Investigadores chinos han identificado trece proteínas en la sangre que están estrechamente relacionadas con el envejecimiento cerebral humano. Este hallazgo sugiere que el proceso de deterioro cognitivo podría iniciarse alrededor de los 57 años, con picos significativos a los 70 y 78 años. Estos descubrimientos abren la puerta a intervenciones personalizadas para retrasar o prevenir enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer.
El estudio, publicado en la revista Nature Aging, analizó muestras de plasma sanguíneo de una amplia cohorte de individuos. Los resultados mostraron que las concentraciones de estas trece proteínas alcanzan picos en las edades mencionadas, lo que indica que estos momentos podrían ser cruciales para implementar estrategias de prevención y tratamiento.
Wei Cheng, líder del estudio y miembro de la Facultad de Medicina de Shanghái, explicó que a los 70 años se observan numerosas asociaciones con trastornos neurodegenerativos, como la demencia y la enfermedad de Alzheimer. Esto refleja una mayor susceptibilidad a estas patologías durante esa década de vida.
El análisis detallado reveló que ocho de las proteínas identificadas aumentan con la edad y están relacionadas con la matriz extracelular y factores de crecimiento celular. Las cinco restantes disminuyen con el envejecimiento y están asociadas a la degradación de proteínas. Entre ellas destacan la Brevican (BCAN) y el factor de diferenciación del crecimiento 15 (GDF15), vinculadas no solo al envejecimiento, sino también a la demencia, el ictus y la función motora.
Los investigadores también utilizaron datos de imágenes cerebrales de más de 10.000 adultos sanos para estimar la brecha de edad cerebral, un indicador del declive cognitivo que surge de la diferencia entre la edad cerebral estimada y la cronológica. Los resultados mostraron que los cambios en las concentraciones de estas proteínas no son lineales con el aumento de la edad, sino que presentan tres picos abruptos a los 57, 70 y 78 años.
Este estudio enfatiza la importancia de intervenciones y medidas preventivas en estas edades clave para reducir el riesgo de trastornos cerebrales. Los autores sugieren que adoptar un estilo de vida saludable, que incluya ejercicio físico regular, una dieta equilibrada y contacto social frecuente, podría modificar en cierta medida la degeneración cerebral asociada a la edad.
Aunque estos hallazgos son prometedores, se requieren más investigaciones para confirmar la viabilidad de estos biomarcadores y su aplicación en diferentes poblaciones y edades. La validación en cohortes de diversos orígenes será esencial para desarrollar estrategias efectivas en la prevención y tratamiento de enfermedades neurodegenerativas.