La medicina moderna confía cada vez más en los sistemas informáticos para gestionar tratamientos, coordinar equipos y salvar vidas. Pero, ¿qué ocurre cuando la tecnología falla? Este es el caso de un paciente de 63 años en Asturias cuya vida se apagó, según los peritos, por un fallo en el sistema que omitió un tratamiento esencial. Ahora, el Sespa deberá pagar más de 139.000 euros a su familia, pero ¿puede una indemnización reparar el vacío dejado por un error humano-tecnológico?
La historia detrás de la cifra
Todo comenzó como un procedimiento rutinario. El hombre ingresó en el hospital para una cirugía bariátrica. Tras la operación, los médicos le pautaron un tratamiento anticoagulante, fundamental para prevenir complicaciones en pacientes inmovilizados. Sin embargo, el destino tenía otros planes. Una caída accidental lo llevó de vuelta al hospital, donde requirió una nueva cirugía vertebral. Y ahí comenzó el problema.
Durante su segundo ingreso, el tratamiento anticoagulante, crítico en su situación, se administró de forma irregular. Tras la operación, la heparina dejó de suministrarse por completo. ¿El motivo? Según el jefe del servicio médico, “es posible que un error en el sistema informático esté en el origen de la fatal complicación”.
Dos días después, un tromboembolismo pulmonar lo trasladó a la Unidad de Cuidados Intensivos, pero ya era tarde. El hombre falleció, dejando tras de sí preguntas incómodas y una familia rota.
Culpa compartida: tecnología y protocolo
El Consejo Consultivo del Principado de Asturias confirmó la relación entre la falta de administración de heparina y el trágico desenlace. Aunque algunos especialistas alegaron que el tratamiento tal vez no habría evitado el fatal desenlace, el dictamen fue claro: “El protocolo de profilaxis antitrombótica se sigue sistemáticamente en miles de casos al año. En este, no se cumplió”.
Este caso no solo expone la vulnerabilidad de los sistemas sanitarios a errores informáticos, sino también la necesidad de reforzar las revisiones humanas y los protocolos de seguridad para prevenir que un fallo en la tecnología ponga vidas en peligro.
La indemnización: ¿un precio por la vida?
La familia del fallecido reclamó inicialmente 314.911 euros en compensación por el daño sufrido, incluyendo a la viuda, los hijos, la madre y los hermanos del paciente. Finalmente, el Consejo Consultivo fijó la indemnización en 139.536 euros.
Pero, ¿cómo se mide el valor de una vida perdida? Para la familia, esta compensación es solo un reflejo de lo que el sistema sanitario no pudo garantizar: seguridad.
Una llamada a la reflexión
Este caso plantea una pregunta que va más allá de Asturias: ¿estamos confiando demasiado en la tecnología? Los sistemas informáticos son herramientas poderosas, pero no infalibles. La dependencia excesiva de estos mecanismos sin una supervisión adecuada puede convertir un error técnico en una tragedia humana.
El Sespa, como tantos otros servicios de salud, enfrenta ahora el reto de garantizar que la tecnología sea una aliada y no un riesgo para los pacientes. Porque cada omisión, por pequeña que parezca, tiene nombres, historias y familias que quedan marcadas para siempre