasta la ventana del sexto piso y la rompieron para entrar. Al cruzar el umbral, la imagen era sobrecogedora.
- El anciano muerto desde hacía días.
- La mujer, en estado de semiinconsciencia, debilitada, sin saber qué hacer ni cómo pedir ayuda.
- La ropa aún tendida en el balcón, como si nada hubiera pasado.
La ambulancia la trasladó de inmediato al Hospital de Cabueñes, donde fue ingresada por precaución. Estaba deshidratada, desorientada y con signos de malnutrición, pero viva.
Un desenlace anunciado: la soledad que mata
El matrimonio llevaba décadas viviendo en la zona, primero en la calle Celestino Junquera, luego en la Avenida de la Costa. Sin embargo, no tenían contacto estrecho con los vecinos, quienes solo los conocían de vista.
Hasta diciembre de 2024, contaban con asistencia domiciliaria, pero la cancelaron hace apenas unos meses. ¿Habían solicitado plaza en una residencia? Algunos sospechan que sí, pero nunca llegaron a tiempo.
Su historia no es un caso aislado. Es un reflejo de la soledad extrema en la que viven muchas personas mayores en nuestras ciudades, invisibles hasta que la tragedia los golpea.
Delfina sobrevivió. Pero el silencio al que estuvo condenada estos días, rodeada de muerte, sin que nadie la escuchara, sin que nadie la rescatara a tiempo, será su mayor condena.