Activistas de Greenpeace han colocado esta mañana en los museos Arqueológico Nacional (Madrid), de la Evolución Humana (Burgos) y Arqueológico de Almería una pieza que simula una obra prehistórica. Bajo el título “Agricultura familiar ¿en extinción?”, la intervención artística denuncia la alarmante desaparición de la agricultura familiar en España, una actividad clave para la sostenibilidad rural y la seguridad alimentaria.
Una obra simbólica en un contexto crítico
La pieza, una losa de piedra caliza decorada con restos de pintura rupestre que representa a una familia trabajando la tierra, ha sido colocada junto a icónicas obras como la Dama de Elche o el cráneo de Miguelón. Greenpeace utiliza este gesto simbólico para alertar sobre el declive de la agricultura familiar, que ha disminuido un 36 % desde 2007, y el retraso acumulado en la aprobación de la prometida Ley de Agricultura Familiar.
Según Helena Moreno, responsable de sistemas alimentarios sostenibles de Greenpeace España: “La agricultura familiar y social no debe convertirse en una pieza de museo. Es urgente proteger este modelo, que representa el 60 % de la agricultura en España y del que depende la soberanía alimentaria y el cuidado del medio rural. Sin políticas efectivas, estamos ante su desaparición”.
El impacto de los fondos de inversión
Greenpeace denuncia que la creciente entrada de fondos de inversión en la agricultura intensiva es una de las principales amenazas para las pequeñas explotaciones. Actualmente, estos fondos controlan más de 100.000 hectáreas de regadío intensivo en la península ibérica, promoviendo un modelo de monocultivos homogéneos y uso elevado de insumos. Este fenómeno no solo degrada el medio ambiente, sino que también dificulta el acceso a la tierra para las nuevas generaciones.
Moreno añade: “Estamos viendo cómo el campo deja de ser un espacio de vida y cultura para convertirse en un negocio financiero orientado exclusivamente a la exportación. Este modelo superintensivo pone en peligro la calidad de nuestra alimentación, el equilibrio ambiental y la viabilidad de las zonas rurales”.
Injusticias en el reparto de ayudas
La Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea también está en el punto de mira. Según Greenpeace, las grandes explotaciones, que representan solo el 7 % del total en España, reciben el 23 % de las ayudas directas, mientras que el 60 % de pequeñas explotaciones familiares apenas acceden al 29 % de los fondos. Esta desigualdad, aseguran, asfixia a las explotaciones más vulnerables.
Medidas urgentes para salvar la agricultura familiar
Greenpeace exige que la futura Ley de Agricultura Familiar contemple:
- Creación de un banco público de tierras para evitar la especulación.
- Apoyo a la agroecología mediante incentivos y asistencia técnica.
- Promoción de la venta directa y el consumo local.
- Protección frente al acaparamiento de tierras por parte de grandes corporaciones.
El objetivo, señalan, es garantizar un modelo agrícola sostenible y resiliente que favorezca la soberanía alimentaria, la justicia social y la preservación del medio rural.
Un modelo en peligro, un futuro en juego
La acción de Greenpeace no solo alerta sobre la desaparición de la agricultura familiar, sino que también plantea una reflexión colectiva sobre la importancia de proteger un modelo agrícola que conecta con nuestras raíces, garantiza la calidad de nuestros alimentos y cuida el territorio. “Defender la agricultura familiar no es solo una cuestión ambiental, sino también social y cultural. Es nuestro deber garantizar su continuidad”, concluye Moreno.