En la pequeña localidad abulense de Villar de Corneja, con apenas 36 habitantes, la llegada del Año Nuevo se celebra de una manera muy particular: a las 12 del mediodía en lugar de la medianoche.
Esta tradición, que comenzó en 2004, fue impulsada por la alcaldesa Carmen Hernández, quien, consciente de la avanzada edad de los vecinos —muchos de ellos superan los 75 años—, propuso adelantar las campanadas para que pudieran disfrutar de la celebración sin tener que trasnochar.
Cada 31 de diciembre, los habitantes se reúnen frente al Ayuntamiento para tomar las doce uvas al compás de las campanadas del reloj municipal. La celebración se ha convertido en un evento que atrae a visitantes y familiares, llegando a congregar a más de medio centenar de personas.
Además de las uvas, la fiesta incluye villancicos, brindis y una degustación de platos típicos como las patatas revolconas y el turrón, ofrecidos por el Ayuntamiento.
Esta iniciativa no solo permite a los mayores disfrutar de la festividad, sino que también sirve como una llamada de atención sobre la despoblación en la llamada "España Vaciada". Villar de Corneja, situado a unos 70 kilómetros al oeste de Ávila, cerca de la frontera con Salamanca, es un ejemplo de los muchos pueblos que luchan por mantener vivas sus tradiciones y su comunidad a pesar del envejecimiento y la disminución de la población.
La alcaldesa ha manifestado su compromiso de mantener esta celebración mientras haya un solo vecino en el pueblo, destacando la importancia de preservar las costumbres que fortalecen el sentido de comunidad y pertenencia entre los habitantes.
Así, Villar de Corneja despide el año de una manera única, combinando tradición, solidaridad y un toque de humor, demostrando que la adaptación a las circunstancias puede dar lugar a celebraciones entrañables y significativas.