Una muerte silenciosa y brutal. Un matrimonio de Barcelona, que se encontraba en su segunda residencia en Ibias, vivió una tragedia espantosa en la parroquia de San Clemente. La casa, que debía ser su refugio, se convirtió en una trampa mortal.
El hombre, de 65 años, falleció asfixiado por el humo de una cocina de carbón. Su esposa, de 69, fue hallada desorientada, apenas consciente. Nadie oyó sus gritos, porque probablemente ni siquiera tuvieron la oportunidad de pedir ayuda.
La pesadilla quedó al descubierto cuando un familiar, angustiado por la falta de noticias, alertó a la Guardia Civil sobre las 21:00 horas. Al llegar a la vivienda, los agentes encontraron un escenario desolador: el hombre estaba inconsciente en el suelo y la mujer, aturdida, luchando por comprender lo que había ocurrido.
Los intentos por salvarlos fueron frenéticos. Se ventiló la vivienda a toda prisa, los sanitarios hicieron todo lo posible en el lugar y la ambulancia voló hacia el Hospital Carmen y Severo Ochoa de Cangas del Narcea. Pero fue inútil. El hombre no resistió y murió antes de llegar al centro hospitalario. Su cuerpo ya ha sido trasladado al Instituto de Medicina Legal para la autopsia.
Las primeras hipótesis apuntan a un envenenamiento por monóxido de carbono, un asesino invisible y sin olor. Se investiga si una mala combustión de la cocina de carbón generó el gas letal que envenenó lentamente a la pareja sin darles una oportunidad de escapar.
Esta tragedia recuerda lo implacable que puede ser el monóxido de carbono. Un enemigo que mata en silencio, que se acumula sin avisar y que, cuando las víctimas comienzan a notar los síntomas —mareos, confusión, somnolencia—, ya es demasiado tarde.
El matrimonio, que solo visitaba la casa de forma esporádica, nunca pensó que ese viaje a Ibias sería el último. Nunca imaginaron que su hogar temporal se convertiría en su tumba.