Quisiera agradecer a la ilustre Directora General de la UNESCO, así como a los miembros del jurado del premio, por todos sus esfuerzos y por el gran honor que me han conferido al concederme el Premio Mundial de Libertad de Prensa UNESCO-Guillermo Cano.
Deploro no estar en condiciones para redactar un mensaje que esté a la altura del acontecimiento de la entrega del premio, y les pido disculpas por ello. Como ustedes sabrán sin duda, el Tribunal Revolucionario, además de haberme condenado a seis años de cárcel y cinco de destierro, me ha prohibido de por vida el ejercicio de cualquier actividad política, social y periodística, y me ha despojado del derecho a expresarme en público oralmente y por escrito. Esto quiere decir que todo mensaje mío contribuirá a incrementar mis padecimientos y los de mi familia.
A pesar de esta prohibición, quiero dejar claro que, en el ejercicio de mi profesión, no tuve más medios que mi pluma y mi palabra, y que en el uso de ambas nunca sobrepasé los límites estrechos y restringidos impuestos por la legislación y las reglamentaciones del gobierno de Irán. Pese a ello, las autoridades, en violación de sus propias leyes y disposiciones, me han infligido penalidades y sufrimientos intolerables que podrían compararse a los que padece una persona a la que se crucifica durante semanas, o a la que se entierra viva.
En mi prisión, me esfuerzo constantemente por perdonar, pero no consigo olvidar.
Al aceptar este premio, que en realidad rinde homenaje a todos los presos de opinión de mi país y a mis colegas encarcelados o desterrados, deseo dedicarlo a toda mi familia y, en particular, a mi esposa y mis hijos. Además del sufrimiento psicológico que están padeciendo en estos dos últimos años, vivieron todo el último decenio con el constante temor de que un día, inevitablemente, “llamarían a la puerta de casa”. Cada toque inesperado en la puerta provocaba un vuelco en sus corazones frágiles e inocentes.
También deseo dedicar el premio a la madre de Sohrab Arabi* y a todas las demás madres que tienen el corazón destrozado porque sus hijos partieron del hogar para nunca jamás regresar. Se lo dedico a las madres, hermanas, hijas e hijos que lloran y viven sumidos en la aflicción por tener a uno de sus seres queridos encarcelados.
Que Dios les tenga bien presentes a todos ustedes y les recompense por haberse acordado de todos nosotros.
* El 12 de julio de 2009, las autoridades iraníes informaron a la familia de Sohrab Arabi, un joven de 19 años de edad, que éste había fallecido a consecuencia de heridas infligidas con arma de fuego en la región cardiaca. Las autoridades comunicaron este hecho a los familiares de la víctima veintiséis días después de su desaparición en una manifestación que tuvo lugar el 15 de junio. Su madre, militante de la organización Madres para la Paz, había tratado infructuosamente de averiguar su paradero durante todo ese tiempo. Al final, las autoridades convocaron a la familia para que identificase el cuerpo de Sohrab entre varias fotografías de cadáveres. Los familiares del joven dijeron que, a fin de cuentas, se pudo saber que éste había ingresado sin vida en el depósito forense cinco días después de su desaparición en la manifestación. Todavía no se ha dilucidado si la muerte de Sohrab se produjo en el transcurso de la manifestación o en estado de detención. El largo plazo transcurrido entre la desaparición y la comunicación a la familia del fallecimiento, hasta ahora inexplicado, suscita serios interrogantes sobre la suerte que hayan podido correr varias decenas de personas desaparecidas en ese mismo momento. De ahí la resonancia e importancia que ha cobrado este caso.