¡Ay, fíu! ¿Sabéis lo que me pasó el otro día en el mercado? Estaba yo comprando un cabracho bien fresquito, cuando el pescadero me dice: “¡Abuela, no te metas en la cocina con estos platos tan complicados!”. ¡Pues qué sé yo! Le dije que lo difícil no es cocinar, ¡lo difícil es aguantar a los hombres que me ponen excusas para no meter las manos en la masa! Y aquí estamos, que vamos a preparar un pastel de cabracho como manda la tradición, pero con el toque de siempre: fácil, rico y ¡con mucha gracia!
Este pastel, que en mi casa siempre ha sido todo un éxito, es de esos platos que no te dejan indiferente. No importa que sea domingo o un día cualquiera: lo preparas y todo el mundo pregunta: ¿Y cuándo lo haces de nuevo? Así que no perdamos más tiempo y vamos al lío, que el cabracho no se va a cocinar solo. ¡Y yo tampoco!
Ingredientes (pa todos los fíos hambrientos que vengan a casa)
1 cabracho (de unos 600-700 gramos, el tamaño perfecto pa que salgan varias raciones)
5 huevos
200 ml de nata para cocinar (si la compráis casera mejor, pero con la del supermercado también vale)
2 cucharadas de tomate frito (si tienes el tuyo hecho en casa, perfecto, si no, ¡cualquiera vale! Un poquito de tomate, que no hace daño)
1 chorretón de brandy (si te apetece darle un toque guapo, que si no, tampoco pasa nada)
Sal y pimienta al gusto
Un pizquín de pimentón dulce (¡que le da ese color tan bonito!)
Pan rallado y mantequilla (pa untar el molde y que no se nos quede pegado, que el pastel se merece todo lo mejor)
Elaboración, pasito a pasito, que así siempre sale bien
1. Cocemos el cabracho
Lo primero que vamos a hacer es meter el cabracho en una cazuela con agua, un par de hojitas de laurel y un poquito de sal. Lo ponemos a hervir unos 10-12 minutitos hasta que el pescado esté tierno. ¡Qué bien huele, madre mía! Cuando lo saquemos, lo dejamos enfriar un poquitín y le quitamos todas las espinas, que ya sabemos que el cabracho tiene más espinas que una zarza. ¡Pero no pasa nada, que con calma todo se hace!
2. Preparamos la mezcla
En un bol grande, batimos bien los huevos. Añadimos la nata, el tomate frito, un buen chorretón de brandy y el pimentón. Lo mezclamos todo bien y lo salpimentamos a gusto. ¡El truco está en no hacerlo demasiado rápido, que a los ingredientes hay que darles su tiempo!
Ahora, desmenuzamos el cabracho y lo metemos en la mezcla. Todo esto se remueve con mimo, como si estuviéramos mimando a un buen amigo. ¡Que todo se integre bien!
3. Al horno, pero con cariño
Cogemos un molde de plum cake, lo untamos con mantequilla (que quede bien cubierto) y le echamos pan rallado. Volcamos nuestra mezcla con cuidado y la extendemos bien. Ahora lo metemos al horno que ya tenemos precalentado a 180°C, y lo dejamos entre 40-45 minutos. ¡No hay prisa! Lo sabremos porque al meterle un palillo saldrá limpio. ¡La paciencia es la clave!
4. Enfriamos y a disfrutar
Cuando ya esté listo, lo sacamos del horno y lo dejamos enfriar. Yo, como siempre, os diría que mejor lo dejéis en la nevera un par de horines antes de desmoldarlo. Frío está mucho más sabroso. ¡Que con este pastel hasta los más exigentes se rinden! Y no os olvidéis de acompañarlo con mayonesa casera y unas rebanadas de pan tostado, que el toque final lo da siempre el acompañamiento, ¿verdad?
Consejos de la abuela Balbina
Fíos, si queréis sorprender a todos, podéis añadirle gambas cocidas picadas a la mezcla. ¡Hace que el pastel quede más jugoso y sabroso! Y si lo queréis aún más fino, solo tenéis que batirlo un poquito más antes de meterlo al horno. ¡Todo se puede mejorar con un poquito de cariño y paciencia!
Bueno, ya veis, que no hay excusa para no disfrutar de este manjar de cabracho. Como dice la abuela Balbina: “En mi casa, con cabracho siempre se acaba la comida, pero con sonrisas, siempre”. ¡Que no os falte nunca la alegría en la mesa!
Hasta la próxima receta, fíos, y que disfrutéis del pastel de cabracho con mucho amor y cariño!