La historia comenzó hace una década, en 2014, cuando Asturias plantó la primera semilla de un sueño: elevar su tradición sidrera, ese corazón cultural que late en cada escanciado, a la categoría de patrimonio universal. Desde entonces, el camino ha sido una mezcla de desafío, pasión y trabajo incansable. Diez años después, el 4 de diciembre de 2024, ese sueño alcanzó su apoteosis en Asunción, Paraguay, cuando la UNESCO proclamó a la cultura sidrera asturiana Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
El primer brindis: Una declaración de intenciones
Todo comenzó con una declaración simbólica: en 2014, la sidra asturiana fue reconocida como Bien de Interés Cultural (BIC) Inmaterial por el Principado. No era solo un título, sino una promesa. Asturias entendió que su sidra, más que una bebida, era una forma de vivir, un ritual que conectaba a generaciones a través de espichas, romerías y canciones tradicionales. A partir de ahí, los asturianos trazaron su hoja de ruta con una visión clara: llevar su cultura al escenario global.
Un camino de retos y alianzas
El verdadero impulso llegó en 2021, cuando el Consejo de Patrimonio Histórico de España eligió a la cultura sidrera como su apuesta nacional para la UNESCO. Fue el momento en que Asturias dijo: "Vamos con todo". Equipos multidisciplinares trabajaron en un expediente que no solo documentaba la riqueza cultural de la sidra, sino que narraba su papel como símbolo de identidad y cohesión social.
La candidatura enfrentó retos monumentales. Asturias tenía que competir en una lista de 55 aspirantes de todo el mundo, cada uno con una historia poderosa que contar. Pero el Gobierno del Principado, liderado por el presidente Adrián Barbón y la consejera de Cultura Vanessa Gutiérrez, no dejó lugar a dudas: "Esto es mucho más que una bebida. Es nuestra esencia".
La hora de la verdad
El momento decisivo llegó en diciembre de 2024. En el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, mientras la sociedad asturiana contenía la respiración, la delegación española defendía la candidatura en Asunción. Vanessa Gutiérrez, con un discurso apasionado y contundente, llevó a los miembros del comité a un viaje imaginario por los paisajes de Asturias, donde los manzanos se alzan como guardianes de una tradición milenaria.
Y entonces, sucedió. "La cultura sidrera asturiana ha sido incluida en la Lista Representativa del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad". Las palabras resonaron no solo en la sala de Asunción, sino en cada rincón de Asturias. Fue un estallido de emoción. Desde los lagares hasta los bares más humildes, el grito de "¡Sí, lo logramos!" se mezcló con el inconfundible sonido del escanciado.
Los héroes de la sidra
Pero, ¿quiénes son los héroes de esta historia? Además de las instituciones, el protagonismo recae en las personas que han sostenido esta tradición durante siglos. Los cosecheros, que cuidan cada manzano como si fuera un tesoro; los maestros escanciadores, que con un gesto convierten un culín en un arte; las familias asturianas, que han hecho de la sidra una forma de entender la vida. También figuras como Adrián Barbón y Vanessa Gutiérrez, que defendieron esta candidatura con orgullo y pasión en cada foro internacional.
Más que un reconocimiento
Este logro no es solo un título; es un acto de justicia cultural. Para Asturias, significa que su sidra ya no es solo suya. Ahora pertenece al mundo, pero sin perder su esencia local. Es un reconocimiento a generaciones que, sin saberlo, han contribuido a preservar una tradición que hoy es universal.
El impacto de esta declaración será profundo. Más allá del orgullo, se espera un auge en el turismo sidrero, un impulso al sector y una revitalización de las prácticas asociadas a esta bebida icónica. Pero, sobre todo, es un recordatorio para los asturianos de lo que pueden lograr cuando creen en su identidad.
Un brindis al futuro
Hoy, mientras Asturias celebra con culines de sidra que se escancian sin descanso, el mensaje es claro: la sidra no es solo un líquido en un vaso; es una forma de mirar el mundo, de conectarse con los demás y de mantener viva una tradición que, desde ayer, es de todos. ¡Por la sidra, por Asturias, y por un futuro tan brillante como la espuma de un culín recién servido!