Miedo en las calles de Gijón: el alarmante aumento de ataques de perros y la falta de control real

Miedo en las calles de Gijón: el alarmante aumento de ataques de perros y la falta de control real

 

Al menos 39 ataques en el último año en Gijón han puesto en alerta a la población. La atleta Carmen Corujo fue brutalmente atacada en marzo.

Las normas sobre perros peligrosos existen, pero no se cumplen. Falta control, denuncian vecinos y expertos.

¿Cuántos ataques más serán necesarios para que se tomen medidas drásticas?

 

El miedo se instala en Gijón: ataques cada vez más frecuentes

La tranquilidad de pasear por Gijón se ha visto empañada por un problema cada vez más grave: el alarmante aumento de ataques de perros en la ciudad. Según datos municipales, en el último año se han registrado al menos 39 ataques, algunos con consecuencias graves.

El último incidente ocurrió en enero de 2025 en Santa Bárbara, donde dos perros atacaron a un transeúnte sin que nadie pudiera intervenir a tiempo. Las víctimas describen los ataques como escenas de auténtico pánico, con mordeduras profundas, miedo a la infección y secuelas psicológicas.

Pero el caso más sonado ha sido el de la atleta Carmen Corujo, quien en marzo de 2024 sufrió un ataque brutal por parte de dos perros mientras entrenaba. Resultado: un brazo inmovilizado, múltiples heridas en ambas piernas y un proceso de recuperación largo y doloroso.

"Nunca pensé que me pasaría esto. Me tiraron al suelo y no podía moverme. La gente gritaba, pero no podían hacer nada. Fue terrorífico", relata Corujo, visiblemente afectada por la experiencia.

El miedo y la impotencia se han apoderado de los vecinos, que sienten que las calles de Gijón ya no son seguras.

Perros peligrosos y la falta de control: ¿una combinación letal?

El problema no radica en los perros en sí, sino en la falta de control y responsabilidad de algunos propietarios. En España, la ley exige que las razas catalogadas como potencialmente peligrosas (PPP), como pitbulls, rottweilers o dogos argentinos, deben llevar bozal y correa corta en espacios públicos, además de contar con una licencia especial.

Pero la realidad en Gijón es otra. Vecinos denuncian que muchos dueños incumplen estas normativas y que la vigilancia por parte de las autoridades es casi inexistente.

Cada día veo perros sin bozal en parques infantiles. Sus dueños los sueltan sin ninguna precaución, como si no pasara nada", afirma un vecino de la zona de El Coto.

Además, la crianza irresponsable y la falta de socialización agravan el problema. Los ataques no siempre provienen de perros catalogados como peligrosos, sino de aquellos que han sido mal educados o entrenados para ser agresivos.

"El problema no es la raza, sino la educación que reciben y la irresponsabilidad de sus dueños", explica Alberto Fernández, veterinario y experto en comportamiento animal.

El Ayuntamiento promete más control, pero… ¿será suficiente?

Ante la creciente alarma social, el Ayuntamiento de Gijón ha anunciado un refuerzo en la vigilancia policial para garantizar el cumplimiento de la normativa sobre perros peligrosos.

Pero los ciudadanos no están convencidos. ¿Más control policial significa patrullas en los parques y calles? ¿Se multará realmente a los dueños irresponsables?

El problema, dicen los expertos, no se soluciona solo con policías, sino con campañas de concienciación y una regulación más estricta. ¿Por qué no exigir exámenes de conducta para perros y dueños antes de permitir su tenencia?

Por su parte, los afectados exigen medidas drásticas:

Mayor número de agentes controlando a los dueños que incumplen la normativa.

Sanciones más duras para los responsables de ataques.

Un registro actualizado y público de perros peligrosos en la ciudad.

Obligatoriedad de bozal y correa corta en cualquier perro de más de 20 kg, independientemente de su raza.

¿Cuántos ataques más serán necesarios?

La situación en Gijón es insostenible. El miedo ha calado en la población y las medidas actuales parecen insuficientes.

Los vecinos no deberían tener que elegir entre salir a pasear con tranquilidad o vivir con el temor de un posible ataque.

Las autoridades deben actuar antes de que ocurra una tragedia mayor. No se trata de demonizar a los perros, sino de exigir responsabilidad y control.

Porque la pregunta que muchos se hacen es: ¿Cuántos ataques más serán necesarios para que las medidas sean realmente efectivas?

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